Una semana antes de los atentados en Barcelona, me encontraba en La Rambla buscando un pequeño souvenir que no había podido conseguir en los meses anteriores. Como siempre: ríos y ríos de turistas acaparaban la calle peatonal más transitada de Europa. Por esa calle deambulan ciudadanos de múltiples colores, nacionalidades, olores, orígenes, costumbres y sabores; todos caben ahí, todos tienen un espacio en la ciudad de ciudades.
Ese día venía de la Barceloneta (la playa) y me bajé del autobús en una de las entradas de la Plaza Real y caminé hasta la esquina de la Plaza Catalunya, es decir, hice el recorrido al revés del que hizo, el jueves 17 de agosto, Younes Abouyaaqou, un joven de 22 años que atentó contra la paz, la seguridad y la vida de un centenar de personas.
Del atentado se sabe casi todo: que unos jóvenes fueron adoctrinados por un imán radicalizado (persona que dirige la oración en el Islam) en su pueblo llamado Ripoll, que iban a atentar con bombas en diferentes lugares de Barcelona, pero el sitio donde preparaban dicho atentado explotó, que entonces tuvieron que imporvisar, que uno de ellos tomó una camioneta y manejó en “zig-zag” por La Rambla matando a 15 personas, que después huyó y mató al conductor de un coche para utilizarlo en su escapada, y que todos los terroristas fueron muertos o detenidos por la Fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado español.
A un costado de La Rambla se encuentra El Raval, que es el equivalente a un barrio chino en otra ciudad del mundo. Históricamente ha sido un lugar contracultural, de libertad sexual y de anarquismo. Durante el Franquismo fue el lugar donde se tejieron las redes de socialización: cafés, bares y clubes que iban en contra de la dictadura. Ese lugar transmite un espíritu que el turismo masificado había robado y que ahora los terroristas hirieron fuertemente.
Siguiendo las ideas Foucault y Lefebvre, el espacio se construye con las relaciones y las interacciones sociales, y La Rambla ha sido el lugar de encuentro, ha sido la periferia –aunque se encuentre en el centro- de la ciudad, es decir, es el lugar donde todos aquellos que quieran estar tienen un lugar, donde las minorías marchan, los inmigrantes trabajan, los revolucionarios prefiguran el mundo y las editoriales venden discursos alternativos.
El atentado no solo mató a 16 personas inocentes, también hirió un espíritu de inclusión y de pluralidad que ahora se ve amenzado por la islamofobia y por el discurso fascista de “primero nosotros el pueblo”.
La altura y la grandeza de Barcelona se ve en sus mensajes de respeto para con la comunidad musulmana que nada tiene que ver con los atentados, que profesa una fe tan válida como cualquier otra y que no debe pedir perdón por lo que hace un grupo terrorista que no representa su postura. Las diferentes marchas, los gritos de “No tinc por” (no tengo miedo) han sido la constante en Cataluña, mientras que los diarios más importantes de España no han perdido la oportunidad de sacar beneficio político y atacar a la alcaldesa Ada Colau y a su política social, al Idependentismo Catalán y a todos cuanto pueden.
La tristeza es la emoción que más convoca, es la emoción más colectivizante: los mensajes de solidaridad y fortaleza dan cuenta que Barcelona es una ciudad que intenta representar los valores de la tolerancia y la apertura, y que es importante saber que la ciudad está herida, pero nunca muerta.
Ese día pude ser yo uno de los asesinados, y sería muy paradójico que un colombiano muriera por violencia fuera de su país, ya que de matarnos nos encargamos nosotros mismos.
Adenda 1: El Estado Islámico ha tenido mayor impacto que Al Qaeda debido a su objetivo concreto de un califato en un terreno definido, es decir, en una geografía específica. No se trata de un hecho abstracto como hacer la yihad (guerra santa) por la palabra divina, se trata de hacerla para consolidar un Estado-Nación en un territorio que se encuentra entra Siria e Irak.
Adenda 2: Los terroristas fueron aleccionados en la Takfir Wal Hijra, que es una de las corrientes más radicales del fundamentalismo, lo que resulta un reto para las autoridades, ya que sus seguidores tienen el permiso de camuflarse practicando todos los “vicios” occidentales: fumar, beber, comer cerdo, drogarse, etc. Tienen permiso de delinquir para financiar la guerra, lo que hace que pasen desapercibidos como delincuentes menores y puedan reunirse en total clandestinidad ¿Cómo vigilar aquello que se parece al ojo que vigila? ¿Cómo diferenciar cuando no existen diferencias?