Los recientes acontecimientos que hemos visto en varios países deben ser objeto no solo de nuestro análisis, sino también de nuestra preocupación. Las manifestaciones nazis en Estados Unidos y de la ultraderecha en Berlín y Barcelona significan que aquella ideología -fascismo- que se había convertido en tabú tras el Holocausto nazi ha regresado y ha mutado en su estrategia tanto discursiva como no discursiva.
Durante los últimos años hemos visto como varias manifestaciones de la derecha y ultraderecha mundial han ido ganando terreno a través de diferentes discursos y estrategias.
En el sur, la derecha neoliberal ha logrado una serie de conquistas a través del discurso revanchista y nostálgico de la pérdida del poder durante más de una década, lo cual fue permitido por la débil revolución cultural que debió haber acompañado la revolución democrática de los gobiernos progresistas.
Si bien la lucha por mejorar las condiciones materiales de vida de los ciudadanos -escala de necesidades- era una deuda inaplazable de los países del sur, ésta no estuvo acompañada por otras luchas que no están subordinadas necesariamente a las condiciones materiales tales como las luchas de género y raza, por un lado, y las luchas ambientalistas, por otro lado.
En el norte, las condiciones materiales -escala de necesidades- han sido mejoradas durante varias décadas por la socialdemocracia y el Estado de Bienestar, lo cual se logró gracias al miedo a la revolución obrera, lo que permitió que la burguesía mejorara la calidad de vida de la clase obrera. Sin embargo, frente a la crisis capitalista tanto en el norte como en el sur los frentes de lucha se reajustaron tanto en el plano político como social.
Las sociedades ya no son las mismas, los seres humanos ya no se comunican igual y, por tanto, no nos comportamos de la misma manera -globalización-. Por lo anterior, ¡no pensamos igual!
En este sentido, en el norte la lucha entorno a la raza comenzó a tener una preponderancia esencial especialmente en el espectro de la derecha mientras que en la izquierda fue tímido. La raza, ligada a la lengua, la religión y las costumbres, se volvió el nodo de discusión en los países del norte trayendo consigo la emergencia de la ultraderecha, cuyos valores de supremacía racial y cultural, falsa postura antisistema y, sobre todo, restauración de un orden de cosas de antaño en donde “todo era bueno” nos debe preocupar. En la izquierda esta discusión estaba empolvada debido al tabú intelectual de analizar la raza como fuente de estudio mientras que la ultraderecha la convirtió en su bandera.
Tanto en el norte como en el sur, las discusiones en torno a la raza y la clase permitieron que la derecha y ultraderecha generara una serie de disputas políticas, sociales y culturales fracturando a sus opositores organizativa e ideológicamente a través de su declaración de guerra desnuda y canalizada por el miedo.
Por ejemplo, miedo al desempleo, miedo al terrorismo, miedo a la “musulmanización” de la sociedad, miedo a la destrucción de los valores de la familia, etc. ¡En el sur, como traído de los cabellos, el miedo es Lenin, el comunismo y la abolición de la propiedad privada! ¡Miedo al castrochavismo, comunismo, ateísmo!
En la otra orilla, la izquierda, el centro y los movimientos alternativos tomaron una bandera, entre otras, ya sea la clase, la raza o el género, lo cual propició división, fracturas y debates ideológicos analizando cual debe de estas luchas debería ser sobredeterminada.
Miremos la situación desde la lucha antifascista. El nazi es quien articula las tres formas de opresión y persecución, pero desde el espectro del odio, es decir, la raza, la clase y el género se integran en su ideología, pues el hombre blanco, burgués y heterosexual debe ser el hombre “auténtico” y debe defenderse frente a la amenaza: 1) proletaria -afro, indígena o latina- 2) de género: feminista y LGTBI -afro, indígena o latina- 3) racial -proletaria, LGTBI o feminista-.
En este orden de ideas, los fascistas articularon los tres frentes de opresión permitiéndoles no solo llegar al poder en varios países, sino declarar una guerra cultural a escala mundial.
La izquierda debe articular los frentes de lucha de raza, clase y género para contrarrestar la declaración de guerra cultural de la ultraderecha mundial teniendo en cuenta que, si bien la superación del neoliberalismo puede mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, esto no significa necesariamente que se superen ciertos tipos de opresión tales como el patriarcado o el racismo.
Por ello, los demócratas y progresistas debemos reactivar las luchas en estos tres frentes pues aquellos “demócratas” que se esconden detrás de una máscara liberal, en realidad quieren dividir la sociedad y revivir el fascismo.
La lucha social, cultural y política es entre la idea de una sociedad uniformada, homogénea y cerrada o una sociedad multicolor, heterogénea y abierta. En últimas, es la lucha entre los progresistas y los reaccionarios. ¡El progreso o el retroceso! ¡Guerra o paz!
En Colombia, el panorama es claro. Hay quienes quieren ver al blanco, burgués y heterosexual como el modelo ideal de ser humano frente a la Colombia diversa y multicultural que pide a gritos cambio.
¡Aquellos que se esconden detrás de una máscara liberal y que llaman a la guerra y al odio creando una línea divisoria entre los colombianos son aquellos mismos que se dieron cuenta que un frente de ataque único, al igual que el fascista, es mejor que el frente de luchas aisladas!