La Quema del Diablo: cuando la tradición amenaza al planeta que nos cobija

Opina - Ambiente

2016-11-30

La Quema del Diablo: cuando la tradición amenaza al planeta que nos cobija

La quema del diablo es una tradición guatemalteca que se lleva a cabo el 7 de diciembre de todos los años a las 6 de la tarde. El historiador Fernando Urquizú relató para el medio de comunicación Prensa Libre, que la quema del diablo surge durante la Colonia, con las luminarias de cera que vecinos colocaban en ventanas y encendían por la noche al paso de la imagen de la Inmaculada Concepción, para representar que su resplandor vencía la obscuridad –el diablo-.

La tradición que se vive año tras año sostiene que el 7 de diciembre debemos quemar todo lo viejo y lo que nos trae malos recuerdos, para poder recibir la bendición de la Virgen al día siguiente, día de la Inmaculada Concepción.

Crecí con esta tradición. Tras finalizar el año escolar (enero – octubre) era tarea reservar todo aquello que debíamos quemar a la puerta de la casa el 7 de diciembre. No creí precisamente en que existía una “purificación” luego de quemar al “diablo”. Es de esas tradiciones que se contagian a través de la costumbre, del porque sí, sin mucha conciencia y menos conocimiento de lo que implica, en este caso, para el medio ambiente la quema de materiales que bien pueden ser reciclados.

Desde las entidades que velan por el medio ambiente, como la Comisión Nacional del Medio Ambiente (CONAMA) mantienen campañas de prevención para las fechas que se avecinan. Invitan a la sociedad a que no se queme hule, plásticos y otros combustibles que ocasionan mayores grados de polución. También, algunos ecologistas han ido más allá y han demandado el fin de la tradición –hasta el momento sin lograrlo-; o por lo menos reducir la cantidad de materiales incinerados.

Es en este punto en que el bombardeo de preguntas para sí llega a desequilibrar la normalidad del actuar. ¿Cómo se reeduca a una sociedad que lleva consigo creencias tan arraigadas? Conservar el medio ambiente, es una tarea exclusiva de los ambientalistas (?). Acaso, como especie somos tan egocéntricos que no alcanzamos siquiera a pensar en el aire que respiramos y que todos, absolutamente todos necesitamos.

Lejos de los muchos estudios científicos que demuestran que el cambio climático y el calentamiento global es un hecho y va en aumento, hay ciertas cosas que vemos y sentimos al pasar de los días; vivimos al filo de los extremos, demasiado calor o demasiado frío. Así todos alrededor del mundo.

La tala de árboles y las ciudades de concreto, las inundaciones y las sequías, la excavación minera y los ecosistemas peligrando, el hábitat silvestre y las especies en peligro de extinción. Así puedo seguir haciendo arrogantes comparaciones, y digo arrogantes, porque cada una de ellas es producto de la mano del hombre. Unos por hacer y una inmensa mayoría por dejar hacer y dejar pasar.

El Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki Moon, en la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP22) dijo: “Mientras el impacto del cambio climático se acelera alrededor del mundo, debemos priorizar acciones destinadas tanto a la adaptación como a la mitigación. Este aspecto también ofrece oportunidades. Las innovaciones en resiliencia son necesarias para ayudar a miles de millones de personas a adaptarse a sequías, inundaciones, aumento de la temperatura y otros fenómenos”.

Asimismo, insistió en la urgencia de aplicar el Acuerdo de París (2015) el cual establece medidas para la reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a través de la mitigación, adaptación y resiliencia de los ecosistemas a efectos del Calentamiento Global; su aplicación sería para el año 2020, cuando finaliza la vigencia del Protocolo de Kioto.

El activista y mundialmente conocido actor de cine Leonardo DiCaprio declaró: “El cambio climático es la amenaza más importante a la que se enfrenta nuestro planeta. Debemos colaborar como una sola voz para exigir que se tomen más medidas en la actualidad. Nuestra supervivencia depende de ello”.

Entonces, entre protocolos, acuerdos, reuniones, foros, convenciones mundiales y firmas que van y vienen, el resto de las especies nos seguimos asfixiando de a poquito. Y como internacionalista lo digo, ante tanto mamotreto escrito queda la leve esperanza de que los grandes líderes mundiales con sus firmas no se queden en la inacción que los abriga el discurso y utilicen el poder que les otorga su investidura para llegar a la concienciación que el cambio climático está exigiendo. Debe existir una demanda ciudadana mundial hacia la responsabilidad que tiene la clase política y sobre todo a los empresarios que han hecho de su avaricia un planeta cada vez menos habitable.

La tarea es de todos, desde el espacio en el que nos desarrollamos. Comprender que necesitamos de los tiburones (aunque nos aterren), de los ecosistemas y del resto de especies; que no vivimos aislados los unos de los otros. Asumir que nuestras tradiciones causan un daño tangible al medio ambiente es una responsabilidad personal, vivimos en sociedad y la empatía con el prójimo y con el planeta debería de ser nuestro único estilo de vida.

Publicado el: 30 Nov de 2016

Gabriela Huertas de la Torre
Social liberal, feminista, pro diversidad sexual, Estado y religión no son vinculantes y sarcástica por naturaleza.