Columnista:
Álvarez Cristian
Debido a la pandemia de la COVID-19, una situación muy delicada se está presentando en distintas sedes de la Universidad de San Buenaventura del país, la cual tiene muy preocupada a muchos de sus más de 16 000 estudiantes.
Para nadie es un misterio que la magnitud que el coronavirus ha tenido en Colombia ha hecho replantear algunos aspectos de la vida cotidiana, entre ellos, la educación universitaria. Por esto, en varias instituciones de educación superior se ha consensuado con diversos estamentos de la comunidad educativa —como los estudiantes— la mejor forma de proceder en el actual panorama.
Sin embargo, eso no ha sucedido en la Universidad de San Buenaventura, según comentan varios de los miembros de los Comités Estudiantiles de dicha institución.
Uno de los principales reclamos de estos comités, es que los entes directivos de esta tradicional institución de educación superior del país no los han tenido en cuenta en dos aspectos fundamentales pese a que, según los estudiantes, tan solo en la sede Medellín están matriculados 4000 alumnos entre los que, administrativamente hablando, se suman los de las ciudades de Armenia e Ibagué.
De acuerdo con Carlos Niño, miembro del Comité Estudiantil de la Universidad de San Buenaventura (USB), sede Medellín, el primer aspecto tiene que ver con la participación de los alumnos en los planes que tiene la universidad para enfrentar el segundo semestre de 2020 bajo las condiciones impuestas desde el Ministerio de Educación Nacional con motivo de la pandemia.
Desde el momento que el Gobierno solicitó el aislamiento o la cuarentena nacional, a partir del 20 de marzo, la universidad NO se ha manifestado diciéndonos en qué han venido trabajando o qué han hecho. Nos dimos cuenta de que los directivos establecieron un Comité de Crisis donde están los rectores de las diferentes sedes de la USB, pero donde no hay representación de estudiantes.
Según Carlos, ya fuera de manera individual y/o colectiva, los educandos trataron en varias ocasiones, a través de cartas, de formar una mesa de diálogo con las directivas universitarias para escuchar en qué venía trabajando la USB, qué protocolos había montado y qué decisiones estaba implementando ante una posible estructuración de currículo bimodal, como ordena el Ministerio.
Sin embargo, los directivos del plantel educativo no les brindaron ninguna respuesta. Por ello, los estudiantes optaron por enviar un derecho de petición a principios de mayo, en el que aparte de pedir representación en los planes que estaba realizando la universidad para hacer viable el semestre 2020-2, también solicitaban un descuento generalizado del costo de las matrículas de pregrado y posgrado que oscilaría entre un 15 % y un 25 %.
“En múltiples ocasiones, el Comité ha intentado formar una mesa de diálogo con las directivas, comunicarse con la universidad para trabajar en conjunto estas situaciones que trae el segundo semestre de 2020, y también buscar un alivio económico para la matrícula, porque esta situación también repercute en la economía de los estudiantes y sus familiares”, explicó un estudiante de la USB Medellín que pidió omitir su nombre.
Una de las madres de uno de los estudiantes explica su situación y la imposibilidad de realizar el pago del décimo semestre de su hijo debido a problemas económicos.
El mismo problema en varias regiones
Y es que la COVID-19 no solo ha afectado a los estudiantes de la sede Medellín de la San Buenaventura, sino también a los de otras regiones del país.
Por ejemplo, Marcela*, es estudiante de la sede de extensión de Armenia, Quindío. Según ella, allí estudian sus carreras entre 650 y 800 estudiantes.
“En promedio pagamos entre $4 360 000 por semestre, y para mí ese valor tan alto no se justifica porque no tenemos un buen campus, no tenemos muchas cosas que otras sedes sí tienen, ni tampoco tenemos la misma infraestructura o la calidad de enseñanza. La San Buenaventura es costosa comparada con otras universidades de acá de Armenia”, señala.
No obstante, pese a lo alto de la matrícula —y pese a que varios estudiantes de allí han enviado cartas informando de su difícil situación económica y la de sus familias— la universidad no les ha dado ni respuestas ni ayudas significativas para paliar la actual situación. “La USB no ha mostrado ningún tipo de solidaridad para con los estudiantes, que somos la vida o el sostén de ella”, comenta Marcela.
Por esta situación de abandono a sus estudiantes, una nube negra se ha cernido sobre el futuro de muchos de ellos. En vista de esto, muchos son los que piensan cancelar el semestre porque no cuentan con recursos para continuar la carrera.
Los papás se quedaron sin empleo y los ingresos no son los mismos. Es muy complicado para algunos. En mi grupo, por ejemplo, somos 18 personas de quinto semestre; de esas, más de la mitad dicen que no podrán continuar, explica la estudiante.
A las denuncias de Marcela se suman las de Nicole Arteaga, estudiante de la USB en la extensión de Ibagué.
“La extensión de Ibagué solo somos cerca de 120 estudiantes de la Facultad de Psicología, y nos sentimos muy apartes de lo que pasa en Medellín (a la que en teoría está adscrita la sede de Ibagué). No nos han dado respuesta a nuestras solicitudes, y la única vez que la universidad se ha manifestado hacia nosotros es para dar una negativa”.
Según Nicole, ante la parsimonia de las directivas de la USB en Ibagué, son los estudiantes y los representantes de cada semestre de la carrera de Psicología a quienes les ha tocado lidiar para obtener algún tipo de participación o ayuda frente a su situación actual por culpa de la COVID-19.
“Yo personalmente estoy pensando, al igual que muchos compañeros, que en este momento no podemos pagar lo que la universidad normalmente cobra. Además, necesitamos garantías para seguir nuestro proceso académico de la mejor manera. Básicamente por eso estamos luchando”.
Para Nicole, en el corazón de cada estudiante hay sueños y anhelos de salir adelante, por lo que le resulta muy triste ver que hay que hacer una pausa en sus procesos sin justa razón, ya que, según ella, la universidad podría sentarse a negociar y buscar unas condiciones favorables para todos.
Además, la situación ya se torna insostenible si se tiene en cuenta que los estudiantes deben liquidar sus matrículas en los próximos días.
¿Qué dice la Universidad de San Buenaventura?
En la respuesta al derecho de petición radicado por el Comité de Estudiantes, la Universidad de San Buenaventura (USB) dio respuesta a algunas de sus peticiones.
Sin embargo, más que calmar los ánimos y hacer gala de su ética y principios enmarcados dentro de sus valores religiosos franciscanos —como la fraternidad y la compasión— las respuestas ofrecidas por la USB son, por lo menos, desconcertantes.
En misiva enviada el pasado 9 de junio, Fray Jorge Botero Pineda, rector y representante legal de la USB sede Medellín, escribió lo siguiente:
“Con referencia a la primera petición… la Rectoría informó sobre los beneficios con los que cuenta la Universidad a través de la resolución de becas y descuentos (que curiosamente venció el 15 de mayo), también se informó sobre las diferentes entidades con las que se tienen convenios para ofrecer diferentes alternativas de financiación…”.
En ese y en los párrafos siguientes referentes a este punto, el rector deja la sensación de que son los estudiantes los que deben buscar las alternativas de pago con las “diferentes entidades” con las que la USB tiene convenio, que ¡oh sorpresa!, son principalmente entidades financieras.
“Son los mismos servicios financieros que ofrecía la USB antes de la pandemia, por lo que no vemos una reducción notable en las matrículas de todos los estudiantes. Las matrículas siguen costando lo mismo”, señala otra estudiante de la USB Medellín que pidió omitir su nombre.
En la carta, el rector es enfático en afirmar que no puede brindar soluciones generales a toda la comunidad educativa, como una reducción porcentual del valor de la matrícula, ya que a su juicio “se corre el riesgo de no cubrirlas todas”, además de que cada caso tiene necesidades diferentes.
Botero más bien propone la atención de los casos individuales, ¡pero ojo!, siempre y cuando se notifiquen al área encargada una vez se haya realizado la inscripción a los cursos. Situación que varios estudiantes califican de inoperante, pues las soluciones no llegarán a tiempo. “Sabemos que es muy difícil que la universidad responda de manera individual, esto antes dilata más el proceso”, afirmó uno de los miembros del comité.
Mientras tanto, Nicole explica que:
“A mí no me genera confianza eso de ‘consigne el semestre y después hablamos’. La carrera más barata vale 4 millones de pesos, ¿quién garantiza que después nos devuelvan una parte de esa plata? No, no me convence”.
Otro asunto que llama la atención es que, según el rector, de acuerdo al Manual de Bioseguridad COVID-19 Orientaciones generales para la prevención y mitigación de la COVID en la USB, los estudiantes deberán diligenciar una encuesta de “auto-reporte” de condiciones de salud. En síntesis, sería la recopilación de información de carácter médico privado de cada estudiante.
Por último, en las demás páginas de respuesta, el rector se explaya en nombrar y describir cada uno de los grupos y comités que ha desplegado para la concertación de las actividades curriculares en el segundo semestre de 2020, sin embargo, en la descripción de los participantes de esos grupos, brillan por su ausencia los más numerosos e importantes: los estudiantes.
“En la última semana de julio se tiene programado la capacitación a los estudiantes para los cursos que se van a virtualizar”, se lee en la que consideramos la única referencia que la USB hace sobre la participación de los alumnos en los planes educativos para el semestre 2020-2.
¿Por fuera de la discusión?
En palabras del estudiante Carlos Niño, algo debe estar pasando en las altas esferas de la Universidad de San Buenaventura. “Yo creo que debe haber algunos rectores que sí quieren escuchar a los estudiantes, pero tal vez por parte de la comunidad franciscana (de la cual depende la universidad) esto no sea posible”.
Carlos explica que, a su juicio, algunas de las directivas del plantel de educación superior NO quieren incluir a los estudiantes en la discusión por puro temor.
“Porque nosotros analizamos estados financieros de la universidad y tenemos esa información, por lo que incluirnos sería un arma de doble filo. Tenemos los soportes que sustentarían que la universidad de San Buenaventura tiene la capacidad para dar un descuento de entre el 15 y el 25 % para toda la comunidad de pregrado y posgrado sin tener que despedir docentes y/o bajar la calidad educativa. Nosotros somos la comunidad, somos quienes estamos pagando por nuestro servicio educativo, si nosotros no pagamos o no nos matriculamos, la universidad puede entrar en quiebra porque el único ingreso que la USB tiene es por concepto de matrículas debido a que es una entidad sin ánimo de lucro”.
A una similar conclusión llega Marcela, cuando dice que:
“Yo creo que la universidad está velando por sus propios intereses, sobre todo los directivos. Ellos no están teniendo en cuenta que somos una comunidad, que somos una cantidad de personas afectadas y no nos han tenido en cuenta”.
Por su parte, los estudiantes seguirán desarrollando actividades virtuales y presenciales para dar su voz de protesta frente a una grave situación en la que se han sentido atropellados y en donde, según ellos, se han tergiversado los valores de una institución tan reconocida en el país.
Esta es una de las pancartas pegadas en la fachada de la sede Medellín de la Universidad de San Buenaventura en protesta por la negativa de la institución de reducir el valor de la matrícula para el segundo semestre de 2020.
Porque como señalan la mayoría de entrevistados:
“En la San Buenaventura nos enseñan esos tales valores de solidaridad durante todo nuestro transcurso universitario, para que no se vean reflejados en una situación tan dura como esta para tanta gente. ¡Qué prediquen, pero que también apliquen!”.
*: nombre cambiado por solicitud de la fuente.