La izquierda cool y las mentiras incómodas

Colombia está lejos de ser un Estado fallido y muy cerca de ser un capitalismo Gore, un poco sangriento, pero funcional.

Opina - Política

2018-05-25

La izquierda cool y las mentiras incómodas

El sistema funciona, sobre todo para quienes se benefician del poder. Funciona también para quienes ven el vaso medio lleno, para los emprendedores y entusiastas que no se quejan, que no protestan y que cada día se levantan con una sonrisa en el rostro. Para ellos se hicieron los políticos dietéticos de derecha, pero también los de centro izquierda, modernos, audaces, educados y sobre todo muy humildes. “Esos son los políticos que necesitamos”.

En un mundo caótico necesitamos políticos que nos brinden esperanza, que nos reconforten, que nos digan “todo está bien” “yo soy capaz” “yo soy el que soy” y no mamertos que nos adviertan sobre el calentamiento global o la desigual distribución de la riqueza que nos muestran panoramas desoladores, que obviamente no existen aquí, sino en el país vecino, porque aquí todo se minimiza hasta parecer pueril. Aquí donde nada pasa, ocurre hasta lo innombrable.

Hidroituango es solo una muestra de la exageración de los revoltosos, la conveniencia del fatal matrimonio entre la política y los medios: “un charquito que se desbordó y tocó desplazar un par de indiecitos para que no se ahogasen, un par de líderes sociales asesinados y dos o tres familias en proceso de gentrificación», porque claro, los movimientos sociales incomodan y hacen mucho escándalo. Epm ¿Estamos contigo? Es como solidarizarse con el victimario, no con la víctima. Pero al parecer es un novelón, un montaje de los enemigos del desarrollo.

A propósito de víctimas y victimarios, en esta campaña salieron a flote algunos términos de la ciencia política chic, (la que vale la pena, es decir, la que hacen los gringos), neologismos sofisticados para definir viejas prácticas electorales: astroturfing, greenwashing y Pinkwashing palabras sofisticadas, pero que en el fondo definen bien las nuevas tendencias populistas camufladas en programas altruistas; el término «astroturfing» fue utilizado en primera instancia por el senador estadounidense por el partido demócrata Lloyd Bentsen para describir «las campañas de base social artificiales creadas para engañar el público elector». (Stauber 2002 ).

En otras palabras, el astroturf, es una práctica que se produce cuando grupos de interés o grupos económicos apoyan o contratan personajes políticos para representar ciertas creencias u opiniones, que resultan ser ficticias o con fines traslapados, en la mayoría de los casos las personas, apoyan argumentos que resultan ser pura y física demagogia, pues los patrocinadores terminan ejecutando la agenda y las políticas públicas a favor de sí.

El lector deducirá si el término puede aplicarse a algún candidato de derecha a izquierda, si alguien que posa de honesto, de intelectual o de moralmente correcto, está utilizando en realidad una fachada para ganar la atención de cierto segmento políticamente indeciso o abiertamente “tibio”.

No todo lo que brilla es oro, no todo lo que parece verde es ecológico, no todo lo que se pinta de rojo es de izquierda, es algo que, aunque parezca obvio, nunca está demás aclarar.

Algo similar ocurre con el greenwashing o eco-blanqueamiento, algunos personajes se pintan de cualquier color partidista con el ánimo de atraer electores ingenuos, es irónico que personajes como Enrique Peñalosa Londoño, alcalde del Distrito Capital, que ha demostrado un evidente desprecio e ignorancia por el tema medioambiental, haya surgido o haya tenido acogida en el partido o Alianza Verde, que por antonomasia, debería ser el abanderado de la ecología.

Irónicamente otro exalcalde, el de Medellín y también exgobernador de Antioquia, tiene vínculos familiares con una poderosa constructora encargada de proyectos inmobiliarios que no se caracterizan precisamente por su paisajismo ni por el respeto medioambiental. Para la muestra una pirámide.

El pinkwashing es un término usado inicialmente para describir las actividades de empresas y grupos que se posicionan como líderes en la lucha contra el cáncer de mama, pero posteriormente, fue usado para referirse al contexto de los derechos LGBTI y a la variedad de estrategias políticas y de mercadeo dirigidas a la promoción de las diferentes instituciones, países, personas, productos o empresas, apelando a su condición de simpatizantes de dicha comunidad, con el ánimo de ser percibidos como progresistas, modernos y tolerantes (Vasallo, 2016). La filantropía rosa, la tolerancia hecha persona (sobre todo en campaña).

Dicho de otra manera, el despliegue del capitalismo rosa, puesto en la boca de políticos oportunistas, que enarbolan sus banderas, pero que realmente poco se comprometen con la causa. (al menos Ordóñez era abiertamente homofóbico) Este “lavado rosa” es primo hermano del purplewashing o lavado púrpura, que hace referencia a la lucha feminista, un tema candente en un país altamente machista y misógino. Donde la cosificación de la mujer es pan de cada día y la violencia sexual no dan tregua.

Estas elecciones venideras nos van a dejar muchas moralejas, muchos sinsabores también, pero quizás el que más grima causa es saber que se pudo hacer historia y que este propósito no se logró, gracias a una sumatoria de egos que terminó dividiendo en múltiples facetas a una izquierda arrogante que no aprende, que no entiende la importancia de unificar criterios para lograr objetivos comunes.

Muy al contrario, y como es de esperarse, la derecha, aunque unificada a regañadientes, seguramente hará filas ante un solo candidato, cosa impensable en las lumbreras de la izquierda, tan obstinada en defender su punto de vista y sus “principios” que a veces parecen más caprichos que otra cosa.

Claro está, que es más fácil enfilar borregos que poner de acuerdo a un ágora de sabios atenienses, pero en términos de estrategia y marketing vale más la audacia política de la derecha que el pensamiento complejo de la izquierda, más aún, en tiempos de la “posverdad” donde el público no quiere escuchar verdades incómodas, (por ello cambiamos las noticias reales por memes, las explicaciones de los catedráticos por cadenas de WhatsApp) preferimos las realidades ficticias, las mentiras caricaturizadas, algo que nos haga sentir menos culpables o simplemente que le endilgue la responsabilidad a un tercero. Algo que nos mantenga estáticos en nuestra zona de confort.

 

————–

Bibliografía

Vasallo, B. (03 de abril de 2016). Del pornoburka al purplewashing, los trucos más sucios contra el feminismo. El Confidencial , pág. 7.

Stauber, J. «Toxic Sludge Is Good for You: Lies, Damn Lies and The Public Relations Industry Author: John Stauber, Sheldon Rampton, Pub,») 2002

Stacy Malkan. Not Just a Pretty Face: The Ugly Side of the Beauty Industry. (New Society Publishers, 2007), 75.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Jorge Diego Mejía
Coordinador de la Tertulia Literaria Universidad de Antioquia. Normalista Superior, Normal Superior de Envigado. Politólogo Universidad de Antioquia. Columnista de Al-poniente (2017-2018) Colaborador de la Agencia de Comunicación de los Pueblos Colombia-Informa (2018)