Columnista:
Germán Ayala Osorio
El abuso policial al que fue sometido don Néstor, un adulto mayor que rebusca su sustento con un carrito de dulces, no solo resulta reprochable, sino indignante. Golpeado como si se tratara de un peligroso delincuente, el indefenso anciano, fue maltratado por dos miembros de la Policía de Bogotá.
Una vez se grabó el grave incidente, el video se “viralizó”. La indignación fue tal, que, obligado por la presión de las redes sociales, el comandante de la Policía de la capital, Óscar Gómez Heredia, ofreció inicialmente disculpas a la alcaldesa de Bogotá y, horas después, públicamente presentó excusas al maltratado ciudadano.
Más allá del reconocimiento del error por parte de la Policía, hay en esos hechos, que revisar varios asuntos. El primero, da vida a la siguiente pregunta: ¿A quién obedece la Policía en Bogotá? Lo que no se sabe con claridad es si como institución responde a las directrices de la alcaldesa en su condición de primera autoridad municipal o distrital para el caso, o el manejo discrecional está en manos del general Óscar Gómez Heredia.
En el contexto de una sociedad patriarcal, homofóbica y machista, es muy común que al interior de instituciones armadas como la Policía, existan agentes, patrulleros, suboficiales y oficiales que odien, por ejemplo, a ciudadanos homosexuales e incluso, a las mujeres; recuérdese al agente del ESMAD que se refirió a la alcaldesa, recordándole su “condición” de lesbiana; incluso, y a juzgar por lo acontecido con don Néstor, parece que ahora hay policiales que sienten una especial animadversión hacia ancianos pobres. Toda una contradicción, si se tienen en cuenta los bajos salarios que devengan agentes, patrulleros y suboficiales que a diario deben lidiar con diferentes problemas de la capital del país.
Así entonces, de nada sirven las excusas presentadas por la alcaldesa y por el general Gómez Heredia si entre los dos no se proponen a cambiar la cartilla que sirve de soporte a la formación de los policías. Huelga recordar que este no es el primer caso de abuso policial. O revisan a fondo qué está pasando al interior de ese cuerpo armado, o corren el riesgo de estar cada cierto tiempo saliendo a los medios a ofrecer disculpas.
Las excusas presentadas a don Néstor, por parte del comandante de la Policía de Bogotá, no serán suficientes si él mismo no lidera el proceso de investigación disciplinar que debe abrirse al interior de la Policía en contra de los dos o tres uniformados que maltrataron al vendedor ambulante. Sin duda, los policiales deben recibir una sanción que resulte ejemplarizante para el resto de miembros de la institución armada. La destitución de los policías podría servir para mandar ese mensaje de cero tolerancia contra los abusos que los uniformados vienen cometiendo en Bogotá y en otras ciudades del país.
Ahora bien, si al revisar el procedimiento y las hojas de vida de los policiales se llega a la conclusión de que es suficiente con una sanción menor, sugiero que dentro de las medidas que se adopten, se piense en una actividad de reflexión guiada por la observación de videos relativos a incursiones guerrilleras que terminaron con la captura, retención o secuestro de policías que entregaron sus armas, porque se vieron superados, en número y en ferocidad, por los guerrilleros. Policías clamando por sus vidas a los guerrilleros, puede servir para que los victimarios de don Néstor dimensionen eso de sentirse y actuar como machos frente a un anciano. Ya los quisiera ver a estos dos policiales en zonas de orden público para ver qué de la fuerza empleada contra don Néstor, les sirve para sobrevivir en condiciones apremiantes. La sugerencia parte, por supuesto, de que el proceder de los policiales que golpearon a este ciudadano, es propio de cobardes.
De otro lado, se espera una mayor vigilancia y acción por parte de la Procuraduría General de la Nación y de la Defensoría del Pueblo. Los policiales que golpearon y maltrataron al vendedor ambulante deben ser procesados y disciplinados por el Ministerio Público. Insisto, las disculpas no son suficientes. Es urgente mandar un mensaje claro a los demás uniformados del país.