Los hechos sociales se pueden definir como aquellas maneras de hacer o de pensar que son capaces de ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias individuales; cuando Mario Javier Pacheco García fue postulado como director del Centro de Memoria Histórica se produjo un hecho social, donde un juicio se convirtió en comentario y este se deslizó hacia la sociedad, al igual que una rueda suelta. Aquí les narraré otra cara de esa historia.
La paz no es el cuento de una paloma
“La literatura se nutre generalmente de la realidad, y la poesía, que es un estadio de ella, la retoma para interpretarla líricamente y asumirla con su potencial metafórico que le permite definir lo indefinible y hacer lo inasible; no la falsea. La realidad es más desnuda, más real en la poesía”[1] Mario Pacheco.
“Paloma vuelta quimera,
las peores guerras del mundo
te han hecho su mensajera”
José Bergamín[2]
Cuando Pacheco inició su recorrido por el Catatumbo; territorio ubicado en el Norte de Santander y olvidado por el Estado, donde Megateo, líder del EPL y cercano a las farc, era gobierno y se le rendía tributo; iba solo; llevaba en su morral, materiales impresos que contenían un mensaje de paz; se había impuesto la misión de transmitirlo a las diferentes escuelas de la región.
Pacheco estaba instituyendo “la cátedra para la paz”, de la cual fue pionero; buscaba convertir su sueño en realidad; una paz que naciera a través de las obras, no de las palabras o los papeles. Mediante la “cátedra para la paz” llevaba a cada niño el conocimiento de su región, el entender el origen de las necesidades que tenían y promovía entre ellos, un debate donde argumentaran las posibles soluciones.
Viviendo en la guerra
Para hacer esta labor, Mario Javier tuvo que explicarle a Megateo en qué consistía su trabajo y solicitarle permiso para hacerlo; un grupo de guerrilleros lo escoltó ante su presencia; caminó durante varias horas a través de una espesa selva hasta encontrarse con este líder guerrillero. Tiempo después, las farc lo amenazaron y algunos directivos del Ministerio de justicia le persiguieron políticamente; por ello, salió del país.
“La guerra es el crimen estúpido por excelencia,
el único que no puede alcanzar el perdón de Dios, ni de los hombres.
La guerra está contra la cultura, pues destruye todos los valores espirituales.
¡Señor! La guerra es mala y bárbara;
la guerra odiada por las madres, las almas entigrecen.
Mientras la guerra pasa,
¿Quién sembrará la tierra?
¿Quién sembrará la espiga que junto amarillece?”
Antonio Machado [3]
Investigador, poeta e historiador
Este ocañero pertenece a una familia que se ha distinguido por sus actividades en pro del desarrollo cultural e intelectual de la región; una familia llena de historias; desde aquella, donde Miguel Pacheco, un patriota defensor de los ideales de Simón Bolívar fue torturado y asesinado por los colorados; hasta la defensa que hizo Manuel Benjamín Pacheco, en 1881, para que se plantaran árboles nativos en el parque central, las hermosas ceibas que allí se encuentran, y se minimizara el uso del hormigón; una ciudad donde el principal centro cultural lleva el nombre de Jorge Pacheco Quintero y el nombre de Mario Javier quedó por siempre, en el himno de la ciudad y en la Biblioteca Pública Municipal por decisión del Concejo.
En ese ambiente se formó Mario Javier Pacheco, quien es reconocido por su amor a la historia y cuyas investigaciones han sido aplaudidas por las diferentes academias de la región.
La paz son hechos
Como en el resto del país; especialmente en el campo y las pequeñas ciudades; la violencia golpeó a muchas familias de Ocaña; y no se escapó de esta tragedia la familia de los Pacheco. Para los colombianos es evidente que los civiles fueron los peones de una contienda que se estaba dando en el ajedrez político y solo producía desolación y muerte.
Mario Javier se ha caracterizado por su fidelidad al gobernante que liberó a los colombianos del encierro al cual fueron sometidos por las farc, y en el que se encontraba el país iniciando el siglo XXI; las carreteras del país fueron tomadas por este grupo guerrillero y era imposible recorrerlas sin el temor a ser secuestrado o que se llevaran a alguno de los hijos. Fueron tiempos aciagos para Colombia.
El país estaba en crisis y debía emplearse la fuerza para combatirla; así lo consideraron los colombianos cuando votaron por Álvaro Uribe para presidente en el año 2002; y fue este personaje quien logró derrotar militarmente a las farc; los colombianos aplaudieron esta victoria.
El Centro de Memoria Histórica
La función de reunir la documentación que permita conocer las razones por las cuales el país llegó a esta situación y la forma como se logró replegar a este grupo guerrillero ha sido encomendada al Centro de Memoria Histórica; el cual tiene como el objetivo fundamental que las investigaciones produzcan conclusiones; con las cuales, se puedan trazar lineamientos de acción para evitar que esta etapa de la historia vuelva a repetirse en cualquiera de sus formas; en este Centro se deben recuperar las historias vividas por las diferentes partes del conflicto respetando la diversidad de las visiones de quienes en él participaron.
Muchas horas he pasado debatiendo con mi hermano Mario Javier sobre el camino que debe tomar Colombia; él, defendiendo las ideas de Álvaro Uribe y yo, como defensor de las ideas de Gustavo Petro.
La paz empieza con actitudes
Los objetivos de la paz son los mismos a pesar de que las visiones del cómo hacerlo sean opuestas, únicamente se requiere que las diferencias ideológicas sean argumentadas y se permita el debate; solo así se refleja la riqueza intelectual y la amplia formación política que existe en el país; la diversidad debe servir para que, en consenso, se tomen las mejores decisiones.
Los argumentos para realizar actividades alrededor de la paz deben ser cada vez más sólidos; por ello, es necesario que las fuerzas políticas asuman posiciones claras y contundentes, empezando por rechazar las diferentes formas de violencia o represión y llevar a la practica el hecho que las posiciones radicales son la antítesis del diálogo y son una barrera para la construcción de una paz estable y duradera.
[1] “La paz un ejercicio poético”; Mario Javier Pacheco, Erika Zulay Moreno.
[2] IDEM
[3] IDEM
Foto cotesía de: Conferencia Episcopal de Colombia CEC