Columnista:
Diego L. Amaya
Estoy convencido, al igual que todo el país, que en el Congreso de la Republica que actualmente legisla solo un grupo reducido de honorables, verdaderamente representan los intereses del pueblo que los eligió. Cifras exactas: tan solo 17 congresistas que escasamente componen el 5 % sumando las dos cámaras, de los 275 corporados, están allí dándole el valor que se merece al voto de sus electores. El resto que horror, 258 que forman el 95 % del Congreso, pues que entre el diablo y escoja porque no sirven absolutamente para nada; algunos calientan silla y otros salvaguardan los intereses de sus partidos que no son más que los intereses del uribismo dado el concubinato con el poder gobernante.
Los hechos hablan por sí solos, durante los momentos más duros de la pandemia el cuerpo legislativo no titubeó para irse al “confinamiento palaciego” y con la excusa de atender las directrices de cuidado para no contagiarse, acudieron a la figura de la “legislación virtual” y bajo ese sofisma, le pintaron la cara a todo el país.
Por una parte, la ciudadanía tuvo que tragarse el sapo de ver a congresistas en actitudes totalmente descaradas, desafiantes y sin ningún tipo de pudor sesionar en calzoncillos, jugando rasquinbol en la cama o desde el carro, inclusive insultándose con palabras de grueso calibre; si a eso le sumamos que un número de leyes sin ninguna trascendencia fueron aprobadas, entre ellas la ley del carriel, mientras que aspectos de impacto para la supervivencia de los colombianos más pobres durante la pandemia se hundieron, fueron negados o rechazados.
Datos no menores de la gestión del congreso: Durante 7 meses de pandemia cada congresista ha recibido, además de su salario, $14 millones para gastos de representación que no están ejecutando; es decir, cada uno ha recibido en promedio $98 millones, lo que significa que entre todos los honorables se han apropiado de $26.950 millones . Se negaron a dejar de recibirlos mientras sesionan virtualmente ni tampoco van a devolver lo que ya se embolsillaron, mientras tanto los indicadores de pobreza aumentaron el 35 %. Se negaron a volver a las sesiones presenciales, faltaron a sus deberes constitucionales al omitir la obligación de ejercer el debido control político a las actuaciones del Ejecutivo durante el estado de excepción decretado por Iván Duque, negaron la renta básica para el pueblo hambriento durante el confinamiento, negaron las ayudas para las medianas y pequeñas empresas que generan el 80 % del empleo del país y pagan impuestos lo que ha disparado el desempleo en cifras que sobrepasan el 20 %.
Por si fuera poco, negaron la moción de censura contra el ministro de Defensa Nacional, terminado ese debate con una votación arrasadora contra la oposición, muy desafiante un pícaro de la coalición vociferaba que habían “perdido los vándalos”, como si el clamor de justicia del pueblo fuese una limosna, como si no les pegara en sus narices el olor de la sangre derramada por quienes en las calles han pedido respeto por el Estado social de derecho.
Cuando una corporación como el Congreso de la República que debe guardar la pulcritud de los dioses del olimpo, en aras de mantener no solo el orden democrático y el respeto por la institucionalidad, decide contrariar la tarea encomendada por la Constitución Nacional, y dentro de su concupiscencia se deja seducir por las mieles de la mermelada, y como vulgar meretriz permite el manoseo del Ejecutivo, sencillamente desafía al constituyente primario, y eso es exactamente lo que han hecho los padres de la patria.
Como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, pues el pueblo se cansó y ha tomado la decisión de tomar el toro por los cuernos. La reacción ante tanta ignominia y atropello indecente, se traduce en el deseo de organizarse a través de entidades de veeduría como UN NUEVO CONGRESO 2022 de la cual tengo el honor de hacer parte junto a un grupo de mujeres y hombres valiosísimas y valiosísimos, valientes además, dispuestos a dar el todo por el todo en el desafío que el Congreso nos plantea.
Una iniciativa de lucha desde la ciudadanía que nace en la red social de Twitter y que pretende acabar con las viejas prácticas politiqueras del Congreso, entre las que encontramos el anquilosamiento de dinosaurios que llevan años apoltronados en sus curules calentando silla pero ganando mucha plata y viviendo sabroso por ello; el nepotismo, el tráfico de influencias y el abuso de poder entre otros aspectos, nos llevan desde esa perspectiva a la imperiosa necesidad de dar la lucha por recuperar la institucionalidad, el orden democrático, el Estado social de derecho y la independencia de poderes.
Está más que claro y comprobado que las marchas de protesta, mecanismo legítimo y democrático dentro de las formas de lucha, han sido estigmatizadas por el poder y los medios de comunicación. Esa estrategia de macartizar a quienes buscan la reivindicación de los derechos del pueblo, se ha traducido en un derramamiento de sangre de inocentes en las calles sin que hasta el momento haya una luz de justicia por los abusos de poder de la autoridad. En razón a ello y considerando que tenemos unas herramientas constitucionales, legítimas y democráticas, denominadas mecanismos de participación ciudadana, las aprovecharemos para darles el valor que les corresponde. Desde este punto de partida proponemos tomar de dos caminos el más expedito a través de la iniciativa legislativa popular desde donde buscaremos: o bien un proyecto de ley para establecer las reformas que requiere de manera urgente el Congreso para regularlo o lucharemos por un referendo revocatorio del mismo.
La tarea no es fácil, será muy dura, un locura dirán algunos, tendremos voces de apoyo y muchas en contra, nos inspira la historia de la séptima papeleta, será la batalla entre David y Goliat, pero como la peor diligencia es la que no se hace, pues aquí estamos plantados de frente a este monstruo de mil cabezas dispuestos a derrotarlo.