Columnista:
Daniel Fernando Rincón
Cuando el día de la víspera de la Fiesta de Todos los Santos cristianos del año 1517 el agustino monje Lutero clavaba en la puerta de la Iglesia del Palacio de Witternberg, Alemania la «Disputatio pro declaratione virtutis indulgentiarum», la «Disputa acerca de la determinación del valor de las indulgencias», texto que contenía 95 tesis acerca de las indulgencias (que de acuerdo con la tradición cristiana católica, es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, impartida por el papa, los obispos o los cardenales) y su tráfico en los reinos alemanes, acción con la que invitaba a un público debate académico, pero que quedó para la posteridad como el hito fundante de la Reforma Protestante, no se imaginaría que más de 500 años después, uno de los principales legados de su acción fuera mancillado en manos de partidos de derecha que gobiernan por estos días algunas sociedades occidentales/occidentalizadas.
Y es que precisamente en este año de pandemia, de autoritarismos disimulados de legalidad y de guerras ideológicas disfrazadas de libertad de expresión y de prensa, se cumplen 500 años de “la libertad cristiana”, una carta de Martín Lutero dirigida a Jerónimo/Germán Mülphordt, alcalde de Zwickau, Alemania, en la que reflexionaba sobre el alcance y la naturaleza de la libertad de aquel que se hace llamar cristiano, además de ser el primer documento síntesis de su doctrina.
“En esto consiste la libertad cristiana: en la fe única que no nos convierte en ociosos o malhechores, sino antes bien en hombres que no necesitan obra alguna para obtener la justificación y salvación”.
Con esta frase, Lutero sintetizaba en su carta, no solo gran parte de su doctrina, sino de su crítica al clero católico romano, al que consideraba «un dominio y poder tan mundano, ostentativo, fuerte y temible, que el verdadero poder temporal no puede ya compararse con él».
Para Lutero, el papado de su época había «despojado totalmente de su sentido a la gracia, la libertad y la fe cristiana… y hasta a Cristo mismo», dándole a la cristiandad a cambio «muchas leyes y obras humanas», con las que convertía a los cristianos en «verdaderos esclavos de la gente más incapaz del mundo».
En ese sentido, aunque en 2020 el papado católico ya no representa lo que en 1520, muchas otras organizaciones lo reemplazaron y han impuesto por leyes sus interpretaciones erradas de hechos de la realidad y pasado por obras dignas de replicar, sus acciones basadas en el prejuicio y en la mentira, buscando así esclavizarnos de a poco.
Y sin lugar a dudas, lo han logrado.
Las noticias falsas y las flagrantes mentiras sobre el «virus chino», que líderes de sectores sociales y políticos han diseminado en todo el mundo, volviéndolas leyes, han logrado esclavizar a millones de personas, quienes crédulas de esas falacias, no han creído en las medidas de contención del contagio del COVID-19, por lo que los contagios y muertes conexas han apagado la vida de miles de personas, con lo que el terror se ha apoderado de las economías, obligando al cierre de las mismas, generando un círculo vicioso que parece no acabar.
La aparente búsqueda de justicia y legalidad en gobiernos de partidos políticos de ideología y praxis semifeudal/señorial, que se ha maquillado de buenas obras, ha seducido la mente de muchos incautos, que esclavos de sus emociones, no dudan en arremeter contra quienes piensan distinto, llegando a exterminar en todos los sentidos posibles al otro, al distinto, al que se atreve a imaginar otras realidades y futuros.
Así, líderes de distinta índole, usan la libertad de expresión conquistada hace 500 años por la revolución luterana para esclavizar a la humanidad; con los mismos propósitos del papado romano de la época: acrecentar un poder ostentativo, fuerte y temible, basado en el ego y en fantasiosas ideas y percepciones sobre el futuro de las sociedades humanas.
Y es que en el año de la pandemia gripal, la humanidad occidental y occidentalizada, tiene de nuevo una lucha por la libertad de expresión, ya no por obtenerla, como Lutero nos enseñó hace más de 500 años, sino por defenderla de aquellos sectores egolátricos quienes basados en una casi distópica visión de la realidad, abusan de ella para su propio beneficio.
¿Qué se podría hacer ante tanta falsedad, tanta mentira, tanto fanatismo que esclaviza mentes y espíritus?
Pareciera que ya no es suficiente salir a debatir, salir a desmentir como lo hiciese Lutero, sin embargo, es lo que el momento actual nos exige.
Como Lutero, la estrategia es dar.
La estrategia es defender con ahínco y resistencia los embates de la oscuridad, desenmascarando a los promotores de anticuados regímenes totalitarios, descubriendo las malsanas intenciones de algunos sectores de la sociedad que pretenden imponer sus falaces visiones del mundo.
No es una tarea fácil.
Lutero no alcanzó a vivir tanto para ver los frutos de su rebelde acción; sin embargo, ello no le impidió arar y sembrar la semilla de la libertad, lo que a la postre generaría procesos de la Humanidad como la Ilustración, las revoluciones burguesas y la generación de los Estados Nación que hasta el día de hoy se han mantenido como la forma más acertada de organización de las naciones europeas y europeizadas.
La lucha contra la oscuridad es continua y requiere paciencia, adaptación y resistencia. Nuestra existencia depende de ello.