“Quien no conoce la Oriental, no conoce Medellín”, sentencia Eduardo Henao golpeando el piso con su bastón. Acaba de llegar de hacer ‘una vuelta’ y se apresura por subir a su apartamento ubicado en la avenida Oriental, en pleno Centro de Medellín, donde habita hace 12 años.
“Aquí todo queda más cerca: iglesias, universidades, centros comerciales y mis amistades”, manifiesta y asegura que a su edad la comodidad lo es todo.
Al igual que Eduardo, miles de habitantes de Medellín viven, trabajan, visitan o, simplemente, pasan por una de las calles más simbólicas de la ciudad que ha sido protagonista de grandes transformaciones e historias.
Para Eduardo, vivir sobre una calle tan simbólica es casi un acto lógico de la edad, donde ni siquiera el ruido que pueda producir el tráfico vehicular, que a diario la transita, es una molestia: “Yo fui militar y muchas veces mis compañeros estaban disparando, y yo me dormía. El oído hay que acostumbrarlo, por eso el ruido no me molesta”.
Pero el ruido, que hoy es habitual, antes no hacía parte de la cotidianidad de los habitantes del Centro, que en los años 70 se convocaban en cafés y restaurantes de Junín o el Parque Bolívar. La movilidad se daba en otras vías o en la avenida del Río y la calle Bolívar, que en ese entonces era de cuatro carriles. Sin embargo, la demanda por nuevas conexiones dentro de la ciudad y la idea de tener una línea del metro que entrara al Centro, precisamente por Bolívar, y que mantendría cerrada la calle por varios años mientras se adelantaban las obras, hicieron que la Sociedad de Obras Públicas de la ciudad decidiera construir una calle que rompiera el Centro de Medellín y pudiera ser la que conectara a la ciudad de norte a sur y viceversa.
De esta manera, se concibe la idea de construir la avenida Oriental o avenida Jorge Eliécer Gaitán, tumbando las casas patrimoniales que quedaban en ese entonces sobre la calle Abejorral.
“Cualquier arquitecto va a decir que la Oriental es de los grandes delitos que se ha cometido en Medellín porque el Centro era como un bosque. De la Oriental para arriba vivían las clases altas: en Buenos Aires, Boston, Prado y el barrio Villanueva. La gente bajaba de Prado para la Catedral, sacaba los perritos al Parque Bolívar. El Centro estaba a un paso de ellos, era el vecindario”, manifiesta Ramón Pineda, periodista, docente y experto en narrativa urbana, quien explica que “la Oriental dañó el hábitat del Centro, partiéndolo en dos, incluso, muchos la acusan de ayudar a su pauperización”.
Para Pineda, el hecho de que la Oriental se haya comenzado a construir (1973) en la misma época de otros cambios en el Centro, como: la demolición del Teatro Junín (1967), uno de los más emblemáticos sitios culturales de la ciudad; la llegada de edificios como El Coltejer (1972); la inauguración del Hotel Intercontinental, que le roba protagonismo al Hotel Nutibara (1970); y la inauguración de San Diego, el primer centro comercial de Colombia (1972) contribuyeron a que los vecinos de las clases altas del Centro se mudarán a otros lugares de la ciudad.
“El centro comercial se vuelve un lugar más seguro, más cómodo, sin indigencia, sin pobreza. Los barrios se llenan de pobres que bajan al Centro a buscar un lugar en el mundo, y entonces esta zona, que era un lugar de clase media y clase alta, empieza a llenarse de estratos bajos”, cuenta.
Es entonces que la Oriental surge como una cicatriz que parte el Centro en dos y que termina de separar al barrio Prado de la Catedral Metropolitana, lo que rompería esa estrecha relación entre la clase alta que allí habitaba con su lugar espiritual.
“Uno puede decir que hay dos centros: uno es el Centro de la avenida Oriental para arriba y otro el Centro de la Oriental para abajo. Después, las dinámicas comerciales que se desarrollaron crearon otra división particular: la Oriental desde La Playa hasta San Antonio y la de La Playa hasta Villanueva”, afirma Pineda.
La Oriental comercial, de sur a norte
Los años siguientes vendrían cargados de un amplio desarrollo comercial de los lugares aledaños a la avenida Oriental, convirtiéndola en un eje central para el desarrollo de la economía donde se congregaron oficinas, bancos, clínicas y comercio. Así, se tumbaron mansiones patrimoniales como la de José María Amador para dar paso a los edificios actuales.
Pese a esto, la Oriental no está exenta del arte que engalana a la ciudad, pues a los constructores de la época se les pidió hacer una obra o escultura para fomentarlo en el Centro. Es por eso que en esta avenida se encuentran obras tan representativas como Muro abriéndose, de Eduardo Ramírez; La Puerta de San Antonio, de Rony Vayda; y Pileta, de Francisco Antonio Cano, ubicada en el atrio del templo de San José.
La llegada de este nuevo comercio cambiaría las dinámicas de la calle: “La Oriental es una calle que va subiendo de estrato, al revés de la ciudad donde el sur es de un estrato más alto que el del norte. Con la Oriental es al revés: comienza en el sur siendo de un estrato bajo y va subiendo a estratos 4 y 5”, afirma Ramón Pineda.
La llegada del Éxito de San Antonio y la construcción del parque de ese mismo nombre, donde antes había un cementerio de carros, supuso la llegada de comercios satélites alrededor, lo que hizo que en ese lado de la avenida Oriental tuvieran más relevancia los almacenes y ventas ambulantes.
Igualmente, los paraderos de rutas de buses de barrios populares, con enclaves negros muy fuertes en ese sector, hicieron de este un punto de encuentro clave para la comunidad afro de Medellín.
“La primera parte de la Oriental es afro. Allí encontramos a Ensamble, que es la discoteca más famosa de los negros en el Centro, además de peluquerías atendidas y especializadas en cortes para afros. El parque San Antonio es punto de encuentro de la comunidad”, expresa Pineda.
Este trayecto de la Oriental se caracteriza por las ventas formales e informales y por el alto flujo de personas que allí se congregan. Es así como esta avenida es clave para el sustento de muchos que la tienen como lugar de trabajo.
“La Oriental recibe el coletazo de Guayaquil. Todos los venteros suben y entonces es más caótica y de mucho menudeo de ventas ambulantes”, afirma Pineda.
“Lo que más me gusta de la Oriental es el comercio y la gente, disfruto ver gente y por aquí pasa mucha todos los días”, cuenta Adrián García, quien siempre ha trabajado en diferentes almacenes en la avenida. Para él, la Oriental es muy importante para la ciudad porque es testigo de todas las dinámicas: “en la mañana, todo el mundo madruga a trabajar, entonces uno ve a la gente tomando sus transportes por aquí. En la tarde hay mucho taco y las filas de los buses son exageradas. Los vendedores se rebotan mucho después de mediodía y ya en la noche, pasadas las 7 es mucho más tranquila. A mí me gusta mucho la bulla, el movimiento y la multitud. Hay gente a la que no le gusta, pero a mí sí”, cuenta.
Pese a que hay algunos restaurantes que trabajan las 24 horas, se podría decir que la Oriental es una calle diurna: “No tiene lugares que te hagan expresar: aquí me quedo. Es de restaurantes de paso, de comer e irse de una vez y de hacer compras específicas de cosas que necesites. La gente no viene a quedarse en la Oriental, es una calle de paso”, afirma Ramón Pineda.
Fe en el Centro
Más hacia el norte se encuentra la única iglesia de la avenida: el templo San José, que está en el cruce con Ayacucho. Este templo da cuenta de la inexistencia en los primeros años de esa vía, ya que su puerta principal se encuentra sobre Ayacucho.
“La iglesia, arquitectónicamente, se ve rara y la avenida le quitó importancia”, afirma Pineda.
Sin embargo es, precisamente este lugar, el que le da un poco de misticismo a la avenida consolidándose no sólo como un punto de encuentro, sino como un refugio espiritual clave en pleno Centro.
La gente se congrega allí en torno a la devoción por el Señor de la Buena Esperanza, patrono de las causas perdidas.
“La iglesia tiene una energía muy rara, pocas veces se le ve vacía. Creo que es de los sitios religiosos que siempre mantienen llenos en Medellín, pero la gente que viene aquí es diferente, se le nota en los rostros la tristeza, la desesperación”, cuenta.
Esta iglesia es la única que tiene, en su interior, un cuadro de Francisco Antonio Cano, llamada El Bautismo.
La otra Oriental
“Si caminas la Oriental te das cuenta que de La Playa para acá (hacia el norte) es más amplia y se transita mejor porque casi no tiene ventas”, afirma Ramón Pineda, mientras cruza la avenida La Playa hacia el Camino Real, uno de los centros comerciales más conocidos de la ciudad.
“El Camino Real es el encontradero más importante del Centro. Antes era La Candelaria, pero cuando construyeron el metro la iglesia perdió importancia y el punto cambió a la plataforma del metro. También, alguna vez, fueron las escaleras eléctricas del Coltejer, luego el edificio Vicente Uribe Rendón. Pero cuando hicieron el Camino Real la gente se comenzó a citar aquí, y los dueños del centro comercial entendieron que el valor agregado es que la gente se encontrara, así no consumiera aquí”.
La dinámica cambia y la calle, antes ruidosa y estrecha, le da paso a una acera que, aunque es de las mismas dimensiones, es mucho más amplía para el disfrute de los peatones. Parece como si la calle se ensanchara y los vendedores ambulantes disminuyeran en una medida considerable, lo que hace apreciar mejor algunas de las dinámicas de este lado, como los cantos de los pericos que llegan después de las cinco de la tarde a los árboles de esta avenida en su cruce con Caracas. Estos vuelan en grupos de 10 a 15, llenan las copas de los árboles y sus cantos se confunden con el ruido de los carros, llamando la atención de los transeúntes quienes levantan la mirada y disfrutan de un espectáculo que hace olvidar, por un momento, lo caótico de la hora pico en el Centro.
La nueva cara verde de la Oriental
La imprudencia de los peatones convirtió a la avenida Oriental en uno de los puntos de mayor accidentabilidad de la ciudad, dando paso a la construcción de las polémicas pirámides, durante la administración de Sergio Fajardo, cuyo diseño de baldosines de colores, que se elevaban a metro y medio de altura y su costo de $970 millones, generó el malestar de muchos ciudadanos y conllevó a un pronunciamiento de la Contraloría en el sentido de que obstaculizaban la circulación peatonal e impedían el libre tránsito.
“Las pirámides se construyeron con dos objetivos: bajar los índices de personas muertas y evitar que los habitantes de calle siguieran usando el separador para dormir y cocinar, que era lo que hacían antes de su construcción”, cuenta Pineda, quien opina que “las pirámides eran muy feas, pero sí sirvieron para bajar la accidentabilidad. Lo que pasa es que la Oriental es una calle atiborrada de carros, gente, casas y las pirámides aumentaban eso y la hacían menos atractiva, además, que parecían baldosas de piscina y esta calle no necesita esos colores, necesita limpieza”.
Como parte del plan de transformación del Centro y para contribuir con la calidad del aire de la ciudad, la Alcaldía de Medellín se propuso transformar nuevamente la avenida Oriental y cambiar las pirámides por un corredor verde.
“La ciudad dentro de todo el proceso de transformación necesita conformar una red ecológica. El verde funciona como las vías que están conectadas para que todo fluya correctamente. Cuando las zonas verdes se desconectan tenemos inconvenientes para que la fauna se relacione, lo que facilita que haya diversidad. Por eso, para propender por esa red de conectividad verde hemos venido trabajando en parque lineales de quebradas y los corredores verdes viales que se conectan a su vez con parques y cerros”, manifiesta Paula Andrea Palacio, secretaria de Infraestructura de Medellín.
La Alcaldía de Medellín cambió las pirámides de concreto y losa por 308 árboles y 61.138 plantas menores, sembrados entre el sector Los Huesos y San Juan.
“En el imaginario colectivo está que deberíamos sembrar los árboles ya grandes, pero es como si nosotros pretendiéramos que nuestros hijos nacieran adolescentes y no quisiéramos pasar por la etapa de tenerlos bebés o verlos caminar. Nos falta aprender a reconocer la magia de ver crecer los árboles. Ellos tienen un proceso y llevarlos jóvenes nos garantiza que se van a adaptar y que van a durar más años con nosotros”, dice Palacio.
La inversión total en este espacio fue de $8.000 millones, para un total de 9.276 metros cuadrados intervenidos.
“La recuperación del Centro, desde el punto de vista ambiental tiene el propósito de transformar de gris a verde”, dice Palacio y agrega sobre la Avenida: “La Oriental es el eje principal del Centro, es la vía por la que cruza el mayor nivel vehicular y es la que presenta los mayores niveles de contaminación y ruido; pero hacemos un ejercicio para conectar ese corredor verde con la avenida Poblado y Juan del Corral, y así lograr la red verde en el Centro”.
Para la Secretaria de Infraestructura, la transformación del Centro y el corredor sobre la avenida no solo trae beneficios con la calidad de aire, sino también espirituales: “Están comprobados los beneficios a nivel psicológico y emocional que representa tener un jardín a la vista, por eso le apostamos a que habitar esos corredores, le genera mayor estabilidad a la gente que viene al Centro”.
Muchos de los trabajadores y vecinos del sector que diariamente están en la avenida destacan los beneficios de esta transformación:
Nota: Este contenido fue producido con patrocinio de la Alcaldía de Medellín.
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FOTOGRAFÍAS POR ORDEN DE APARICIÓN
- Título:[Avenida Oriental] Año: 1940 Autor: Ripol, Andrés María, padre
- Título: Aérea de la Avenida Oriental Año: 1973 Autor: Carvajal Pérez, Gabriel, 1916-2008
- Título: Avenida Oriental Autor: Gil Ochoa, Horacio, 1930-2018
- Título: Casa de José María Amador Año: 1892 Autor: Fotografía Rodríguez, 1889-1995
- Título: Aérea de Medellín Año: 1976 Autor: Carvajal Pérez, Gabriel, 1916-2008
- Título: Iglesia de San José Año: 1959 Autor: Carvajal Pérez, Gabriel, 1916-2008
- Título: Avenida Oriental Año:1984 Autor: Carvajal Pérez, Gabriel, 1916-2008
Biblioteca Pública Piloto / Archivo Fotográfico
Amo la oriental, yo viví en una residencia de religiosas durante casi siete años, quedaba enseguida del comando de la policia, fue muy river cuando ese mi hogar lo convirtieron en lo que hoy es el punto de la oriental, en fin recuerdos memorables.