Las armas nos dieron la independencia, pero no la paz

Mientras el gobierno crea que la conquista de la seguridad y la paz acabó con la desmovilización de las FARC y fue firmada con un gobierno de turno y no, con un Estado; el auge de violencia será irreversible.

Opina - Política

2020-08-27

Las armas nos dieron la independencia, pero no la paz

Columnista:

Daniel Avendaño

 

«Colombianos las armas os han dado la independencia, pero solo las leyes os darán la libertad».

Hablar de la historia de Colombia es resumirla casi a una sola palabra: conflicto. De toda índole, ha sido omnipresente en nuestra historia como país. Con más de 200 años de vida republicana y después de las palabras de Francisco de Paula Santander aquel 30 de agosto de 1821 en el Congreso de Cúcuta; hoy, vemos a un país polarizado que continúa en Guerra, sin memoria, pobre y lleno de leyes que han fracasado en su intento de brindar un Estado Eficaz. Abriendo puertas a nichos de corrupción. 

Sin duda, la narración de una Colombia diferente a la representada en la bandera e Himno Nacional. Los suelos que suponen la riqueza de nuestro territorio hoy están acabados a raíz de la minería ilícita y la fiebre del oro. Ríos contaminados, convertidos en desiertos; nada parecidos al azul de nuestra bandera. Pero también, guardan los relatos de los años más duros del conflicto armado; suelos y cuerpos de agua que tristemente están preparados para ver sangre, otra vez. Esa, cuyo color honró a quienes lucharon en campos de batalla para conseguir la ‘libertad’ y hoy, es derramada por inocentes en busca de paz, fuerza y progreso. 

Una patria que ya no es inmarcesible, donde aún no cesa la horrible noche. La humanidad entera aún gime entre cadenas los flagelos de una guerra absurda e innecesaria. Acá, en la ‘‘tierra de colón’’, no gobierna el rey pero sí la violencia. Del Orinoco al cauce aún se colman despojos, sangre y llantos. A orillas del Caribe y del Pacífico, todavía hay pueblos hambrientos que en su abnegación luchan por un país mejor. Uno, donde el camino para independizarnos de la violencia dé como resultado el fortalecimiento del Estado de Derecho y la protección de la población. Por ahora, es necesario revisar el presente.

 

Un día sin IVÁN

Nada mejoró desde la posesión de Iván Duque como Presidente de Colombia, aquel 7 de agosto del 2018. Los desaciertos de un hombre que prometía encarnar la renovación de la política colombiana sólo nos han servido para contar memes, eufemismos, MASACRES y los días que faltan para despachar a este gobierno. 

Proyectado desde un principio a ser enemigo de la mermelada, resultó estar representado por los intereses colectivos de la élite glotona del país; ha servido para poner a viejos amigos en cargos políticos y así usar la justicia a su favor, poniendo en riesgo la democracia.

Las ganas de hacer trizas el acuerdo de paz firmado entre el Estado colombiano y las extintas FARC; nos muestran a un Presidente incapaz de garantizar los derechos y libertades de los colombianos y de ser el símbolo de unidad nacional. En efecto, de asumir las riendas del país, no lo hizo ni lo hará. Su ingobernabilidad nos obliga a seguir coleccionando muertos en un país utilizado durante décadas para el alijo de mercancías extranjeras que dejan una inmensa deformación en el tejido social colombiano. La militarización para ampliar el control en los territorios como sucedió con la política de seguridad democrática en lugar de llegar con inversión social y la no implementación del acuerdo de paz, nos están dejando —de nuevo — desplazamientos forzosos; más de 405 asesinatos de líderes sociales y excombatientes firmantes del acuerdo de paz; una justicia débil en su estructura, y más de 93 ‘‘homicidios colectivos’’ en 20 meses. Hechos que nos alejan de vivir en un clima de seguridad y tranquilidad. 

En resumen, una guerra que por más de 50 años nos ha vuelto insensibles y permisivos; porque claro, si tu sangre no me salpica, no debería importarme. ¿Por qué llorar con las madres cuyos hijos arrebató la guerra si eran ‘guerrilleros’, mientras los míos recogían café? ¿Por qué culpar al gobierno de su negligencia en un país que clasifica sus muertos? ¿Por qué prestarle atención a las noticias en medio del almuerzo cada vez que hay una masacre nueva, si tengo a los míos en la mesa? ¿Por qué centrarnos en caciques políticos que tanto daño han hecho al país y que necesitan de la guerra para perpetuarse en el poder? 

Hay mucha tela por cortar y tal vez, muchos muertos por venir y justificar. Pues, la paz, como la libertad; son utopías que jamás se alcanzarán si seguimos avalando discursos de guerra que sólo dividen y provocan más muerte. Faltan dos años para el comienzo de un nuevo período presidencial, no sabemos quién llegará. El caso, es que, mientras el gobierno crea que la conquista de la seguridad y la paz acabó con la desmovilización de las FARC y fue firmada con un gobierno de turno y no, con un Estado; el auge de violencia será irreversible. No habrá legalidad, ni presencia permanente en los territorios que promueva la seguridad como garante del funcionamiento de la justicia. 

Finalmente, lo único que podemos seguir haciendo con ironía es encomendarnos a la virgen de Chiquinquirá para que este país avance o dé paso a un gobierno mejor en ese tan anhelado 7 de agosto de 2022, nuestro primer día sin IVÁN. 

 

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Luciana Avendaño
Comunicadora Social y Periodista con enfoque en asuntos políticos y parlamentarios. Apasionada por la Historia.