La “encrucijada del alma” no es ahora del uribismo, sino de toda Colombia

¿Avanzar o retroceder? Esta es la pregunta que nos hacemos muchos colombianos frente a la actual coyuntura electoral que vive nuestro país.

Opina - Política

2018-06-04

La “encrucijada del alma” no es ahora del uribismo, sino de toda Colombia

De pronto, alguien muy acucioso podría decir: ¿es que hemos avanzado en algo?  Y pues sí, hemos avanzado; no como se quisiera y como debería ser en un país que se precia de tener una de las democracias más antiguas de la región y como demandan las nuevas realidades de la modernidad.

El principal avance es la Constitución Política de 1991, que además de ser un tratado de paz que puso fin al conflicto armado con cuatro organizaciones armadas, M-19, EPL, PRT y el Quintín Lame, algunas de ellas, con orígenes en la misma década de los 60 de siglo pasado, por las mismas calendas de la fundación de las FARC y el ELN; y las otras hacia los años 70, sin duda es el antecedente del fin del conflicto armado con las FARC(Ep) logrado con los Acuerdos del Teatro Colón y ojalá, próximamente con el ELN, que conduciría a Colombia a una era de paz con justicia social, como lo propone Gustavo Petro.

Pero la Constitución de 1991 no solamente cumplió ese papel, sino que fue el encuentro de las distintas vertientes de pensamiento y acción de nuestra nación, quienes de manera libre y proactiva, concluyeron que era posible, con base en la negociación y el consenso, pactar una Carta de Navegación que pudiera introducir a nuestro país a la modernidad, mediante una carta de derechos garantista como la que más; incluyente en materia social y respetuosa y responsable con el medio ambiente.

A pesar de que en muchos aspectos ha sido desfigurada y castrada, lo cierto es que aún permanece erguida y en muchos otros lugares ha sido desarrollada en positivo, verbo y gracia el reconocimiento de la salud como derecho fundamental positivado, aunque presionado por las sentencias de la Corte Constitucional y no vía originaria por el Congreso.

Ahora bien, lo que está en el escenario es el retroceso a los postulados premodernos de la Constitución de 1886 de un estado confesional, negador de derechos y retrógrado en materia de democracia e inclusión. El empeño, no de ahora, sino desde la propia proclamación de la Constitución Política de 1991, es el de volarla en mil pedazos, estallarla, hacerla trizas por parte de las cavernas más retardatarias y oscuras en nuestro país y esa es la tarea que tiene el binomio Uribe-Duque, al cual se le ha plegado un conservatismo abyecto y medieval.

Y ahora, aunque pareciera extraño, el expresidente Gaviria, en cuyo gobierno se promulgó la Constitución, termina en brazos de quienes quieren hacerla añicos, en el colmo del oportunismo político y bajeza moral detestable, a cambio de preservar la presencia, a manera de herencia, de ese ser, de ese ser anodino que es su hijo Simón, al lado de un personaje impotable y gris como es el conservador David Barguil, yerno suyo y cuñado del pequeño Simón, en el propósito de perpetuar las dinastías de apellidos que han cabalgado sobre la pobreza, la exclusión y esperanzas de millones de colombianos.

Y la estrategia es clara y en esto nadie que quiera este país se puede llamar a engaños: El reemplazo de las Altas Cortes por una Corte única es la muerte inmediata de la Constitución Política, de la democracia, del débil estado de derecho y de la posibilidad de transitar hacia una era de paz.

Es por ello, el odio de las élites a Petro y en ello no tienen reparos en establecer los pactos y alianzas más inverosímiles en apariencia, pero que las castas hegemónicas construyen cuando ven amenazados sus intereses oligárquicos.

Gustavo Petro, como todo ser humano, —y él es un ser profundamente humano— podrá tener y, en efecto, tiene muchos defectos, inconsistencias y debilidades que él en su inteligencia y el acompañamiento de su familia y sus amigos más entrañables y cercanos, además, en su estrecho contacto con comunidades diversas, sabrá resolver y resolverá, sin dudas.

Petro es ante todo un ser coherente, lejos de la corrupción que carcome este país, con una biografía de opción por los pobres desde su juventud, tal como lo promueve nuestra tradición judeo-cristiana y, además, con una formación vivencial y de conocimiento sólida, hasta tal punto que en este trasegar de la campaña política les causa temor y angustia a sus contendores cada vez que ha intervenido, además de un conocimiento del país abrumador y consistente. No en vano ha logrado convocar a las plazas a millones de colombianos que lo quieren y acompañan.

Así pues que, ante este momento tan especial en que se podría definir un rumbo de paz, prosperidad, ampliación de la democracia, erradicación de cualquier forma de exclusión y discriminación, un modelo de desarrollo acorde con las nuevas condiciones del cambio climático, entre otras, no se puede equivocar el camino.

Una vez expresadas públicamente las decisiones de Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo y Humberto de la Calle de su opción de votar en blanco, no sé si todavía es válido y posible que retrocedan en su decisión, pero nos queda el recurso, aunque sea como un registro histórico, desde esta trinchera, que es la de la libertad de expresión, la de la confrontación y debate argumentado que representa La Oreja Roja y desde mi columna, hacerles un llamado fraternal, respetuoso, pero también como una súplica, a ellos en particular, en calidad de dirigentes de esa amplia franja que va desde el centro hasta la centroizquierda y que están en todas las formaciones políticas, para que depongan por un instante sus intereses personalistas, válidos y respetables en el sentido estratégico, pero dañinos en el momento presente, para que acepten la propuesta de Petro de cogobernar, es decir, de gobernar con él y con todas y todos los colombianos que ansiamos una patria digna, igualitaria y en paz, no tanto para quienes estamos de salida, sino fundamentalmente para los niños, las niñas y los jóvenes de hoy y de las futuras generaciones, que merecen que les entreguemos un país y un mundo mejor.

Es entendible el anunciado voto en blanco de Fajardo, por cuanto son claros sus compromisos políticos con sectores de la casta hegemónica, aunque con su postura esté echando por la borda cualquier posibilidad de proyectar, de manera cierta, la coalición que alcanzó una apreciable votación de colombianos inconformes con el status quo, a no ser que le apuesten y promuevan el fracaso de un eventual gobierno de la Colombia Humana. Allá él con sus odios.

También es entendible el voto en blanco de De la Calle, ante la voltereta infame del director de su partido y queda la esperanza de que las fuerzas todavía le den para emprender las gesta de refundar el Partido Liberal de Uribe Uribe, López Pumarejo, Gaitán y Galán. Si no es don Humberto, ya van apareciendo, van siendo visibles liberales jóvenes cronológicamente y de pensamiento.

Pero lo que no es entendible, bajo ninguna circunstancia, es la postura de Robledo, compañero de lucha de Petro contra la corrupción encarnada en los carteles de ladrones, lumpen parásitos; los crímenes de lesa humanidad denominados falsos positivos y las posibilidades ciertas de conquistar y construir un nuevo escenario de democracia.

Con la decisión de Antonio Navarro y de Claudia López de sumarse al apoyo a la Colombia Humana, se ponen en un lugar de honor en lo que podría ser un hito histórico, como es, con base en los resultados de primera vuelta, alcanzar una votación cercana a los 2.500.000 votos de las formaciones alternativas para su aspiración a regir los destinos de Bogotá, en cabeza de Navarro o Claudia.

Y ya en términos pragmáticos de construcción de la alianza estratégica entre las formaciones Compromiso Ciudadano de Sergio Fajardo, el Polo Democrático Alternativo y el Partido Verde agrupados en la Coalición Colombia, cuyos dirigentes aspiran a fortalecer y darle continuidad, queda en duda a largo plazo, por cuanto en el PDA, por mayoría del Comité Ejecutivo decidieron acompañar a Gustavo Petro. Igual sucede con la decisión de los Verdes, quienes optaron por permitir que un considerable sector de sus dirigentes y podríamos casi asegurar que la gran mayoría de sus bases, apoyen la Colombia Humana.

Esta situación de inconsistencia en cuanto objetivos, valoración del momento histórico y político tanto al interior del Polo como del Verde, amenaza con abortar en el mediano plazo la importante y necesaria confluencia de Compromiso Colombia, en la cual confiaron millones de colombianas y colombianos opuestos al régimen de corrupción actual.

Por fortuna, Gustavo Petro ha logrado llegar a las bases del desvencijado Partido Liberal, a las bases conservadoras e inclusive del Partido de la U y de Cambio Radical, muchos de cuyos votantes, lo hicieron presionados por un contrato humillante y ya no lo harán ante la catástrofe de ese partido y, además, conscientes de que en la Colombia Humana, ese tipo de contratos perversos no van más.

Petro podrá ganar o perder en esta desigual confrontación electoral. Podrá perder, por varias circunstancias: el fraude, que es un hecho corriente de nuestras malsanas costumbres políticas; podrá perder porque todavía amplias capas de la población, que cada vez son menos, continúen engañadas por el clientelismo, por frases perversas y promesas cada vez menos creíbles; y podrá perder por una mezcla criminal de los factores anotados.

Pero también podrá ganar y este es el miedo de la casta de los poderosos, por cuanto su creciente aceptación popular y de las capas poblacionales intermedias, pensantes y críticas, desplazan su apoyo hacia el cambio que representa Petro.

Y de todas maneras, aun “perdiendo” por la fuerza de las circunstancias señaladas, lo que sí es claro es que la Colombia Humana ha logrado despertar la consciencia de millones de colombianos y esta será una fuerza creciente que, de no ocurrir un crimen de lesa humanidad en la figura de Petro o la instauración de una dictadura pervertida, hace de Colombia un país distinto que empieza a transitar hacia un modelo de nación insertado en la modernidad.

Este 17 de junio millones de colombianos saldremos a votar entusiasmados y esperanzados por la Colombia Humana de Gustavo Petro, con la seguridad de que nuestra amada patria está cambiando, por fortuna.

 

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Imagen tomada de WTOP.com

( 2 ) Comentarios

  1. Ya es hora de un gran cambio ya no creemos en los clanes que vienen gobernando nuestro país desde épocas históricas hasta nuestros días un gran número de nuestra familia sobre todo de jóvenes apoyarán esta vez a Petro

    Luz Mary Barón arboleda

  2. Ese monopolio que tienen los medios de comunicación como Caracol y RCN, donde en pueblos alejados de las ciudades estos son casi única manera de informarse, con las consecuencias que saltan a la vista…

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Carlos Pérez Muriel
Analista de la Política, también de la política y de la "política"... .