Para las elecciones presidenciales del próximo 27 de mayo, los divinamente, nos dividieron al igual que en el pasado, y los que sí votan juiciosos, están listos para celebrar con lechona, tamal y ríos de aguardiente.
La derecha y la ultraderecha lo siguen haciendo muy bien, deben ser ellos los que le enseñen a JJ Rendón. Los conservadores más recalcitrantes se disfrazaron para las elecciones y se han apropiado del discurso de cambio, salud, medio ambiente e, incluso, renovación; aún cuando propuestas como las de Iván Duque y Germán Vargas Lleras reúnen nuestro pasado más desastroso.
Detrás de Iván Duque está Uribe y todo lo que significa el político al que más amigos lo han traicionado y le han resultado corruptos. También está Ordóñez, el perseguidor destituido que tenía la Procuraduría llena de amigos y familiares.
Incluso está Pastrana, quien instauró el 4X1000 que aún nos extrae dinero de nuestras cuentas para alimentar las arcas de la nación, que a la vez, son robadas en contratos y escándalos como Reficar u Odebrecht, que pasaron de agache en campaña, sin que les corra sangre al rostro al ver caer presidentes y dirigentes alrededor del continente por la misma infamia.
Detrás de Vargas Lleras están los honorables políticos que defiende, a los que ya les pidió que se acabara la robadera —¿Gracias?—, al igual el flamante Cambio Radical, a través del cual se saqueó La Guajira, que ostenta Fiscal y el honor de ser uno de los partidos que más avales ha expedido a candidatos cuestionados y condenados.
También está detrás la gentecita de Santos, que ha sido también la gente de Uribe y de quien la necesite, con el fin de conservar el estatus de los divinamente que siguen viendo la realidad desde la protección de sus vidrios polarizados.
Los divinamente siguen viendo con miedo que nos convirtamos en Venezuela, como si el hambre, la falta de oportunidades y la migración no fueran el pan de cada día de miles de colombianos. O como si dolieran más los muertos de afuera que los más de 10.000 falsos positivos que nos dejaron los gobiernos de Uribe y Santos, que poca noticia fueron para los medios divinamente.
Así, mientras la derecha se prepara para continuar gobernando este país que han convertido en su finca, los pocos brotes de oposición están divididos, peleados, enfrentados entre sí por cuestiones de personalidad, mayormente.
El famoso centro, que no es otra cosa que el hambre de pescar de una lado y del otro, ha dejado claro que es una tendencia inexistente en sí misma. Y han demostrado en qué orilla es que están realmente, al graduar a la izquierda como lo peor que le podría pasar al país y coincidir, de manera fatídica, con la extrema derecha y su campaña de odio a base de miedo.
Porque ser de centro en Colombia es como tener vergüenza de ser de derecha y temor histórico de marcarse al otro lado.
Es lamentable ver a los seguidores de Fajardo, De la Calle y Petro atacándose entre sí porque no se puede decir nada malo de sus candidatos. Al revés, hay que criticarlos, exigirles y ser capaces de enumerarles errores y defectos. Eso es lo que nos debe diferenciar de la derecha que siempre ha alimentado dioses y personas por encima de la ley.
Ser electores críticos nos aleja de ese caudillismo morrongo que hace que el colombiano promedio se queje de que todos los políticos son iguales, mientras tacha con una equis la foto del candidato que menos le conviene.
Ser de derecha no es malo, para nada. Cada quien tiene derecho a pensar y elegir los gobernantes que más le favorezcan, por eso entiendo las camionetas con el microperforado del Centro Democrático; pero no tiene lógica ni razón de ser que les haga campaña un taxista que no tiene seguridad social, un conductor clase media al que no le pagan horas extras o quien sufre meses por una cita médica. ¡Es culpa de ellos!
Hay gente creyendo que si vota por quienes nos han armado uno de los peores sistemas de salud del mundo, va a tener un mejor servicio de salud (porque supuestamente Colombia tiene el mejor tercer sistema de salud del mundo, pero en atención a extranjeros, para continuar ilustrando la colonialidad en la que seguimos viviendo).
Hay gente creyendo que si le bajan los impuestos a los grandes empresarios, otra vez, el salario va a subir y van a mejorar las condiciones laborales. ¡Despierta, Colombia! (como ellos mismos dicen).
Si se analiza y se le pone lógica a las propuestas, apuestas, avances y beneficios de lo que ha hecho y haría cada uno de los candidatos, lo cierto es que no se puede ser pobre, negro, homosexual y uribista, por ejemplo. Pero los hay, porque hay gays que justifican que Duque no tenga propuestas para ellos, diciendo que no todo el mundo tiene que comulgar con la homosexualidad, como si uno por ser gay no pagara impuestos, o no fuera ciudadano y por ende no tuviera derechos, ni tampoco necesidades de cara a un futuro Gobierno Nacional.
Con gran desasosiego y preocupación veo avanzar estos últimos días de campaña, al notar a Vargas Lleras tan tranquilo. Tiene todo para sorprender en primera vuelta con la bancada más grande y una de las más feroces maquinarias, que es el término de moda ahora para llamar a la corrupción electoral que todos vemos, menos quienes deberían sancionarla.
El Centro Democrático ya demostró en repetidas ocasiones que, a pesar de perder caudal electoral y capacidad de endoso, sigue teniendo con qué movilizar votos útiles.
Así que, mientras la derecha y sus ramas extremas se dividen entre dos candidatos, por el otro lado, que ya éramos pocos, se están dividiendo los votos entre tres. Porque a la repartición de ego llegaron la mayoría de políticos y prefieren lamentarse después de las alianzas que debieron hacer y que no se les dio la regalada gana de concretar a tiempo. ¿Renovación? Bien, gracias.
Ah, y hay gente descubriendo que en Colombia se roban las elecciones. Patético. Desolador. ¡Azaroso!
Los colombianos en conclusion resultamos siendo gays pues terminamos poniendole el culo a los politicos cuando salimos a votar por cualwuiera que sea