La Revocatoria de Peñalosa Sí es conveniente y Sí tiene cómo prosperar, muy a pesar de lo que quiere hacernos creer el (¿publi?) reportaje que la Revista Semana sacó en su portada del 7 de enero, la Editorial de El Espectador del 4 de enero y el jurgo de tuiteros prepago —sí, a los que les pagan por anticipado para ejercer un servicio— que se suman a los ya cuestionados concejales del Dream Team de Peñalosa, que cada vez pueden estar más cerca de abandonar el tan anhelado poder que hace tanto bien o mal, según quien lo tenga.
Habría que detenerse primero a cuestionar no sólo la objetividad de ambos medios por su contenido editorial, sino la cantidad de dinero que alguien interesado en mejorar la imagen de Peñalosa invertiría para que se siga sosteniendo el poder, ese que él ha convertido en un poder despótico y ególatra, que no escucha ni siquiera al más alto consenso científico del país, que recomendó no urbanizar la reserva Thomas Van Der Hammen, como bien lo analizó Carlos Carillo.
Incluso valdría la pena que nos aclaren ambos medios si desde la Alcaldía de Bogotá recibieron dinero para la publicación de alguno de estos contenidos, porque ya hemos visto que a Peñalosa parecen encantarle desde las cuentas falsas en Twitter, hasta la lavada de los muros de la cuidad, con las cuales trata de limpiar también su imagen.
Hasta podríamos aprovechar para preguntarle al actual alcalde si no le parece sospechoso que por allá en 1999, a dos días de la entrega de firmas para la revocatoria de su primer mandato, hayan asaltado la sede de dicha campaña y se robaran cachivaches y, por supuesto, las dichosas firmas, lo cual impidió que fuera revocado de su primera alcaldía.
Ya hemos visto que el poder de las redes sociales nos ha brindado la posibilidad de refutar y esclarecer las difusas declaraciones y acciones que los gobernantes hacen, pero sobre todo, sirven como herramienta de control, como veedoras de la labor de cada uno de ellos, pues desde que tantos tienen voz y audiencia sin censura, la verdad rueda por entre los perfiles y genera cambios —lentos como la mayoría de cambios—, pero constantes.
Dicho poder nos ha permitido tener presente que Enrique Peñalosa, Alcalde Mayor de Bogotá, tiene una fuerte imagen internacional como asesor en temas de movilidad —especialmente con la empresa Volvo— de la cual él niega recibir dinero, pero que es la misma marca que enlata cientos de miles de personas al día en la ciudad que hoy vuelve a gobernar. Así como lo hace en otras ciudades del mundo, y lo hacía en otras más que ya desafortunadamente salieron del catálogo porque el sistema de buses BRT fracasó, así el visionario insista en que es infalible y quiera hacernos creer que terminar de llenar la ciudad de buses es la solución a la movilidad.
Sí, sí, tranquilos, los ciudadanos educados para dejarnos mangonear vamos a creer que más vehículos atestando la ya congestionada capital son mejores que implementar un sistema de metro responsable, con tranvías y trenes de cercanías, porque a alguien allá arriba le tiene que convenir. A Peñalosa sin duda no, ya nos aseguró que no recibe dinero de Volvo por promocionar sus buses, pero como también sabemos que no le importa mentir sobre temas tan serios como un doctorado, ¿qué más le va a dar mentirle a sus gobernados?, a los que les empezó a mentir desde antes de iniciar su mandato, cuando defendía a capa y espada el metro subterráneo.
Y ni qué hablar del desastre del Bronx, hecho a la carrera, con el afán de mostrar resultados, así hayan sido nefastos, pues cómo más calificar que los habitantes de la calle se hayan diseminado por toda la ciudad y hayan sido llevados como ganado a otras ciudades del país para tratar de apaciguar el miedo de los ciudadanos y comerciantes que empezaron a reclamar soluciones que aún no les han dado.
En fin, en una democracia representativa, donde se supone que el Alcalde representa los deseos e intereses de sus gobernados, es inconcebible que sigamos soportando personajes como Peñalosa, que por el dinero e influencias que pueden tener para que la prensa diga que todo está bien, creen que están por encima del poder del mismo pueblo que los puso donde están, que no tienen que escuchar lo que quieren los ciudadanos, ni mucho menos concertar con la diferencia, porque tienen el poder en sus manos.
No más de esa actitud. El pueblo es el que realmente tiene el poder y así nos hayan educado para que confiemos en el sistema, el sistema somos nosotros unidos y es hora de demostrarle a los politiqueros de toda la vida, que la forma de gobernar está cambiando, que cada vez estamos más enterados de lo que hacen y lo que dejan de hacer con los recursos que son de todos.
No podemos seguir siendo el pueblo que tiene miedo de ejercer su poder. No podemos seguir protegiendo una Constitución llena de mecanismos para que otros los usen. Si hay un gobernante incompetente, habrá que revocarlo e iniciar de nuevo antes de que se dilapiden más recursos públicos.
Y que quede claro que esta no sería ninguna venganza de la izquierda contra Peñalosa, aquí de lo que estamos hablando es de sacarlo de la alcaldía, pero porque se lo merece, porque a kilómetros se percibe que sus intereses aún representan mucho del sector privado.
Y que la prensa no se equivoque, para nosotros también aplica la transparencia de las redes, así que si Semana y El Espectador siguen por ese camino terminarán con menos audiencia que el cada vez más desprestigiado RCN, y eso no hay publirreportaje que lo arregle.