Una desazón infinita mezclada de rabia e indignación me invadió de nuevo al toparme repentinamente en redes sociales con el fugaz video de un atentado criminal acaecido el 10 de noviembre en un barrio de la ciudad de Cali, donde las víctimas fueron un hombre de 32 años y su pequeña hija de 2 años, las imágenes de la desgonzada y mal herida pequeña en brazos de un hombre que salió en su auxilio, me estrujó merecidamente el alma…
Hasta dónde hemos llegado en esta infame, corrupta y peculiar Colombia, donde la vida no vale nada, donde los niños, el futuro de este país, son masacrados, abusados y mueren de hambre ante la mirada impávida de todos nosotros y a cuenta de la enseñoreada y cínica corrupción enquistada en todos los estamentos, que erigen esa a la que llamamos nuestra amada patria.
Hasta dónde hemos llegado que ya muchos no se inmutan ni un ápice frente a sucesos como el de la pequeña abusada y asesinada por un yuppie de la alta sociedad capitalina y muchos otros actos repudiables contra infantes a los cuales se les pisotea su inocencia, se le vulneran flagrantemente sus derechos.
Ni que decir de los feminicidios en aumento, las muertes de conciudadanos por hurtarles un celular, una gorra, o por ser hinchas de determinado equipo de fútbol, todo sigue como si nada, haciéndose común y corriente esa abrumante descomposición social y moral, que nos carcome como un cáncer que lamentablemente ya ha hecho metástasis.
Somos tan peculiares los colombianos que seguimos considerando que Colombia es el mejor vividero del mundo, que somos los más felices del planeta tierra pese a todas las vicisitudes que nos aquejan, de la maldita guerra sin sentido que aún no acaba y sigue tiñendo de sangre su suelo, de la descomunal corrupción convertida en un monstruoso pulpo de mil tentáculos, a la que se aúna la creciente y egoísta apatía de cada uno de sus casi 50 millones de habitantes inmersos en las fatuidades que acompañan nuestro día a día, bajo los acordes insensatos de una polarización política alimentada por el irracional fanatismo hacia un personaje oscuro, sediento de poder y venganza, que se autoproclama como el mesías salvador de la patria.
Somos tan Sui géneris que renegamos de los politiqueros maquiavélicos que saquean como su hobby predilecto el erario público y no tenemos remilgo en vender nuestro voto por un billete para perpetuarlos en el poder.
A los colombianos nos parece súper nice posar con una sonrisa de oreja a oreja en una selfie junto a un reconocido criminal de los carteles de narcos que tantas vidas cobraron en ese negro pasado que no se quiere recordar y paradójicamente tienen más relevancia las majaderías del pretty boy Maluma, los chismes sobre Shakira, que el tema sobre el robo descomunal en Reficar, el caso Odebrecht, el cartel de la toga y tantos otros lunares en el rostro de la malquerida Colombia.
Como buenos colombianos preferimos hacernos los de la vista gorda e irnos a ver las películas de Dago García, morbosear con los videos de Esperanza Gómez o seguir a las Kardashian en Instagram, para desestresarnos de tanta maricada que pasa en este país y nos importan un soberano rábano.
Los colombianos vivimos aterradoramente anestesiados frente a nuestra realidad, cual borregos masoquistas, esos mismos que reverberan su patriotismo cuando James Rodríguez y la Selección Colombia hacen goles, ¡juepucha que orgullosos nos sentimos de ser colombianos¡, pero los destrozan inmisericordemente frente a una derrota.
Pero eso sí, nos envalentonamos con gallardía y estoicismo como críticos severos de nuestra poco halagüeña realidad en el anonimato que brindan las redes sociales, pero fungimos el rol de cobardes, hipócritas y doble moralistas como ciudadanos de a pie…
Que nos hará falta para que a los colombianos se nos estruje merecidamente el alma y no pretendamos seguir tapando el sol con un dedo, nos pellizquemos y despertemos a tiempo para emprender, con fehaciente y entrañado compromiso, un cambio definitivo que en verdad convierta a esa, a la que llamamos amada patria, en el mejor vividero del mundo para las nuevas generaciones.
Fácil amigo, nos hace falta educación!!!…. Que nos abra la mente y la capacidad de ser críticos frente a nuestra realidad y tener capacidad para hacer algo para cambiarla.
Yo no sé quién escribió este artículo, pero me le quito el sombrero!! Breve, preciso y sustancioso!! Felicitaciones!!
Totalmente de acuerdo. Muy buen articulo