Disímiles comentarios se tejen alrededor de “La casa de las flores”, nueva producción de Netflix Latinoamérica, que marca el retorno de la primera actriz mexicana Verónica Castro a la pantalla, después de un largo receso y lo hace de la mano del escritor y productor de esta peculiar serie, el señor Manolo Caro, a quien ella misma ha catalogado como un hijo más.
Un buen porcentaje de seguidores de la plataforma, analistas de medios, periodistas de espectáculos y blogueros, se sienten congratulados de que en México se produzcan este tipo de propuestas televisivas que entremezclan elementos poco usuales, como el humor negro entretejido con el melodrama desparpajado, que se hilvana a través de temáticas actuales y aun polémicas para una sociedad latina conservadora y de repente mojigata, reticente a que en telenovelas, películas y series se aborde abiertamente asuntos espinosos como la transexualidad y la homosexualidad.
En mi caso particular, encuentro en “La casa de las flores” similitudes estructurales a series como Desperate Housewives y cierto deje “Almodovariano” que va despertando creciente curiosidad y sin querer, te lleva a seguirla con menos aprensiones, todo gracias a la empatía con ciertos actores y sus personajes.
Por fin vemos a Verónica Castro adueñada de un personaje lejos del estereotipo clásico que encarnó por varias décadas, es una delicia ver a actrices como Cecilia Suárez apeada con propiedad de Paulina o la frescura del promisorio actor Darío Yazbek Bernal en la piel de Julián.
De cierta manera “La casa de las flores” saca del closet la doble moral y esos mortificantes tabúes de identidad sexual y nos enfrenta cara a cara con una realidad que muchos pretenden seguir ignorando, anteponiendo recalcitrantes preceptos morales y religiosos, desconociéndose arbitrariamente los cambios generacionales y la enjuiciada diversidad del ámbito sexual humano.
Se avala el interés de Manolo Caro por forjar su propio sello como escritor, director y productor con apuestas interesantes como ‘No sé si cortarme las venas o dejármelas largas”, ‘La vida inmoral de la pareja ideal” y ahora con “La casa de las flores”.
No faltan quienes sin compasión subestiman producciones como “La casa de las flores”, por el simple hecho de tener manufactura latina y no se dan la mínima oportunidad de disfrutarla, con todos sus aciertos y desaciertos, en contraposición se dedican a encumbrar obsesivamente cualquier producción anglosajona por más mala que esta sea. Consideran que aquí aun andamos en pañales y nos falta mucho pelo para flequillo en lo inherente a producir series consideradas de alto nivel.
Disfrute “La casa de las flores” sin aprensiones y obviamente espero que Manolo Caro nos ofrezca una segunda temporada con varias sorpresas y como diría Paulina: “ Eso-sí-muy-chi-da-la-ne-ta-que-sí”.