Siempre será un error y un riesgo hacer política de la mano de dios.
Evangelizar siempre será un acto de irrespeto, de sometimiento y de violencia simbólica y física.
El diezmo es el ‘impuesto’ o la cuota que deben pagar los creyentes, por su incapacidad de pensar por sí mismos.
Dios y Política, como armas de dominación, siempre harán posible que sus líderes se enriquezcan a costa de las mayorías.
La fuerza mesiánica de líderes de izquierda o de derecha, termina por confundir política con religión.
Hace unos días atrás, Ordóñez Maldonado[1] lanzó su candidatura presidencial. Bueno, realmente se trata de una campaña política con visos de cruzada ideológica, en la que muy seguramente confluirán sectores ortodoxos, godos y fanáticos dispuestos a defender “a la Familia tradicional que está en riesgo”.
Realmente Ordóñez sabe que no tiene el carisma suficiente como para arrasar electoralmente. Su candidatura servirá para animar y para distraer al electorado de derecha y ultraderecha que se verá confundido al ver en la arena electoral a aspirantes como Vargas Lleras[2] y al que el caballista, Álvaro Uribe Vélez unja como el candidato que le permita, en cuerpo ajeno, regresar a la Casa de Nari.
Lo que sí tiene Ordóñez[3] es el acumulado clientelista que logró consolidar en los 8 años que estuvo en la Procuraduría General de la Nación; tiempo que usó para convertir el edificio del Ministerio Público en una trinchera ideológica desde donde atacó y persiguió a impíos, al tiempo que guardaba silencio frente a la corrupción en los casos de Reficar y Odebrecht, entre otros.
Ya la revista Semana lo entrevistó para conocer sus propuestas de campaña. En lo dicho a la revista hebdomadaria, destaco las siguientes ideas: “lo que propongo es un proyecto dentro de una gran coalición de los sectores que triunfamos el 2 de octubre. En esos sectores está el Centro Democrático, pero también todos los demás que acabo de mencionar. Pero deben existir unas reglas de juego prontas. Yo aspiro someterme a ellas. Y aspiro a ganarlas y a ser el candidato único de este gran sector en la primera vuelta. Yo soy una opción diferente porque pienso diferente en todas las materias. Desde lo moral hasta lo social”[4].
Al respecto hay que señalar que tanto el periodista, como el anulado[5] Procurador General de la Nación se cuidan de hablar de sectores de derecha o de centro derecha. Además, confirma lo que señalé en una columna[6] anterior: las elecciones de 2018 vendrán con el carácter plebiscitario de la jornada que vivió Colombia el 2 de octubre de 2016, esta vez no para refrendar un acuerdo de paz, sino para iniciar el camino que ya el Centro Democrático[7] y en particular el ex ministro Londoño Hoyos[8], trazaron al país que ellos representan: “hacer trizas ese maldito papel que llaman Acuerdo Final”.
Y nótese que asume el resultado del plebiscito como un triunfo, cuando el asunto con el que se convocó al pueblo a votar en aquella coyuntura, tenía que ver con aprobar o no un acuerdo de paz para ponerle fin al conflicto armado interno.
Es decir, Ordóñez se siente vencedor porque la apuesta ética de evitar más muertos en razón del conflicto armado, fue rechazada por él y por millones de colombianos.
Así entonces, la campaña-cruzada de Ordóñez Maldonado servirá para reeditar lo acontecido ese 2 de octubre de 2016, con todo y la misma estrategia que reveló Juan Carlos Vélez[9]: engañar[10] al electorado.
En la misma entrevista, el fanático religioso[11] que aspira a regresarnos a la Constitución de 1886, señaló: “Desde chiquito pienso lo que pienso. Y nunca me he avergonzado de ello y nunca he pedido perdón por lo que soy. Yo enarbolaré un discurso políticamente incorrecto, desafiando al establecimiento. Así será mi campaña”[12].
En su engañoso discurso, Ordóñez Maldonado[13] sostiene que desafiará al Establecimiento. Miente. Él hace parte de ese sector retardatario del Establecimiento que se opone, entre otros asuntos, a la eutanasia, al aborto, al matrimonio igualitario y a la adopción de menores por parte de las parejas homosexuales. Se opone, además, a la autonomía sexual de las Mujeres.
Poco a poco, esta especie de Torquemada posmoderno[14] deja ver el talante populista con el que hará campaña: “Mi propuesta es reducir los impuestos pues es la única forma de enfrentar el déficit fiscal, la creciente evasión de impuestos, que en este momento es del 4 por ciento del PIB, y la informalidad laboral. Es indudable que la presión tributaria es muy intensa. En unos sectores llega a ser hasta del 65 por ciento”[15].
Imagino que pensará, como lo hizo y decidió el ganadero y presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, seguirle bajando los gravámenes a las grandes empresas nacionales y multinacionales. Olvida el anulado Procurador que uno de los grandes problemas del país es que los grandes ricos evaden impuestos, de allí que la responsabilidad tributaria la estén asumiendo los sectores más vulnerables y los más castigados en materia impositiva.
Insiste Ordóñez[16] en su propuesta, sin asomo de crítica por parte de su entrevistador: “…El Estado no tiene que producir una especie de orgía del gasto innecesario. ¡No! Déficit fiscal cero. Austeridad fiscal. Reducción de impuestos. Se trata de enfrentar al régimen, de enfrentar sus paradigmas”[17].
El ex procurador Ordóñez vuelve a presentarse como un “enemigo del Régimen”. Nada más absurdo que pensar que un funcionario que es capaz de violar la Constitución para favorecerse y generar vínculos clientelistas al interior de un órgano de control disciplinario y defensor de los derechos humanos, pueda considerarse como enemigo del régimen. Lástima que el o la periodista que lo escuchó, permitió que se diera ese insoportable monólogo.
Casi al final del monólogo-entrevista, el ex funcionario y fanático religioso señaló: “lo tengo claro. Hay una gran deuda con la ciudadanía que debe ser saldada y la voy a saldar. ¿Cuál es esa deuda? Se desconoció el 2 de octubre. Eso generó una ilegitimidad en lo acordado y la forma de saldarla no es otra que una Asamblea Nacional Constituyente. Ese mecanismo no será solo para eso, sino para muchas otras cosas, al Estado hay que rehacerlo”[18].
Rehacer el Estado no es otra cosa que derogar la Constitución política de 1991, cuyo espíritu liberal y garantista le molesta a Ordóñez Maldonado.
Abrir la posibilidad de una Asamblea Nacional Constituyente[19], es un riesgo enorme no solo para el actual ordenamiento jurídico, sino para esos millones de colombianos que sí han sabido separar las creencias religiosas de la política.
Ordóñez Maldonado se cuida de hablar de los congresistas, porque sabe que sin las maquinarias de estos servidores públicos su cruzada no tendrá mayor eficacia, lo que significa que no podrá llegar a la Casa de Nariño. O a la de Nari, pues finalmente él actúa y piensa igual a quien mandó en el país entre el 2002 y 2010.
Eso sí, se va lanza en ristre contra la Corte Constitucional, corporación a la que descalifica de la siguiente manera: “Creo que es necesario meterle la mano a la Corte Constitucional pues distorsiona nuestro ordenamiento jurídico. La Corte Constitucional no es un órgano constituido sino uno constituyente de carácter permanente. El activismo judicial ha terminado por desplazar todos los organismos del Estado en cabeza suya. La corte legisla, administra, diseña políticas públicas, y so pretexto de declarar inexequibilidades lo que hace es imponer conceptos y discursos ideológicos para imponer una cierta concepción de vida a la sociedad. Y eso lo hacen cinco personas. ¿Eso es legítimo? ¿Que lo hagan cinco personas que normalmente responden o se deciden por temas ideológicos? ¡No! A la corte hay que rediseñarla”[20].
La animadversión que Ordóñez siente y profesa hacia la CC se explica por las sentencias y fallos emitidos por dicha corporación a favor de los derechos de las mujeres, de los miembros de la llamada comunidad LGTBI, o los autos en materia de educación sexual que incomodaron a este Godo que se hizo reelegir de manera espuria como Procurador General de la Nación.
Y como prueba irrefutable de su intención de gobernar a Colombia con la cruz enredada en un largo escapulario y en una interminable camándula, Ordóñez Maldonado señala que la única fobia que hoy existe en el país es contra Cristo. En sus palabras: “El Estado no puede volver a los ciudadanos creyentes de segunda categoría. Si aquí hay una fobia cada vez más extendida es la cristianofobia”[21].
De esta manera queda el país advertido con la cruzada que recién comienza Ordóñez Maldonado. 2018 será definitivo no sólo para asegurar la implementación del Acuerdo Final del teatro Colón, sino para que los colombianos aprendamos de una vez por todas que siempre será un riesgo meter a Dios en la política.
Y ojalá esa jornada electoral sirva para que se entienda que la política es un asunto público que nos convoca a todos; por el contrario, la Biblia es un asunto privado que debe, por respeto con los demás, permanecer en ese ámbito.