La Boquilla en Cartagena

La Boquilla resiste para no repetir la misma triste historia de otros territorios. No en vano muchos se preguntan sobre la consigna populista, para inocentes incautos, de «erradicar la pobreza en Cartagena».

Infórmate - Ambiente

2021-11-09

La Boquilla en Cartagena

Autor:

Alejandro Álvarez

 

Hoy en día todos los fundadores de la Boquilla están muertos. Quedan sus familias, las cuales heredaron sus raíces; nativos que nacieron y viven en esta tierra, y que encontraron su sustento en las bondades que esta tiene para ofrecer: un mar abierto y la Ciénaga de la Virgen donde los pescadores no solamente alimentan a sus familias, sino también al resto de la ciudad. En la Boquilla viven unos 20 000 habitantes que resisten a ser los futuros Desterrados del paraíso, como escribió Alberto Abello en su libro para referirse a la discriminación racial histórica de Cartagena. Una ciudad acrítica, de transformaciones urbanas, llena de contradicciones: lo privado prima sobre lo público. El capital sobre el patrimonio cultural. Fenómeno que no cesa; vuelve, se repite y aún persiste. 

En Cartagena, capital del turismo colombiano, el verdadero turista es el cartagenero. La ciudad no fue pensada para ellos. En tiempos de pandemia, el centro histórico parece una ciudad fantasma, el gran complejo inmobiliario que se ha extendido en la Boquilla no son más que unos inmensos edificios vacíos que irrumpen el paisaje y que retratan la ausencia dentro de sus apagadas y lúgubres fachadas blancas.

Las políticas públicas de la ciudad fueron diseñadas para poner a rodar la pobreza. Rodar la pobreza detrás de una gran muralla invisible para que no se vea. En los años 30, Pekín, Boquetillo y Barrio Nuevo fueron desalojados. Lo que hizo el gobierno de ese entonces fue esconder la pobreza. No ha habido una política para revitalizar una zona popular, por el contrario, se desaparece, se esconde, se rueda hacia un límite donde sea invisible.

Recordemos también el traslado del mercado de Bazurto con la construcción privada del centro de convenciones, el desalojo de San Diego, el rodamiento de Chambacú y la inmensa agonía de Getsemaní, un barrio que resiste a desaparecer como los otros. Nuestras memorias del subdesarrollo son precisamente producto del «desarrollo». La pobreza material resulta mínima en comparación a la pobreza mental y mezquina de los dirigentes que planificaron la ciudad. Aún tenemos el cadáver levantado de Aquarela, como una inmensa estatua que nos recuerda la corrupción voraz y rampante en que se ha cimentado la ciudad.

Cartagena no tiene una sola calle ni un solo callejón que no nos conduzca a la historia; no obstante, guarda dentro de sus fachadas la tradición del desarraigo, una gentrificación —o invasión cultural— voraz incapaz de preservar y generar su identidad: memorias de un desarraigo. 

Después de quedar aislados y sepultados bajo el viaducto de la vía hacia Barranquilla, nacieron los tambores de la resistencia en la Boquilla. Con residuos que dejó la inmensa obra, los habitantes de la Boquilla fabricaron sus tambores. Nuevamente: los llamaron Los Tambores de la Resistencia. 

La Boquilla resiste para no repetir la misma triste historia de otros territorios. No en vano muchos se preguntan sobre la consigna populista, para inocentes incautos, de «erradicar la pobreza en Cartagena». Un proyecto de ley impulsado por el senador Fernando Araujo para crear un fondo que permita hacer inversiones en los barrios pobres de la ciudad. 

«El Fondo es un instrumento que crea esta ley para que tenga mayor valor institucional, pero no tiene burocracia y tendrá que ser operado por una entidad ya existente. Funcionará como una fiducia, sin tener personería jurídica, como una especie de cuenta especial con un organismo de gobierno interesante», dice Araujo.

¿Interesante para quién, senador? Serias dudas e intranquilidad inconmensurable. Vale la pena recordar el lamentable episodio del escándalo de Chambacú, que surgió por la muy dudosa negociación y obtención del predio a nombre de la familia Araujo. El desalojo de Chambacú se hizo después de determinar que era un barrio de invasión.

Vale la pena preguntarse, ¿quiénes son en realidad los invasores?

Documentalista, cineasta y periodista basado en Cartagena. Mi interés porque la ciudadanía tenga herramientas, sentido de pertenencia y una mirada critica de lo que históricamente ha vivido la ciudad.

 

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Alejandro Álvarez
Documentalista, cineasta y periodista basado en Cartagena. Mi interés es porque la ciudadanía tenga herramientas, sentido de pertenencia y una mirada crítica de lo que históricamente ha vivido la ciudad.