Lo confieso: fui una de las mujeres que tuvo una opinión negativa sobre la estrategia de mercadeo de Masglo. Mi mayor interés se concentró en la respuesta que uno de los directivos de la empresa- quien se autonombró como “El poeta de Masglo” -le dio a una mujer que reclamó por el nombre de dos de sus esmaltes: “Buscona” y “Fufurufa”, referencias que maneja la marca de belleza para mujeres. El señor respondió básicamente que “lo importante es lo que va por dentro, y que las mujeres son autónomas para elegir qué actitud tomar”. Muy interesante.
La pregunta que me hago frente a esto es ¿Si lo importante es lo que va por dentro, por qué elegir calificativos de naturaleza negativa para nombrar un producto de belleza? ¿Si lo que le interesa a Masglo es resaltar lo bueno de una mujer por qué su estrategia de mercadeo va por otro camino? ¿Si Masglo celebra la libertad de las mujeres para tomar actitudes en su día a día, por qué entonces en vez de celebrarlo con el nombre “libre” lo celebra con el nombre “buscona”?
Cuando salí a expresar mi opinión sobre el tema, me calificaron de amargada, feminista histérica, tocada, desocupada; así y hasta peor salieron a calificar a otras mujeres, que no necesariamente pertenecemos o nos identificamos con el feminismo moderno. Pocos se detuvieron en las expresiones burlescas y poco profesionales del vocero de la marca.
Sin embargo, como muchos otros, indignados y no indignados, me divertí con el episodio, hice bromas con amigos, no me lo tomé como el fin del mundo, porque precisamente mi sorpresa no va directamente relacionada con mi falta de ocupación o mi rechazo por los esmaltes Masglo, que incluso me parecen productos de muy buena calidad, bonitos, novedosos. No, no se trata de eso.
Lo que más me sorprende es que un equipo de creativos, concentrados en un departamento de mercadeo subestime el poder de la creación, de la imaginación. Parece que a los creativos de Masglo y de muchas otras empresas se les agotó literalmente la capacidad creadora.
Dejaron de interesarse por la lectura, por la escritura, les estorba el arte, veneran la improvisación, no estudian con detenimiento ni pasión sus ideas, parece que no tienen tiempo para su desarrollo conceptual, ya no buscan fuentes de inspiración.
El resultado es cruel: ya no inspiran, ni encantan. Grave. Se convirtieron en publicitarios del mal gusto, en impulsadores de estigmas sociales, en fabricantes de cosas, en encargados de entregar productos al mercado que van en contravía de su discurso corporativo, como le pasó tristemente al “Poeta de Masglo”. Si yo fuera un gerente de marca tomaría la inteligencia o la falta de esta como un factor clave para convertir a alguien en ejecutivo de mercadeo de mi empresa. Un departamento para el que se requiere carácter, sensibilidad, profesionalismo y respeto sobre todas las cosas.
Lo lamentable para mí como profesional en comunicación, no son los nombres de los esmaltes, eso no afecta mi dignidad aún si los utilizo, ni el de otras mujeres que los prefieran sobre otros. Lo que verdad asquea y denigra es que los grandes profesionales de la creatividad empresarial están dando pasos agigantados hacia el declive de la estrategia de mercadeo, relacionando la poesía con lo grotesco, confundiendo arte con mercantilismo barato. La verdad, sigo esperando con ansiedad ser testigo del trabajo de algún creativo, que promocione valores y no calificativos, que definitivamente, tenga más de poeta que de mercader.
Al fin!!, no he leido mucho sobre el tema porque me agota mucho ver debates sin fin, pero me alegra mucho haberme detenido a leer esta columna, de lo poco que he leido es la unica protesta que no se centra en lo micro (el nombre de los esmaltes) sino en lo mas grande, es agradable leer que alguien y en especial un mujer entiende que el nombre de un color (que ademas una empresa nombro arbitrariamente) no las define como mujeres, felicidades por tan interesante opinion.