La violencia ocurrida en El Campín nada tiene que ver con los colores de los equipos

Lo más lógico es pensar que la pelea se dio por los colores de los equipos; pero no fue por ello. No fue el rojo de Santa Fe ni el verde del Nacional. No; y eso que últimamente en el país los colores hacen parte de la agenda pública.

Opina - Deporte

2021-08-06

La violencia ocurrida en El Campín nada tiene que ver con los colores de los equipos

Columnista:

Ana María Mena Lobo

 

Trauma craneoencefálico severo es solo uno de los dictámenes médicos dados después de la «batalla» ocurrida en El Campín.

Irónicamente, minutos antes de que me enterara del enfrentamiento, vi la publicación de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y pensé: «qué curioso lo que escribió: *«Bienvenido Nacional a Bogotá!»». Debo decir que me quedó zumbando en el oído, pero no le di importancia. Luego, vino la violencia. Con el mismo furor con el que un narrador deportivo canta un gol, así, con la misma emoción, cientos de personas saltaban los asientos del Campín para golpearse entre ellos.

Lo más lógico es pensar que la pelea se dio por los colores de los equipos; pero no fue por ello. No fue el rojo de Santa Fe ni el verde del Nacional. No; y eso que últimamente en el país los colores hacen parte de la agenda pública. Que si el rojo de la bandera de primero o de tercero, que si el uniforme de la Policía azul… en fin. El punto es que después de pasar una pandemia, un histórico de violencia armada enorme, nuestro cerebro, increíblemente, no ha cambiado en lo absoluto.

La gente pensará que la violencia que hubo se limitó a agresiones físicas o a los mal llamados «vándalos» o «ñeros»; no es así. En El Campín también se vio la distinción de clases sociales, ese «privilegio» de estar en otra categoría de asiento y preocuparse solamente por «nos van a cancelar el partido» (se escucha en el video). También se vio la hipocresía de varios ciudadanos al gritarles a los policías que «hicieran algo», que deberían tener más de ellos para controlar lo que sucedió… ahí me pregunto, ¿en ese caso sí serían «aceptables» las intervenciones violentas por parte de la Policía? Los integrantes de las «barras», entonces, ¿no son seres humanos para Colombia?

Y es que el color pasa a segundo plano. Los discursos que se escuchan en algunos videos son los más peligrosos: una caracterización, discriminación y culpabilidad dirigida a los «ñeros». A eso sumado la reciente declaración de Eduardo Méndez, presidente de Santa Fe: «A las barras visitantes no se les puede permitir el ingreso». Y, aunque entiendo muy poco de fútbol, pienso que todos tenemos derecho a disfrutar del partido.

Entonces, aunque las noticias, los personajes gubernamentales y, la gente de posición «más privilegiada» quiera «echarle» toda el agua a las llamadas «barras» (también inaceptable su comportamiento), la verdad es que «los privilegiados» también están metidos en los niveles de la violencia: dedicarse a llamar desadaptados a los de la pelea, mirar pa otro lado, enfatizar en el discurso de que la culpa es solo del «ñero». Y no, la culpa es de todos, porque hemos perdido sensibilidad alguna, hemos normalizado que un partido de fútbol se preste para la violencia y que en redes sociales la gente quiera «acabar» a otro a cuchillo. No, para mí el problema no fueron los colores; el problema fue (¿o sigue siendo?) el odio que tenemos dentro, la falta de empatía y de humanidad, que nos cega y entonces pensamos que porque no estuvimos en la batalla presencialmente, no somos responsables. Error.

*En días anteriores aplaudíamos a Mariana Pajón, a Yuberjen, a Katherine. Analizábamos sus movimientos en Tokio, nos sentíamos orgullosos. Ojalá analizáramos también nuestros movimientos (pero no deportivos), sino sociales; y entendiéramos, por fin, que la solución no es dejar de jugar fútbol y pasarnos, por ejemplo, al beisbol.

 

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Ana María Mena Lobo
Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana, con diplomado en Herramientas Digitales para el Periodismo y participación en Diplomado en Docencia Universitaria. Creo en el periodismo hecho con buenas intenciones.