Columnista:
Andrés F. Benoit Lourido
Hace 2 meses, aproximadamente, recibí en mi correo electrónico personal un mensaje anónimo cargado de odio, insultos y advertencias en contra de mi tranquilidad por publicar opiniones en este medio de comunicación.
Varios compañeros columnistas también han sido hostigados y perseguidos. Y La Oreja Roja ha sufrido ciberataques e intenciones de censura por difundir contenido que incomoda y compromete al poder político de Colombia. La FLIP constantemente y, con preocupación, expresa y denuncia caso tras caso e insta a la justicia a reaccionar.
Pero mi país está lleno de odios. Su cultura es impetuosa, con sentimientos de desprecio al otro que, claramente, son reflejados en las plataformas web y redes sociales y, como consecuencia, exponen la integridad de alguien en su vida física y real; además de la privacidad que en estos tiempos se convirtió en un privilegio gozar de ella.
El mundo digital es un arma de doble filo. Por un lado está la oportunidad de acceso a la información y libertad de expresión; por el otro, la censura y violencia. La web es concebida una herramienta social, y lamentablemente los espacios de comunicaciones digitales son el espejo de la sociedad intolerante y detestable como Colombia.
El panorama digital actual es una dura realidad, tiene un impacto de relaciones sociales con el más alto índice de irrespeto. Los tratos que deberían ser con tolerancia y cortesía están reducidos a los insultos, a las agresiones. Como ejemplo, revisen las tendencias diarias de Twitter y los comentarios escritos en Facebook luego de un post de algún medio de comunicación.
La expresión dejó de ser libre. Los pensamientos individuales segregados y con discursos de odio. La opinión distinta es rechazada con violencia y amenazas; así coartan la libertad, imponiendo miedo. Y la comunicación carece de debate con altura y argumentos porque se convierte en un ataque a la integridad de la persona.
Las estadísticas de Medicina Legal indicaron que el año pasado se registraron 32 homicidios por día. Es decir, 11 680 personas asesinadas son el resultado anual de nuestra sociedad que adaptó esa manera de hacer frente a los problemas y disputas; una cultura de violencia, destructiva y peligrosa.
Creo además, que hay un fenómeno de problemas mentales que debemos tratarnos. El anonimato, la no coincidencia temporal de un comunicado emitido y recibido, y la falta de empatía e impulsos emocionales demuestran que somos humanos con instintos oscuros y agresivos. Eso, los expertos en salud mental, lo llaman «Desinhibición on-line».
En el mundo en línea existe un desahogo sin sentido. Comportamientos criminalizados como el acoso y la intimidación con identidades ocultas. Un lenguaje abrupto, una comunicación sin reconocimiento del otro, de su sentir y pensar. Situaciones que no se pueden simplemente prohibir y que a las autoridades se les está saliendo de las manos castigar. ¿Cuántas denuncias tendrá la Fiscalía hoy?
No culpo a lo canales y espacios del mundo digitalizado. Denuncio la propagación e incitación del odio en Internet, causado por los colombianos que dejamos en evidencia cómo somos realmente. Sigamos denunciando, sigamos diciendo, pensando. Hagamos respetar la vida, el derecho a vivirla y a expresarla. Aunque coarten su libertad con el miedo. Estoy seguro de que somos más quienes queremos construir.