La vida del ministro de Defensa vs. las demás vidas

Poco interesa si fue un personaje, un ciudadano del común o cualquiera el que murió por el virus o por culpa de la violencia. Lo que importa es el individuo, pero lo terrible es esa discriminación, esa indolencia y esa antipatía por los que no hacen parte de la «rosca».

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2021-01-29

La vida del ministro de Defensa vs. las demás vidas

Columnista:

Diana Carolina Abril Giraldo

 

No se trata de una competencia de ¿cuál vida vale más? o de ¿quién ganará la partida? Todas las vidas valen lo mismo y nuestra Declaración de Derechos Humanos lo ratifica así en su artículo 3: «Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona». Aun cuando se sabe de antemano que algunas muertes duelen más que otras, y eso, parecen tenerlo bastante claro en el Gobierno Duque, porque para ellos la vida del ministro duele y vale más que la de los jóvenes, los líderes sociales y ambientales y los excombatientes asesinados en diferentes circunstancias, además de las otras muertes, que en definitiva no importan y que han engrosado una triste lista: las demás víctimas del coronavirus, los ciudadanos de a pie, por los que integrantes del Gobierno y de su partido no se han manifestado, demostrando así poca o nula empatía.

Prueba de que esas muertes no interesan es que en los últimos meses, cada día que transcurre siguen siendo víctimas alrededor de 400 personas y el promedio, de acuerdo con Datosmacro.com, desde el 17 de octubre de 2020, es de 227,58 muertes diarias. Incluso, con dichas estadísticas tan alarmantes somos de los pocos países que más mal han manejado la pandemia según lo publicado en la cuenta de Twitter del senador Iván Cepeda y de acuerdo con un estudio de Bloomberg que ubica a Colombia en el número 51 de 53 países analizados y, asimismo, Colombia se encuentra clasificada en el desempeño por el manejo del COVID-19 a lo largo del tiempo en el puesto 96 de 98 países según un análisis del Instituto Lowy y de acuerdo con la relevación hecha en las cuentas de Twitter de los senadores Gustavo Petro y Gustavo Bolívar.

Aparte de todo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Centro de Ciencia e Ingeniería de Sistemas (CSSE, por sus siglas en inglés) en la Universidad Johns Hopkins (JHU, por sus siglas en inglés), en información revelada por Radiotelevisión Española (RTVE) se indica que Colombia se encuentra en el 12 lugar con más muertes por coronavirus y en el 11 lugar con más muertes y casos de coronavirus de los más de 200 países que hay

Pero, fuera de ello, al interior de Colombia se evidencia poca transparencia en la solicitud de las vacunas, pues hemos podido apreciar las manifestaciones del presidente Duque con relación a la claúsula de confidencialidad. Respecto a ello, Robledo, interpuso un derecho de petición y ha ganado la respuesta por medio de una tutela (interpuesta de manera posterior) a fin de obtener la información respectiva. 

Pero, retomando con la defunción del ministro, no era lo correcto desearle el mal con la finalidad de que sintiera lo que los más de 52 000 muertos sufrieron por culpa de ese horrible virus. No, no se trataba de eso, y no estuve de acuerdo con algunas expresiones de odio en las redes, y aun así, lo entiendo. Pese a todo, se debe mostrar un respeto por «la vida» en general y por todos los que padecen y han padecido los flagelos que ahora hacen parte del diario vivir en el territorio colombiano y es claro que no se hace. 

Si bien, las vidas tienen una cuantía en ciertas áreas del Derecho, en las que la indemnización por muerte se estipula según las edades, el parentesco y demás aspectos en los que incluso, entre más joven el individuo «cuesta más», pues le quedaba toda una vida por delante: quería ser pintor, músico, matemático, científico, en fin. Sin embargo, todo ello, se hace de ese modo, en virtud de que debe haber un precio con el propósito de reclamar los derechos que a bien correspondan. 

Lo anterior, en términos jurídicos, pero hay otras áreas como la estadística y la financiera, que van, de igual modo, ligadas a situaciones jurídicas, y de las que Muñoz (2010), en su artículo ¿Cómo valorar la pérdida económica de una vida humana?, afirmó que la vida humana:

«(…) tiene un valor estadístico o financiero que sirve a los jueces penales para emitir un juicio de indemnización, o condenar a una empresa, o para obligar al mismo Estado a indemnizar en dinero a las víctimas y dolientes por la externalidad negativa generada».

Por otro lado, Muñoz, argumenta en su artículo: «La desconfianza, los recelos, el sentimiento de impotencia o de injusticia llevan al deterioro y al desencanto moral. Hechos que muestran ausencias del Estado en su deber social de impartir justicia». De acuerdo con lo mencionado por Muñoz, hace una década, el Estado, del que hacía parte el ministro, fue su victimario, tanto de las demás víctimas por la negligencia estatal, que se trae a colación desde que inició la pandemia.

No obstante, cuando dejamos a un lado esos términos descritos por Muñoz y nos concentramos en los perjuicios morales sin que sean cuantificados, ¿qué pasa, en un país como Colombia, cuando se decretan tres días de duelo nacional solo a partir de la muerte de un ministro de Defensa? El Decreto 083 «Por el cual se honra la memoria de las víctimas del Covid-19 y en especial la del Dr. Carlos Holmes Trujillo García». Es decir, ¿pesa más la vida o la muerte de un alto funcionario?

Independiente del hecho de que el ministro falleció y de si fue buen o pésimo funcionario, buena o mala persona, con quien no estuve de acuerdo por su forma de manejar el Ministerio; por las decisiones equivocadas que tomó, que involucraron vidas de colombianos; y, por las afirmaciones y declaraciones absurdas y soberbias que hizo, el decreto es claro y su adverbio «en especial», igual. 

Así las cosas, poco interesa si fue un personaje, un ciudadano del común o cualquiera el que murió por el virus o por culpa de la violencia, lo terrible es esa discriminación, esa indolencia y esa antipatía por los que no hacen parte de la «rosca». Lo increíble es que solo a raíz de la muerte del ministro se decretó un duelo nacional por las demás víctimas por las que se establece una marcada diferencia.  

Cabe agregar que, de ese decreto, aunque nombran «a todas las víctimas» y sus familias, no nombran al presidente de la Confederación General del Trabajo (CGT), Julio Roberto Gómez, por su poca importancia, pues además representaba la piedra en el zapato (en apariencia) cada final de año. Además de no mencionar a Johana Chala Tovar, secretaria de Hacienda del Casanare, quien también murió por COVID-19 el mismo día. 

Antes de la muerte del ministro, las «otras víctimas» del coronavirus no eran más que unos datos estadísticos, que sacaron a relucir la animadversión que hemos visto por parte del Gobierno. Ningún muerto importa, ni si es por el virus o por la violencia. Ni la muerte de los participantes de las protestas por exigir nuestros derechos ni de quienes ayudaron a proteger los derechos humanos de otros ni de los que ayudaron a resguardar el medio ambiente ni de los que han ayudado en la educación y han servido al país. Menos importa la muerte de los adultos mayores que influyeron en el desarrollo de la economía colombiana con su arduo trabajo, pero mucho menos resulta relevante, la muerte de los verdaderos héroes: los médicos, el personal de enfermería u otros profesionales de la salud que han dado la vida por sus pacientes en medio de esta coyuntura. 

Ninguno de ellos son buenos ni malos muertos para el Gobierno; es simple, no existen y no significan nada. Es allí cuando nos damos cuenta de las avismales desigualdades e inequidades, inclusive después de la muerte; en específico, en términos de «relevancia» y si son afines o no al Gobierno de turno.

De cualquier manera, me declaro en duelo, y no solo por una o por tres muertes de funcionarios o altos funcionarios, lo hago por todos los muertos, por los que se debería, por lo menos decretar seis meses de duelo, y no solo tres días. Tampoco lo hago porque lo diga Duque ni porque lo imponga su marionetista. Hago lo que como ciudadana me nace y me corresponde hacer por cada una de las víctimas: las que han padecido esta desdicha que nos azota desde el trágico 2020 y por los que han sufrido de esa violencia incrustada en Colombia.

Aunque, el duelo no solo debe ser por los muertos, sino por los vivos: quienes cuya vida se ha convertido en una desgracia por el hecho de no tener trabajo, vivienda, no poder estudiar o no tener suficiente comida para sobrevivir en este territorio que, por medio de su actual Gobierno, ha dejado claro quénes importan y quiénes no.

 

 

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Diana Abril
Exbecaria de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Magíster en Tecnologías Digitales Aplicadas a la Educación. Administradora pública. Integrante de la Asociación Colombiana de Correctores de Estilo, y de su junta directiva, miembro de la Red de Investigadores Latinoamericanos, editora junior de la revista Justicia y Derecho de la Universidad del Cauca, asesora y consultora académica, investigadora (nivel II), de la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) y par evaluador ocasional de la revista Nova et Vetera (ESAP).