LA HISTORIA ES UNA CARICATURA
En países burlescos, como Colombia, la historia se repite cíclica e inexorable. A veces, la única manera de sobrevivir es mediante la ironía y la sátira propias de la caricatura. En esta columna recordamos caricaturas antiguas que siguen vigentes y que, como nuestro país, a veces dan más amarguras que sonrisas.
Los uribistas tienen tanta, pero tanta moral, que a veces parece doble. Ahora están destrozando la paz, como lo prometió su inhabilitado (y no por honesto) Fernando Londoño. El ataque a la Justicia Especial para la Paz fue de Uribe a través de su títere Duque, quién una vez más, incumple lo que les dijo a sus electores. Las excusas son las de siempre: que la JEP genera impunidad y que no repara a las víctimas. Y, para evitar esa injusticia del tratado con las víctimas, piensan reactivar la guerra que traerá más víctimas. Doblepensar, como el de George Orwell en 1984.
Todos sabemos el objetivo real del Innombrable: que la verdad siga enterrada en una fosa común. Que nadie escriba los nombres de los fundadores paramilitares, autores intelectuales de masacres, despojadores de tierras, etc. Pero, incluso si se cumple su deseo y pasa a los libros de historia como el héroe que hizo un pacto (de Ralito) por la patria, será sólo autocomplacencia, pues el pueblo recordará las atrocidades y las repetirá por generaciones.
Volviendo a la JEP y a los tratados de paz, algo sí es cierto: cierta impunidad queda. A todos nos gustaría ver penas más fuertes contra los actores del conflicto, no sólo guerrilleros, sino militares y paramilitares. Y, desde luego, los que están detrás del saboteo a la JEP, industriales, magnates y terratenientes que nunca tocaron un arma pero financiaron la guerra política y económicamente.
A ellos no les importan las víctimas y son capaces de sacrificar a sus propios soldados acogidos a la JEP para salvar sus nombres; igual, los sacrifican en la guerra como carne de cañón.
Mucho colombiano promedio siente que la JEP no es lo suficientemente punitiva, particularmente con la guerrilla. Esta inconformidad es azuzada por Uribe y sus lacayos, quienes braman por las víctimas, pero votan contra sus curules; afirman que quieren paz, pero no desperdician oportunidad para insultar a sus opositores; que se quejan de premiar a los guerrilleros con curules, pero aplaudieron a Mancuso en el congreso.
Por eso hay que recordarles constantemente su doble moral. Aquí lo haremos con esta caricatura del gran Héctor Osuna de 2005, cuando el gobierno de Álvaro Uribe negociaba con los paramilitares sin acuerdos públicos ni plebiscito.
En la grafía, el comisionado de paz, Luis Carlos Restrepo, hoy prófugo de la justicia como tantos otros próceres uribistas, se ve llegando a Santa Fe de Ralito con la Ley de Justicia y Paz (y paras, dibuja el maestro), y es ampliamente celebrado por los combatientes. No sobra recordarlo, esa ley no trajo ni justicia ni paz y fue muy criticada por las amplísimas concesiones que otorgaba a los asesinatos selectivos, masacres, desplazamiento y demás crímenes de los paramilitares.
Pero los uribistas, que piden cárcel eterna (o plomo, es lo que hay) para las FARC no recuerdan esto, o lo recuerdan con una sonrisa en el rostro. ¿Doble rasero? ¿Uno para los guerrillos y otro para los paracos? ¿Ley del embudo, angosta para los narcoterroristas y ancha para los nobles refundadores de la patria?
Curiosamente, Uribe después extraditó a los líderes paramilitares para callarlos; traicionó a sus antiguos aliados y a su propio proceso de desmovilización. Ya lo dijimos, los uribistas tienen tanta moral que parece doble.
No encontré con precisión la frase «dura ebudum lex sed lex». Encontré Dura lex sed lex. Puede decir que significa. Gracias.
No conocía la oreja roja. Excelente artículo. Felicitaciones. Quiénes son ustedes?