La exclusión social sistemática en Cartagena: Un ciclo de violencia estructural

Cuando nos referimos a Cartagena de Indias, se hace inevitable echar la mirada a esos sitios donde nadie quiere poner un pie.

Opina - Sociedad

2018-04-25

La exclusión social sistemática en Cartagena: Un ciclo de violencia estructural

“Son las 3:00 de la tarde, el sol está templado, quizás la temperatura ronda unos 35 grados bajo la sombra. Es un día normal, el rebusque del día a día, el paso de las busetas que caracterizan a Cartagena. A lo lejos se ve una moto que se acerca esquivando vehículos de manera rápida hasta llegar a su parada. Son dos sujetos con cascos, el parrillero baja, pero no se quita el casco.

La gente camina a su rumbo, nadie se percata de nada, parece una escena cotidiana de mototaxis  y pasajeros. El parrillero ya en tierra completamente, se aleja del conductor que lo transporta, llega hasta una casa blanca y se asoma por una de las ventanas y parece que no hay nadie. Luego se da una vuelta y se asoma nuevamente, pero esta vez por otra ventana. Aún con el casco puesto saca un arma de fuego de entre las piernas y dispara en cuatro ocasiones”.

Cuando nos referimos a Cartagena de Indias, se hace inevitable echar la mirada a esos sitios donde nadie quiere poner un pie, sitios que a su vez representan un 72 % de la población cartagenera, según el informe de «Cartagena cómo vamos». Digámoslo así: Barrios históricamente olvidados y abandonados, por lo menos, por parte de las instituciones estatales.

Afirmo esto porque ese porcentaje de habitantes que ocupan la mayor parte de la ciudad (viviendas de estratos uno y dos, que sobreviven con un salario mínimo legal mensual vigente o menos) fueron y están siendo sistemáticamente marginados. Entendiendo por marginalidad, no solo el proceso de desplazar a una comunidad o un colectivo de los centros a las periferias, sino también como el resultado de una exclusión social sistemática en varias esferas tanto económicas como políticas, culturales, educativas y hasta comunicativas. Es decir, la marginalidad es la búsqueda de una participación social en comunidades afines a sus costumbres y/o necesidades.

En un territorio, la marginación también tiene un sistema de convivencia y de normas que son impuestas por las bacrim (bandas criminales), que son quienes remplazan a las instituciones locales y establecen relaciones jerárquicas de poder en el territorio marginado. Es decir, una clase de control territorial donde operan bandas criminales a través de sus diferentes negocios, ya sean hurtos, extorsiones, microtráfico de drogas, sicariato, prostitución, etc.

Las bandas criminales entregan a las familias lo que se les fue negado en los diferentes escenarios sociales, mientras estas familias convierten a sus hijos e hijas en las carnadas para ingresar a formar parte de los negocios para que estos, como dije anteriormente, les den un estatus dentro de la sociedad donde ya no serán “tan excluidos”. Así, estas les suministran protección a través de sus armas y les dan poder adquisitivo convirtiéndoles en ejemplos hasta dentro de sus propias familias, ya que ayudan económicamente en sus hogares.

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Una joven o un joven de estos barrios es discriminado. Discriminado a la hora de buscar trabajo en zonas de la ciudad, donde al no tener un poder adquisitivo, no pueden ingresar con tranquilidad. Inclusive, discriminados porque se les niega cupos para poder ingresar a las escuelas, provocando la deserción escolar. Discriminados a la hora de tener una participación en la sociedad y es ahí, en esa exclusión, cuando se marginan y buscan otros medios de supervivencia y/o participación en la sociedad.

Quienes controlan estos territorios, a su vez, “capturan” a estos jóvenes. Son ellos quienes les ofrecen un trabajo remunerado, sin importar si tiene estudios o quién haya sido su madre y, a manera de aceptación, se naturalizan los sicarios, los extorsionistas o las prostitutas, como una forma «normal» de vida cotidiana. Y a modo de continuidad también se presenta la apatía por la política, o más bien, la casi nula participación de estas comunidades en la toma de decisiones, ya que el control lo ejercen las bandas anteriormente mencionadas.

Allí radica el problema fundamental de la sociedad cartagenera, gracias a esa pasividad y/o baja participación en los cargos de representación comunitaria.

Principalmente en esas comunidades donde vive la mayoría absoluta es donde entran los candidatos, ayudados de una manera u otra por las bacrim, a comprar los votos de esas familias para seguirlas sumergiendo en la miseria y convertir a Cartagena en una mazmorra de violencia donde precisamente no sobrevive el más fuerte, tal vez sobreviva quien tenga algo de suerte. Suerte que no tuvo la niña de ocho años asesinada de un impacto de bala, de los cuatro que hicieron el pasado 14 de abril, sicarios que iban a asesinar a su madre en el barrio San Fernando.

La madre de la niña hasta hoy se encuentra en estado grave por los tres disparos recibidos ese día.

 

 

Imagen cortesía de El Universal.

 

 

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Iván D. Carmona Herrera
Joven estudiante, militante y trabajador en la inacabable búsqueda por la paz de nuestro país. Luchador por la esperanza de un país con justicia social, constructor de un futuro inacabable, futuro que se construye con la convicción y el empeño del día a día, sin olvidar nuestra dura historia. Nacido en la ciudad de Cartagena, heredero de Benkos Biohó.