Columnista: Germán Ayala Osorio
A pesar de que los partidos de oposición y otros sectores de poder y de opinión piden el desmonte del Esmad, el Gobierno de Duque señaló que esa fuerza es intocable. Y de manera provocadora, el presidente agradeció a sus miembros por garantizar la seguridad durante las marchas y protestas. El Tiempo, diario gobiernista, informó lo siguiente:
“En medio del paro nacional que vive el país y el cual completa ya 11 días, el presidente Iván Duque decidió hacer una visita sorpresa a los miembros de la Policía Metropolitana de Bogotá en la mañana de este domingo para agradecerles las labores que han desarrollado en medio de las jornadas de protesta por <<garantizar la seguridad, en defensa de la democracia y las instituciones del país>>”.
Después de la muerte del joven bachiller Dilan Cruz, y de varios hechos relacionados con torturas, secuestros y afectaciones en ojos y rostros de jóvenes marchantes, la exigencia del desmonte del Esmad toma una fuerza inusitada.
Sin duda, el Esmad se trata de una fuerza que, de tiempo atrás, actúa bajo un carácter represivo —excesivamente violento—, en el marco de una confrontación armada (enemigo interno) que solo está en la cabeza de los agentes y oficiales que hacen parte de este grupo antidisturbios.
Es decir, los miembros de ese grupo de la Policía (civiles armados) parece que imaginaran que al frente tienen a un enemigo que no solo debe ser confrontado y controlado, sino afectado físicamente o “dado de baja” si es necesario.
Se apela, en esa medida, a la misma táctica de quienes en las selvas se enfrentaron a las guerrillas: herir a varios miembros, porque ello implica que varios guerreros se deban ocupar de los heridos. Y en esas condiciones, lo que se debe proscribir es la cartilla con la que se forman ideológica y políticamente sus agentes. Cartilla que también sirve para la formación de oficiales y suboficiales de las fuerzas militares.
La cartilla a la que hago referencia alude a los discursos y a los procedimientos con los que suelen ser formados y adoctrinados los policías y militares en batallones y escuelas de formación para oficiales y suboficiales.
El odio a los civiles y a la condición civil es uno de esos principios con los que se forman agentes de la Policía y militares. Además de la animadversión a todo lo que huela a izquierda, sindicalismo, y a la defensa del ambiente y los derechos humanos; y a todo aquel que ose criticar al Establecimiento o a un gobierno en particular. A lo que se suman, en particular, los profesores y estudiantes de las universidades públicas y privadas, convertidas en “nidos de guerrilleros”. No es gratuito que al joven Russi, secuestrado por varias horas por miembros de la Policía, lo llamaran “guerrillero”.
Después de firmado el Acuerdo de Paz entre el Estado y la entonces guerrilla de las Farc-Ep, se esperaba que esa cartilla sufriera ajustes, dado que ese “enemigo interno” se desmovilizó en un alto porcentaje, lo que sin duda modificó sustancialmente las características y las dinámicas de lo que se conoce como el conflicto armado interno.
Una vez silenciados los fusiles, desocupado el Hospital Militar Central y afectada la agenda mediática, la sociedad colombiana empezó a comprender, tardíamente, que el único y gran problema del país no era la guerrilla de las Farc, sino la corrupción y ahora, con más claridad, el manejo interesado del negocio de la guerra (compra de pertrechos, equipo militar y policial, incluyendo los implementos para el ESMAD).
Así las cosas, la discusión no puede girar exclusivamente alrededor del futuro del Esmad. Por el contrario, se deben intervenir las escuelas de formación de policías y militares, con el claro propósito de proscribir los resquemores, aversiones y resentimientos.
Todas esas cosas, por décadas, hicieron parte de la cartilla antisubversiva, anti izquierda y anticomunista con la que se formaron oficiales y suboficiales para enfrentar a un enemigo interno que en buena medida hoy ya no existe.
Es un error trasladar a los estudiantes que hoy marchan y protestan por un futuro mejor, a esa condición de “enemigo interno”. De continuar consolidándose esa representación social, habrá más muertos y la represión continuará hasta que el régimen de Duque se acerque, peligrosamente, a lo que el país vivió durante los gobiernos de mano dura (represivos) de Turbay Ayala (1978-1982) y Uribe Vélez (2002- 2010), con la aplicación de sus políticas de seguridad; el Estatuto de Seguridad, para el primero; y la Seguridad Democrática, para el segundo.
Otro elemento que hace parte de esa cartilla tiene que ver con la infiltración de las marchas por parte de agentes de seguridad e incluso, por propios elementos de la Policía y del Ejército, que en muchas ocasiones terminan afectando instalaciones privadas y estatales durante las protestas. Con esto no se pretende desconocer que dentro de las universidades públicas actúan “capuchos profesionales en provocar disturbios y atacar a los policiales”.
Foto cortesía de: CNN
Este escrito de Germán Ayala , es un análisis certero que muestra cómo, desde el poder, se forman verdaderas cuadrillas de matones quienes, en cambio de defender: la vida ,honra y honra de los ciudadanos, los atacan como a los peores enemigos. Para ésto, también, los entrenan para no pensar; porque si pensaran y analizaran, entenderían que, los manifestantes, también están luchando por sus derechos.