La política en Colombia entre chiste y chisme

Tal vez sea por eso que los famosos «mentideros políticos» son ubicuos en nuestro país, a pesar de que en realidad nadie sabe exactamente donde están.

Opina - Política

2018-04-19

La política en Colombia entre chiste y chisme

Todo parece indicar que el chisme es consustancial a la política. Y es muy significativo, que aunque chisme quiere decir en términos literales transmitir una noticia verdadera o mendaz, bajo el influjo de la política, casi siempre se le entiende como mentira, como engaño o falsedad. Tal vez sea por eso que los famosos «mentideros políticos» son ubicuos en nuestro país, a pesar de que en realidad nadie sabe exactamente dónde están. En efecto, desde la más ingeniosa caricatura, hasta el eslogan mercantilmente asertivo, todo en la realidad política parece un chisme (o un chiste). Aunque, naturalmente, esto tiene sus variantes en el caso colombiano.

En principio hay que aclarar que en Colombia la palabra chisme posee un conjunto de acepciones y significados que resultan completamente exóticos en otras geografías. Chisme significa propalar una mentira, una verdad o una medio-verdad, pero también, transmitir una información de manera personal o íntima con gesto atento y cariñoso, tal como lo deja traslucir la colombianísima expresión «vení te cuento un chisme».

En fin, son tantas las variantes, que incluso chisme puede llegar a significar desde trasto de cocina en la costa caribe, pasando por «baratija», hasta un asunto relativo a las publicaciones periodísticas o de farándula. Por cierto, ¿ha notado que los chismes de farándula parecen estar siempre ofrecidos como si fueran verdades de a puño, aunque, paradójicamente, con la intención velada de ser recibidos como una calculada mentira? Todos parecen tener el siguiente colofón: «Eso  dicen, pero quien sabe».

Por el contrario, los chismes políticos o sobre los políticos, se expresan con ínfulas de verdades históricas, aunque al final se diluyan en la puerilidad del personaje o del hecho al que se refiere: «Todo fue a mis espaldas», «mis hijos son honorables, no son testaferros de nadie», «puedo escribirlo sobre mármol…». Y es ahí donde el chisme se troca en chiste.

En Colombia conocemos de sobra los efectos sociales de practicar el chisme, pues siempre fue una manera de tramitar o agenciar lo político, en especial desde lo local. El episodio del Florero de Llorente, la ventana por donde huyó el Libertador, el «fusilamiento» de Santander por orden de Manuelita, las aventuras de don Tomás de Cipriano, los escarceos amorosos de Rafael Núñez… Y más aún, guerras enteras, como la de Los Supremos o la de los Mil Días, llevadas a cabo por palabras mal dichas o mal entendidas, ¡puros chismes!

Aunque el siglo XX es insuperable en estos temas debido a que no solo maquinizó e industrializó la guerra, sino que se hizo lo propio con el chisme y la desinformación (elemento inseparable de las guerras modernas), el legado que llega hasta nuestros días es sobrecogedor y asqueante hasta el deliro. Con razón Umberto Eco afirmó que «las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas».

Pensando en ello, mientras escribía esta nota entré a Facebook, donde leí en el perfil de uno de mis «amigos» de esa red lo siguiente: «Les dolerá a muchos, pero Uribe le puso impuestos a los ricos para acabar con las FARC. Santos le puso I.V.A. a los pobres para mantener a los de las FARC».

Parece chiste, tal vez chisme. Sin palabras.

 

 

Imagen cortesía de Matador y El Tiempo.

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplyHERNAN ROJO FERNANDEZ

    Andrés, excelente trabajo, no olvidemos que el chisme maligno, fue protagonista de excepción en nuestro reciente plebiscito.

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Andrés Arredondo
Antropólogo. Vinculado a procesos sociales y de memoria en Medellín. Mg. Paz, Desarrollo y Ciudadanía. Adepto a la literatura y al fútbol.