En la última encuesta integrada de Mercado Laboral del DANE, se determinó una tasa de desempleabilidad de 12,8%. Es una de las más altas en los últimos años. Esto significa que actualmente son 3.122.118 personas que no tienen un trabajo estable. Por lo tanto, a falta de oportunidades, muchos deciden dedicarse al rebusque; a solventarse informalmente.
La Ley de Financiamiento de este Gobierno, generó cientos de despidos y recortes presupuestales. Los más nombrados fueron de Coca – Cola y La Casa Editorial El Tiempo.
Por otro lado, quienes pertenecemos a la clase media, a la clase trabajadora, los impuestos no nos favorecen, nos están cobrando dinero hasta por respirar y, a propósito, un país que contiene un aire muy contaminado.
En Colombia las condiciones laborales son absurdas y explotadoras. Pertenecemos a uno de los países de Latinoamérica con la jornada de trabajo más extensa y, paradójicamente, menos productiva, porque culturalmente mantenemos vivo aquel pensamiento arcaico de que entre más tiempo permanezcamos en nuestros lugares de trabajo, más estamos produciendo.
Hay una crisis laboral y cada día empeora. La alta tasa de desempleo y la informalidad, ha generado trabajadores explotados y mal llamados «emprendedores independientes», acogidos por las nuevas plataformas servidoras e intermediarias como Rappi, que emplean sin regulación y todo bajo la premisa teórica futurista de la Economía Colaborativa.
Evidentemente todo está migrando a la digitalización. Estamos viviendo una revolución con nuevas relaciones productivas, intercambiando bienes y servicios con plataformas digitales; así, sin pedir permiso, masivamente consumimos en exceso. Es cierto que este mecanismo de obtener bienes y servicios nos da eficiencia para ahorrar tiempo, nos complace caprichos de que lleguen servicios y cosas hasta la comodidad de los lugares en donde nos encontremos, etc. Sin embargo, ¿qué pasa realmente con aquellos empleados de este sistema expuestos a abusos en sus condiciones de trabajo?
Teniendo en cuenta el elevado índice de personas sin ocupación en Colombia, la mayoría se vincula con la Economía Colaborativa con esperanzas de ser su propio jefe, el próximo emprendedor Arturo Calle de la era moderna, apoyado por la Economía Naranja de Iván Duque.
Por ejemplo en Rappi, se tiene un horario flexible, se genera los ingresos que quiera porque no hay límite de ganancias, llevando pedidos por $3.700 con pasión y orgullo, y con una sonrisa así se les estén reventando las piernas por la bicicleta.
Entonces quienes son pertenecientes a los más de tres millones de desempleados del país, tienen la oportunidad de entrar en los negocios digitales y adoptar una cultura del trabajo obsesionado con actitud siempre positiva; no importa que no se cuente con seguridad social, ni regulación, o respaldo del Estado por una explotación laboral, a pesar de los millonarios ingresos que una plataforma digital devenga o la valorización actual por ejemplo de Rappi con US$1.200 millones. De todo eso no les alcanza para retribuir y darle mejores garantías a los «emprendedores» que trabajan en bicicleta por las ciudades principales.
No de gratis continuamos siendo uno de los países más desiguales en el mundo, según el coeficiente Gini del Banco Mundial. Hasta finales del 2017 se afirmaba que Colombia ocupó el séptimo puesto por la desigualdad. Y respecto a la pobreza monetaria en el mismo año, el DANE aseguró un porcentaje de 26.9%, casi 13 millones de personas a nivel nacional más una pobreza extrema de 7.4%.
Ahora el panorama del casi 13% de desempleo es más alto respecto al 2017, así que, proporcionalmente, elevamos la desigualdad en este 2019 por la falta de dotación de recursos para poblaciones en pobreza, y el no fortalecimiento digno de oportunidades e ingresos laborales.
Percibo una sociedad injusta y abrumadora por una estructura económica monstruosa y dividida; esta es respaldada por avaros de la política. Un país que le fue arrebatado la posibilidad de distribuir mejor tanta riqueza, porque sigue en función para unos pocos del sector privilegiado. El mercado y los negocios están por encima de quienes viven en condiciones indignas, los millones de dólares en crecimiento a favor de la economía nacional, tiene más valor que los millones de pobres y desempleados que están también en aumento.
Foto cortesía de: El Tiempo
Para complementar tus argumentos que son muy ciertos y retomando el ejemplo de Rappi, los que se ven favorecidos son los mismos productores de siempre que se benefician con mayor venta de sus productos!!eatas empresas o plataformas deben dedicarse a la venta de productos de Pymes para el favorecimiento de nuevos emprendedores
Exactamente. Ahí sí se puede llamar -Emprendimiento-.
Muchas gracias Beto por el comentario.
La pobreza monetaria en Colombia, no supera a la pobreza intelectual a la que también están obligados y sometidos los colombianos. Un país donde el monopolio de las comunicaciones es propiedad de las esferas más favorecidas, aquellas que impulsan «la libertad de expresión» cuando en realidad promueven la «libertad de manipulación» en detrimento de todos aquellos, que representen un obstaćulo para empoderar sus privilegios económicos, sin importar por encima de quien tengan que pasar. Esa maquinaria de propaganda política, incesante, enturbiadora, que sin cesar y de desde todos los rincones intenta apoderarse de la opinión de las gentes, es el mayor logro de la élites hegemónicas sin la cual, su poder relevate no hubiese perdurado hasta nuestros días.