Columnista: Fernando A. Carrillo V.
Vuelve el país a ser la comidilla internacional, esta vez por cuenta del pestilente caso Aída Merlano Rebolledo quien hasta hace unos días atrás desertora de la justicia colombiana, luce ahora desde la coraza que le brinda el odioso régimen de Maduro como una perseguida por el gobierno colombiano y por los famélicos lebreles de la nauseabunda politiquería nacional, quienes según ella, querían descuartizarle, por decir lo menos.
Y, sí, a los maléficos gamonales del poder en Colombia, otrora socios de ella, así como al gobierno de turno, su reputación los precede, pero, de entrada, la ruidosa y excéntrica versión de Merlano, deja más estupor que credibilidad.
Estupefacción porque aseveró que tanto el gobierno de Iván Duque como los clanes Char y Gerlein en Barranquilla, así como el polémico expresidente Alvaro Uribe Vélez, querían silenciarla para siempre con el único propósito de que en su desesperada búsqueda de obtener beneficios con la justicia colombiana, delatara una poderosa estructura corrupta y criminal de la que en Colombia todos saben pero cuya matriz, solo ella como pieza importante, podía revelar sensibles y trascendentales detalles.
Ciertamente, según la procesada Merlano Rebolledo, sus aliados en aquella empresa de corruptela inaudita que por décadas ha ultrajado al elector, pervirtiendo la democracia hasta desahuciarla, financiaron su escape y su posterior salida a través de la frontera.
Pero el haber burlado la endeble justicia colombiana le trajo un mal peor: sus mismos compinches que durante meses fraguaron su huida, sobornando conciencias por doquier, la querían libre, no para socorrerla sino para sepultarla.
La versión, a mi modo de ver, pudiera ser creíble si al menos uno de los siguientes hechos tuviera modo de desvirtuarse:
1. Durante las (muchas) veces que habló con su hija desde su presunto cautiverio, jamás le dio si quiera un mínimo indicio del mismo, de hecho todo indica, sus familiares más allegados sabían exactamente en dónde se hallaba, no cautiva; sino escondida.
2. El compañero y amante (Yeico Manuel Vargas Silvera) que desde antes de su captura en Colombia ya la cortejaba, mismo encubridor que la asistió en la fuga que emprendió en el consultorio de Bogotá, cayó junto a ella en el allanamiento que le hiciera la policía venezolana en Maracaibo.
3. Aída Merlano, adulteró documentos, suplantó identidades y fue hallada con media docena de celulares en un actuar que no es propio de quien traspasa la frontera clamando enloquecida un SOS.
Ahora bien, suponiendo que fuese cierto el intrincado testimonio rendido por la “honorable” y cuatrera exparlamentaria, nada pasaría. Porque muy seguramente sus cófrades de ayer y verdugos de hoy, suficientemente conocidos en autos de investigación, que bien cooptado tienen no solo al embargado electorado de una importante parte del país sino a un buen segmento de los órganos de control y ramas del poder público, harán hasta lo imposible para que sus salpicados nombres salgan indemnes.
Amanecerá y veremos, pero, no se puede negar que más allá de la torticera y vulgar estrategia del régimen de Nicolás Maduro de presionar o chantajear a su par en Colombia y del pendenciero y patético ardid de este último de “hacerse el digno”, el ridículo manto de candor de Merlano y el próximo material cinematográfico que llevará seguramente a la pantalla grande la historia de una política corrupta que en tiempo récord “se le vuela” tanto a la justicia como a sus socios que mutados en secuestradores idean su fuga para asesinarla; el vergonzoso “follón” está para alquilar balcón. Entre tanto a cada uno de los implicados pareciera salírsele el aroma a azufre de algún lado.
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