Columnista:
Germán Ayala Osorio
El constreñimiento al elector es una práctica ilegal muy común en Colombia. Desde los propios partidos políticos, empresas grandes y medianas, carteles de la droga, paramilitares y la guerrilla, entre otros más, se induce, presiona, amenaza y se compran conciencias.
La invitación que hizo Sergio González Villa, gerente de Colanta, a quienes recibieron su misiva, de votar por Federico Gutiérrez, es una forma “elegante y sutil” de coerción. Curiosamente, el directivo de la empresa lechera se auto define como un “ciudadano comprometido” con su causa y con la del régimen colombiano que está defendiendo. González deja entrever una idea y un sentido muy particulares de la democracia, restringida y procedimental como les gusta a quienes apoyan al candidato del uribismo.
En la misiva se lee: “estamos viviendo tiempos complejos, se avecina un cambio presidencial decisivo que puede significar un antes y un después en libertad de continuar por la senda del crecimiento y la generación de empleo…el país nos necesita, por ello te invitamos a participar en un acto de supervivencia votando por el orden y las oportunidades para Colombia…Ha llegado el momento de que abandonemos la indiferencia y que ese odio que siente el pueblo colombiano por los delincuentes de cuello blanco, no nos lleve a elegir el rumbo equivocado del país”.
El caso de Colanta se suma al de muchos empresarios que están amenazando a sus trabajadores con el cierre de las empresas si se les ocurre votar por Petro Urrego y si con esos votos, contribuyen a que llegue a la Casa de Nariño. Todos estos casos de coerción electoral tienen en común la empobrecida idea que tienen no solo de la democracia, sino del capitalismo. Además, exponen el talante ético de casi todos los agentes económicos de la sociedad civil que guardan silencio cómplice frente a la corrupción público-privada.
González Villa evita confrontar a los corruptos de cuello blanco, pero usa la presencia de estos criminales, para descalificar a quien desde el juego democrático está proponiendo ajustes en las maneras como viene operando el Estado; el gerente, con toda la mala leche posible, intenta meter miedo a sus amigos, proveedores y asociados, al insistir en la idea del “castrochavismo” y la manida idea de que “nos vamos a volver como Venezuela”. González, sinuosamente, evita reconocer que el gobierno de Duque hace rato funciona igual a como lo hace el régimen de Maduro Moros: tiene en sus bolsillos a la Procuraduría General de la Nación, a la Contraloría General de la República, a la Fiscalía y a la Defensoría del Pueblo.
Como González, habrá cientos de miles de gerentes y empresarios convencidos de que Colombia es un paraíso, justamente por ser la “democracia más antigua de América Latina”. Incapaces de ejercer la crítica, estos “ejemplares ciudadanos” evitan examinar sus roles y responsabilidades, por acción u omisión, en la consolidación del oprobioso régimen de poder que opera en Colombia de tiempo atrás. Sentados en el cómodo lugar que les da ser precapitalistas, se atreven a amenazar a sus empleados con cierres o quizás con la cancelación de contratos si los trabajadores se atreven a votar por el líder del Pacto Histórico.
Estamos ante una actitud miserable, autoritaria y de “mala leche”, fruto de un proyecto ético-político con el que el gerente busca extender en el tiempo sus privilegios, soportados estos en históricos procesos de exclusión de millones de colombianos, los mismos a los que presionan para que voten por el candidato Federico Gutiérrez, alias Fico, el otro ungido de Álvaro Uribe Vélez, el Gran Titiritero de Colombia. A González poco le importa el desastroso gobierno de Iván Duque, el títere del ganadero, latifundista y caballista antioqueño.
Debe saber el gerente de Colanta que así no se construye democracia y mucho menos, ciudadanía. Lo que único que logra con este tipo de actitudes ruines y temerarias es formar personas obedientes, sumisas y sin criterio para pensar y tomar decisiones. González Villa, insisto, exhibe una idea empobrecida, casi infantil de eso de ser ciudadano. Mientras pueda mantener mis privilegios de clase, la suerte de los demás poco me importa, parece decir el gerente. Sergio González termina legitimando la corrupción y el ethos mafioso que se entronizó en gran parte de la sociedad, al presionar apoyos para Federico Gutiérrez, candidato al que acompañan varios clanes, cuyos miembros han sido ya condenados por actos de corrupción.
Adenda: Colanta fue investigada por presunto patrocinio de grupos paramilitares. En este enlace se puede leer sobre este espinoso asunto.
¿Habrá una especial inquina contra Petro, quien en su momento denunció los vínculos de grandes empresarios y políticos con las estructuras paramilitares?