No tengo nada en contra del feminismo, es más, aplaudo el que ha luchado durante años por la reivindicación de los derechos de las mujeres, por la igualdad, por la independencia y la libertad de la opresión machista, que además ha logrado grandes cambios a nivel histórico, dándonos un importante lugar en la sociedad y demostrando así, lo poderosas y fuertes que somos.
Pero creo que actualmente ese objetivo está yendo más allá, y quienes defienden el feminismo se salen en definitiva de sus aspectos más básicos y se han obsesionado hasta con lo más mínimo para hablar de machismo, tal vez obedeciendo a lo que pasa en el posmodernismo en el que nos encontramos, el que nos está obligando a luchar por miles de causas que sólo están logrando una polarización, una desesperada atomización, y no de dos bandos, los del bien y el mal, los del ying y el yang, sino de miles de aspectos y formas de ver lo que finalmente son comportamientos humanos, atados a la dinámica del sistema.
Catalina Ruíz Navarro, una de las más destacadas feministas en el país y a nivel Latinoamérica, escribió una columna para la revista CROMOS titulada: “¿Es machista que los hombres paguen la cuenta? “Destacando esta acción como una práctica micromachista, es decir, un machismo que por su menor intensidad no mata y pasa desapercibido, es cotidiano y por lo tanto aceptado, y describe una situación donde el hombre sigue imponiendo su poder sobre la mujer, planteando cómo a través del dinero, las invitaciones y los regalos ellos naturalmente buscan algo a cambio, y las pocas consideraciones que se tienen sobre ellas cuando se encuentran en esa situación.
Desarrolla la columna de tal manera que arma un berrinche por prácticamente todo, pero termina echándole la culpa al sistema, que cuando uno la lee, piensa: “me voy a quedar mejor encerrada en la casa, porque no me pagan lo justo, y así no puedo ponerme linda para salir, porque eso es muy costoso, y nadie lo valora, y a lo que me van a invitar debo devolverlo a modo de “agradecimiento” tirando con el man que me invite”.
Pero ¿será que hoy en día la gente en la dinámica del galanteo sigue invitando y dejándose invitar a cambio de sexo?, es decir, ¿el feminismo no ha servido para que las chicas digan no cuando se debe decir no?, ¿Qué hay de malo en saber con una invitación que el man con el que usted sale demuestre que tiene con qué, para que usted se sienta bien atendida? y ¿será que las mujeres no se mueren porque el hombre que les gusta las invite y se porte como un galán con ellas? Porque es que uno no sale con un man que a uno no le gusta, y si no le gusta, puede aceptar la invitación pero nada la obliga a acostarse con él.
Personalmente a mi que me inviten a todo, que yo pongo los límites, así que mi respuesta a la columna de Catalina es No, no es machista que ellos paguen la cuenta.
Qué tal que ella escuchara la última canción de Bruno Mars “That´s what a like” con un coro que dice lo siguiente:
“Entremos al Cadillac, chica, andemos unas cuantas millas
Lo que sea que quieras, pídemelo con una sonrisa
Te lo mereces, nena, te lo mereces todo
Porque yo te lo voy a dar
Usando joyería de oro que brilla intensamente
Y con el champán de fresa sobre hielo
Suerte la tuya, eso es lo que me gusta, eso es lo que me gusta
Suerte la tuya, eso es lo que me gusta, eso es lo que me gusta
Teniendo sexo a un costado de la chimenea por la noche
Con sábanas de seda y diamantes todos blancos
Suerte la tuya, eso es lo que me gusta, eso es lo que me gusta
Suerte la tuya, eso es lo que me gusta, eso es lo que me gusta…”
Catalina por Dios (como le diría la abuela) los problemas del machismo y la lucha del feminismo no radican en esos micromachismos, que si uno se pone a ver, son la justificación absurda que le pone pero a todo, para mí es un desgaste absurdo frente a todo eso que por costumbre y cultura está en el chip de la sociedad, en la literatura, en la música, en el cine y que está ligado a otros pensamientos y comportamientos moralistas aprendidos desde la religión y pasados de generación en generación por las tatarabuelas, abuelas, madres y su crianza patriarcal.
La tarea ahora es educar a los hombres desde pequeños pero no limitarlos en lo que también por deber les corresponde hacer, porque o si no, ¿se convierte en machismo el que un esposo pague también el arriendo, los servicios, y las cosas de los niños? ¿El feminismo nos va a llevar a hacerlos unos mantenidos porque nosotras también podemos, ya que somos independientes, guerreras y luchonas? ¿Tenemos que estar pagando cuentas, y gastándonos todo el sueldo en nosotras para demostrar lo autosuficientes que somos? ¿Qué podemos decir entonces de las señoras ya mayorcitas que seguro por su “independencia” tienen mucha plata y ahora les toca mantener jóvenes a cambio de compañía y sexo? Es decir, la discusión es interminable, no vale la pena que una gran activista del feminismo como Catalina Ruíz hable de micromachismos cuando necesitamos toda la fuerza feminista para que siga luchando por otros temas que tienen que ver con el movimiento del sistema.
Como diría la rapera y cantante chilena Anita Tijoux “No podemos pensar un feminismo, un antipatriarcado, sin un anticapitalismo”, que es ahí donde radican tantos problemas de la actual sociedad.
Hola:
Me gusta ese enfoque de preocuparse por lo importante. Tengo una curiosidad tal vez fuera del tema central ¿Por qué se considera a Catalina Ruiz-Navarro como una destacada feminista en Latinoamérica?
Gracias.
La verdad siento que perdiste el punto. Siento que está bien responder de la manera que quiera al artículo de Catalina. Pero de esa manera tan sensacionalista de llamar »obsesión feminista» a la respetable posición de señalar lo que ella percibe como un micromachismo. Lo de la polarización que hablas no es más que la realización de que el poder se mueve (como decía Foucalt) en forma de red, en micro-mecánicas. No de arriba hacia abajo, de unos contra otros, de derechas contra izquierda. Se trata de pequeñas cosas, que causan una diferencia y que tienen un contexto social-cultural muy importante que no debe desconocerse. Ni llamársele obsesión feminista. En mi opinión personal, me da igual quién pague la cuenta. Lo que no me da igual es unas mujeres despreciando o minimizando las luchas de otras.