Como todo un dictadorzuelo, José Félix Lafaurie quiere perpetuarse en el poder, en su caso en la junta directiva de Fedegán. Allí lleva más de dos lustros haciendo de las suyas en una entidad que debería estar alejada de matices politiqueros, pero a al todopoderoso José Félix no le interesa eso, por el contrario, gracias a sus influencias con las élites rurales puso a su mujer, una desconocida antes de esto, en la Cámara de Representantes. Sin embargo, tiene el impudor de decir que su labor está exenta de intereses políticos.
José Félix Lafaurie tiene el descaro de decir que los están atacando por sus posiciones frente al proceso de paz, aun cuando él ha negado las masacres de los líderes prorrestitución de tierras.
Tiene el descaro de erigirse como un perseguido político, aun cuando él ha fustigado la ley que pretende devolverle las miles de hectáreas a los campesinos que fueron despojados brutalmente. Tiene el descaro de aducir falta de garantías, muy a pesar de que ha afirmado que en Colombia no existen los ejércitos antirrestitución.
Vehemente y altanero, pedante y misterioso, Lafaurie, hay que recordarlo, se le ha vinculado desde hace varios años con la conformación de grupos paramilitares. Es si no recordar que su asesor, Miguel Narváez, ha sido acusado de ser mentor de los jefes paramilitares.
En 2004, hay que recordarlo, el hoy presidente de Fedegán fue destituido de la Superintendencia de Sociedades, toda vez que la Procuraduría General de la Nación lo sancionó por tráfico de influencias. Y como si fuera poco, estuvo vinculado con la yidispolítica, pero en 2009 su amigo Alejandro Ordóñez lo absolvió junto con los exministros Sabas Pretelt y Diego Palacio.
Al igual que su camarada Álvaro Uribe, a Lafaurie no le interesa alterar la verdad en aras de hacer creerle a los más incautos que está siendo objeto de persecución empresarial y política.
José Félix ha dicho que los mayores despojadores de tierras en el campo son las Farc, pero hay estudios que indican que la lista la encabezan los paramilitares. José Felix ha aseverado que los más afectados con el despojo son los ganaderos, pero Ariel Ávila ha demostrado que son los pequeños campesinos los que más han padecido este infortunio.
Todo lo cual no es extraño, pues han sido los ganadores los mayores financiadores de los grupos paramilitares. Y de la misma manera, la parapolítica, recuérdese el caso Benito Osorio.
Lafaurie está desprovisto de buenas intenciones. Trabaja para él y los suyos. Su mala leche lo ha llevado a atacar inconmensurablemente iniciativas que cualquier que tenga un poco de piedad por los desamparados apoyaría. Hoy distintas asociaciones ganaderas han pedido que deje el cargo que detenta, pero él se aferra a su puesto.
Aduciendo una persecución que política que no existe, el dirigente gremial siembra cizaña en el ya polarizado ambiente del país. Acentúa los odios contra aquellos que no comparten su proceder, difama a quienes les piden su dimisión, desprecia a quienes no soportamos que siga siendo un instrumento político de la derecha temeraria.
Su permanencia en el cargo afecta a los ganaderos honestos, que por culpa de dirigencias como la suya han sido estigmatizados. Si José Félix quiere ayudar al sector ganadero, debe apartarse de una vez por todas de Fedegán.
Pero es obvio que no lo hará como no lo hicieron Jorge Ignacio Pretelt, Luis Felipe Arias, Luis Alfonso Hoyos y tantos otros (la lista es infinita). Lafaurie argüirá persecución ideológica y cosas más rimbombantes (y que serían hilarantes si no fueran peligrosas), como lo proferido por su esposa, quien ha dicho que el gobierno es el sastre de las Farc.
Deje de chupar de esa ubre, José Félix, deje la mala leche.