La patria sin Nobel

Opina - Sociedad

2016-10-10

La patria sin Nobel

Antioquia no tiene Nobel. Magdalena sí, uno de Literatura, en representación del Caribe. Bogotá ganó el de la Paz hace solo unos días. Antioquia Federal es una nación sin nobeles.

Yo soy de Antioquia. Desayuno con arepa todos los días de mi vida, hablo paisa, a mis amigos les digo ‘parce’, me gusta la música guasca y se me eriza la piel con el himno antioqueño. También doy fe de que las montañas de mi tierra huelen al perfume de la libertad.

Amo mi pequeña patria, pero odio la soberbia del antioqueño, que se cree mejor persona que el resto del país: Medellín es la Barcelona colombiana, pero un poquito mejor; los combos solo existen en la televisión, Pablo Escobar era el «putas» y el Atlético Nacional se da la pela con el Real Madrid. Que el paisa es el más blanco, mono y el más vivo;  que somos raza de negociantes, porque «dizque» todos nuestros ancestros eran vascos y judíos. Que en esta tierra bendita no hay afros, ni indígenas. Que todos son comerciantes y que no hay filósofos ni artistas.

Tener negocio, tierra y mujer bonita es el ideal del hombre paisa en el imaginario popular. La barriga y la camioneta vienen junto con el sombrero aguadeño. Ya sea el de las acciones en el Grupo Empresarial Antioqueño o el del local en el Centro Comercial El Hueco, pues en el fondo, todos quieren lo mismo: ser el paisa dream. Ah, y todas las señoras se parecen a Liliana Rendón.

La noticia es que por cada paisa con plata, muchos otros paisas, no tan afortunados, deben vivir en la pobreza. El departamento de Antioquia ocupa los primeros puestos de inequidad en el país. La brecha que divide a los ricos y a los pobres es la segunda después de Chocó, según las últimas cifras del DANE.

Esto, sumado a que también ocupamos el segundo lugar entre los departamentos con más episodios violentos* después de Cauca, debería hacernos revisar nuestro atrofiado sentido de la autocrítica paisa.

En 1939, el filósofo antioqueño Fernando González describía a sus coterráneos como “gente que mata la vaca del vecino cuando muerde la hierba del cerco divisorio. Gente vengativa. Gentes que han construido habitaciones llenas de comodidades para su pobreza espiritual y que toleran la inmundicia de nuestros gobiernos”. Casi 80 años después, seguimos matando la vaca del vecino. Pero el costo de nuestra viveza antioqueña ha sido muy alto.

Gracias a esa moral colectiva retorcida, en la que “hay que conseguir plata honradamente y si no se puede, hay que conseguir plata”, el negocio del narcotráfico caló muy bien, tirando al traste la vida de miles de jóvenes que tuvieron el sueño paisa, pero terminaron entregando sus vidas para favorecer a unos cuantos patrones.

Por ellos, por los patrones y por el paisa dream, en las urnas hubo mayoría del No en las votaciones del plebiscito por la paz pues, según los argumentos de algunos amigos, en Antioquia somos más inteligentes que en los departamentos que votaron Sí. Pero, la verdad, es que no es problema de inteligencia, es problema de conciencia, y la conciencia de algunos paisas todavía está en los bolsillos.

¡Antioquia, despierta! Llegó la hora de hacer un alto y escuchar a tus ciudadanos del Urabá, a los del Nordeste, a los del Bajo Cauca, a esos que están cansados de que los despojen, de que los asesinen, de que los abusen. Escucha por primera vez a los indígenas, a los desplazados, a los afro, a esos paisas ni tan blancos, ni tan monos y que no son terratenientes.

Escucha a los más de veinte mil jóvenes que salieron a marchar el 7 de octubre en Medellín porque no quieren matarse más entre sí. Ahí está tu esperanza, ahí está tu redención, tu futuro Premio Nobel. Porque hoy, tu ciudadano más ilustre, deja mucho que desear.

*Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, 2013.

Publicado el: 10 Oct de 2016

( 2 ) Comentarios

  1. Replyangela maria chaverra

    Totalmente de acuerdo con usted.

  2. A mi se me siguen comiendo la yerba…

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Pilar Hincapié
Periodista, paisa, poeta, pacifista.