Autora: Silvia Contreras Rodelo
El presidente chileno Sebastián Piñera anunció, a inicios de octubre, el incremento de 30 pesos al valor del metro en Santiago, la capital del país que dirige. La medida no fue bien tomada por la población que salió a las calles a manifestar su descontento. El resultado de esa primera protesta fue la destrucción masiva de varias estaciones del sistema de transporte, así como enfrentamientos con militares y represión por parte de la autoridad.
Desde entonces, las marchas han ido creciendo en número e intensidad y ya dejan un saldo de casi una veintena de personas fallecidas.
En Bolivia hubo elecciones presidenciales el domingo 20 de octubre. Esa misma noche todos los resultados apuntaban a que habría una segunda vuelta entre el ya tres veces presidente Evo Morales y Carlos Mesa. Sin embargo, el conteo de votos fue suspendido y reanudado 20 horas después, el lunes por la noche, para posicionar como ganador a Morales. El pueblo boliviano salió a las calles exigiendo una segunda vuelta y acusando de fraude al gobierno actual.
Lenin Moreno, presidente de Ecuador, tuvo un buen susto en los primeros días de octubre cuando el país fue testigo de la sublevación del pueblo. El aumento de los precios de la gasolina fueron los causantes del estallido social que vivió Ecuador por semanas y que dejó al menos cinco muertes. Los enfrentamientos entre estudiantes y policías y la multitudinaria marcha de los indígenas marcaron estas protestas.
Ecuador, Chile y Bolivia son el ejemplo más notorio del descontento de la región, pero no son los únicos casos. En Haití ha habido revueltas por la escasez de combustible y alimentos. En Perú, Martín Vizcarra disolvió el Congreso y la población salió a las calles cansada de la corrupción. En Honduras, las protestas piden la renuncia del presidente Juan Orlando Hernández. En Brasil las protestas, desde que Bolsonaro llegó al poder, han sido el común denominador y, en México, las mujeres están exhaustas de ser objeto de la violencia machista del país.
Los países latinoamericanos, con sus respectivas diferencias, están viviendo un momento de cansancio social; está pasando factura el ser la región más desigual y corrupta del mundo. En las protestas hay un denominador común, todos los manifestantes de distintos países se quejan de que el Estado “gobierne para unos y no para todos”.
Agregado a eso, la represión con la que la mayoría de presidentes ha respondido a las protestas solo ha logrado acrecentar el inconformismo en los habitantes.
En una entrevista para BBC Mundo, la analista política y directora de la encuesta regional Latinobarómetro, Marta Lagos, aseguró:
“Hay una gran demanda hacia las élites de que la democracia funcione mejor, que no funcionan los partidos políticos, hay crisis de representación, poca fe en las instituciones y alto nivel de corrupción”.
La crisis política en la región y las protestas que ha causado no son una erupción inesperada, sino un sentimiento colectivo que se ha venido formando por años. Los países de América han sido víctimas de la corrupción de sus dirigentes por décadas. Mientras que la brecha sigue creciendo y generando más desigualdad y pobreza.
En Chile, la economía con mejor crecimiento del continente, el caso es parecido. “No son 30 pesos, sino 30 años” gritan los manifestantes chilenos. Se refieren a que el problema de fondo no es el incremento al pasaje del metro, sino la promesa incumplida de democracia que les hicieron al terminar la dictadura. Un 70 % de los chilenos dijo sentirse estancado. Acá el descontento es el de una población cuya historia ya ha sido lo suficientemente dolorosa.
“Los pueblos empiezan a exigir. La exigencia es de garantías sociales. Eso es lo que los pueblos de América Latina están demandando hoy. Y lo hacen en sociedades mucho más abiertas, educadas, con aumentos de la clase media, más información, más capacidad de organizarse”. Afirma Lagos para luego agregar: «aquí no fracasan los gobiernos; están fracasando los Estados».
En un audio filtrado, la primera dama chilena, Cecilia Morel dijo: “Es como una invasión extranjera. Alienígena. Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”. Esto demuestra la desconexión de las élites con el pueblo y las necesidades de su cotidianidad. Es un ejemplo que sirve para toda América Latina.
Los gobiernos de los países tienen que repensar la manera en la que conectan con el pueblo para encontrar formas más efectivas de responder a sus exigencias. La represión por parte de las fuerzas armadas solo causa más enfrentamientos y molestias. Lo que las manifestaciones demuestran es un grito de libertad al que los gobiernos van a tener que prestar atención.