La historia ignorada de los gases lacrimógenos

El uso del gas en protestas viene siendo criticado, hace años, por los daños a la salud que puede generar y por lo indiscriminado de su uso.  Hay consenso jurídico sobre que ciertos usos del gas constituyen tortura.

Infórmate - Informativo

2021-06-10

La historia ignorada de los gases lacrimógenos

Columnista:

Erick C. Duncan

 

Imagine que un día acompaña a su mamá a comprar algo. En la tienda, que bordea la calle, se ve que afuera hay una protesta y usted, que llega diez minutos tarde, encuentra a su mamá aturdida, asfixiada, con los ojos bañados en lágrimas y sin capacidad de moverse. Imagine que su madre va a desarrollar un estrés postraumático que degenerará en enfermedad psiquiátrica. En Colombia el uso de gases lacrimógenos está monopolizado por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). Aunque todos hemos visto la imagen, frecuente y repetitiva, de una calle que se evapora en medio de los gases, nadie (o pocos) son conscientes de que ese mismo gas hizo un tránsito histórico de la trinchera a esa calle.

Lo que no se sabe, de lo que poco se habla, es de que el uso de gases y su desarrollo se explora por primera vez en el contexto de una guerra, específicamente de la Primera Guerra Mundial en la que se utilizó, en una versión incipiente, con el objetivo de arrinconar a los soldados enemigos en sus trincheras para rociarlos con artillería. Su uso en este contexto le mereció a la guerra el rótulo de la guerra de los químicos. El afán de los países en conflicto era uno solo: crear armas químicas potentes.

El gas dejó de utilizarse en confrontaciones armadas desde la convención de Ginebra de 1925 y su prohibición ratificada en la Convención de Armas Químicas, que entró en vigor en 1997. La prohibición se da cuando se deduce que en la guerra no se deben usar gases como arma ofensiva, lo curioso es que en la protesta pase lo contrario. En palabras del jefe de armas químicas del ejército de Estados Unidos durante la Primera Guerra, Amos Fríes: «es más fácil para el hombre mantener la moral frente a las balas que ante la presencia de gas invisible». Después de este gran conflicto sería el mismo Fries el encargado de crear un grupo de presión constituido por militares veteranos y retirados avenidos a empresarios y abogados para extender y normalizar el uso del gas. Los compradores estaban a la mano: Estados, fuerzas policiales y grupos de choque.

Anna Feigenbaum, profesora de la universidad británica de Bournemouth, dijo a la BBC que la diferencia se hace desde la finalidad. Lo que legítima el uso del gas, según la profesora, es que en la protesta social se usa como agente de control de multitudes y revueltas, no como arma. Como suele ocurrir también en las discusiones serias en Colombia, el lenguaje permite el uso y el abuso. Feigenbaum es la autora del libro Tear Gas: From the Battlefields of World War I to the Streets of Today.

El uso del gas en protestas viene siendo criticado, hace años, por los daños a la salud que puede generar y por lo indiscriminado de su uso.  Hay consenso jurídico sobre que ciertos usos del gas constituyen tortura. Según Amnistía Internacional (AI), encabezada en este tema por Sam Dubberley, «las fuerzas de seguridad suelen hacernos creer que el gas lacrimógeno es un medio seguro para dispersar multitudes violentas, que evita tener que recurrir a armas más nocivas. Pero nuestro análisis demuestra que las fuerzas policiales están haciendo un uso indebido de él, y a una escala generalizada».

Una larga exposición al gas lacrimógeno, condicionada por concentración o cercanía, puede causar edema pulmonar, úlcera faríngea, hipertensión y taquicardia con síntomas recurrentes que pasan por vómitos y diarrea; también se han documentado daños oculares y peligrosas consecuencias en niños, mujeres embarazadas y gente mayor.

Hoy sigue siendo difícil obtener información sobre estos gases. La ONG AI, volcada en una campaña para exigir regulación en el uso del gas, señala que acceder a la información sobre las ventas y distribución de gas lacrimógeno es casi imposible. Ni los propios Estados o comisarías de policía dan información de sus reservas. AI incluyó al gas lacrimógeno dentro del grupo de «armas no letales» de tortura que se mueven al amparo invisible de un mercado internacional.

En la retina quedan algunos de los casos más sonados que se relacionan con el uso del gas, como los cuarenta palestinos que murieron después de verse expuestos por un tiempo considerable a los gases lanzados por el Ejército de Israel en el marco de la primera intifada y la historia de los hinchas, más de cien, que murieron en un estadio de Ghana después de que fueran gaseados y encerrados en el recinto por la Policía antidisturbios, lo que degeneró en una auténtica avalancha de terror y pánico que terminó en el aplastamiento masivo (la historia ya se había dado en el Estadio Nacional de Lima, donde se contaron 301 víctimas mortales tras el partido Perú-Argentina, año 64). Y, por supuesto, el uso indebido y el disparo directo de agentes (sin dejar de lado que las municiones salen del dinero de los contribuyentes) a los manifestantes en el contexto del paro nacional en Colombia, pero esa es otra historia.

 

( 1 ) Comentario

  1. Excelente informe. Además hay que considerar que la fuerza pública está usando estos gases, de por sí ya letales, vencidos. Así resultan más letales aún porque liberan cianuro de hidrógeno.

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Erick Camargo Duncan
Periodista y guionista.