La Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala (ODHAG) dio paso a la creación del proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) dirigido por Monseñor Juan Gerardi. Dicho documento recabe investigaciones y entrevistas que relatan la dura represión militar en el país hasta llegar a la firma de los Acuerdos de Paz.
“Guatemala Nunca Más” un compendio de cuatro tomos relata lo más cruento de la represión y del conflicto armado interno. Miles de testigos y víctimas tuvieron la oportunidad de ser escuchados – por primera vez -. El reporte culpa de masacres, torturas, violaciones masivas, desapariciones forzadas, mutilaciones y otros; al ejército de Guatemala.
Siendo tal la historia acuestas en Guatemala que solo pasaron dos días después de la publicación del informe (REMHI) para que asesinaran a Monseñor Gerardi brutalmente con piedras, destrozándole el cráneo al punto de quedar irreconocible. Todo esto allá por abril de 1998.
Los enredos, el tráfico de influencias, escenas del crimen confusas y versiones contradictorias fueron y han sido comunes para la sociedad guatemalteca. Sin embargo, llegamos a tener algunos nombres vinculados al asesinato de monseñor privados de libertad. Allá por enero del 2000, el Capitán del Ejército fue capturado. Él fue, tal vez, el militar más controversial y polémico que Guatemala ha visto en las últimas tres décadas. Condenado a 20 años de prisión por su complicidad en la muerte de monseñor en agosto del 2001; su nombre: Byron Lima Oliva.
Un hombre sagaz, conocedor de la realidad nacional, coloquial para hablar, odiado y amado, de discurso combativo, de derecha recalcitrante, intimidante y sumamente hábil. A tal punto que llegó a ser nombrado por la BBC como “El preso más poderoso de Guatemala”.
¿Qué le otorgó tal título?
Pues, ser considerado el líder de una red criminal que consiste en el control de los centros carcelarios. La transferencia de presos de un penal a otro bajo el cobro de US$6 mil, lavado de dinero, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencias y uso de teléfonos celulares de forma ilegal; todo desde la condena y su poderío adquirido. Pero esto no sucede porque el capitán haya sido un gran delincuente. Vio en carne propia el abandono en que permanece el sistema penitenciario y él con su liderazgo innato, lo tomó.
Las cárceles del país, como en muchas de la región latinoamericana, son controladas por sus inquilinos y sus excesos. El hacinamiento es aberrante e infrahumano.
El costo por reprender delitos nos cuestan cada vez más a los contribuyentes. Hay quienes opinan que la solución es construir más cárceles, otros le apuestan a la prevención del delito. Lo cierto es que poco se está haciendo para fortalecer el Estado de Derecho, ese que solo existe en los discursos de los políticos y su inexistencia la padecemos todos en el día a día.
Estamos en julio de 2016 y Guatemala vio que “el preso más poderoso” presuntamente fue atacado. Siete disparos (5 en la cabeza y dos en extremidades, afirma la autopsia) bastaron para afirmar que:
Por el fortalecimiento a la memoria histórica el sistema de justicia queda debiendo y el sistema penitenciario pudo haber hecho de un privado de libertad un mártir de la derecha más conservadora y recalcitrante del país.
Y sostener así, que los gobiernos suelen tener algunos golpes de suerte pero siempre gozan de incapacidad para aprovecharlos.
De hoy en adelante tendremos a bien dar por sentado los desmanes de la impunidad. Aquellos que tan solo ayer sospechábamos existían. Temas como la prostitución consentida por las autoridades. Los privilegios de unos sobre otros aún desde la condición de ser privados de libertad. El consumo y tráfico de drogas y alcohol como necesidad a la sobrevivencia. Las torturas, las golpizas y los excesos de la fuerza. Las condiciones de «vivir» unos encima de otros, literalmente. Y un asqueroso y muy largo etcétera.
Lo ocurrido el 18 de julio de 2016, nos desnuda a nuestra peor versión de sociedad y lo que hemos permitido tener por autoridades. Ahora la autocrítica duele más y en la más dura adversidad del sistema, toca seguir.