“Este mundo no va a cambiar, a menos que estemos dispuestos a cambiar nosotros mismos” (Rigoberta Menchú)
Cuánta razón encierra una frase a la que todos los días le podríamos hacer un poco de caso y empezar, por lo menos, cambiando la palabra “mundo”, que es mucho para nosotros, por la palabra “país”, “región”, “ciudad”, “pueblo” o “familia” por lo menos, para empezar.
Los colombianos somos un colectivo bastante particular, diverso y acalorado a la hora de entrar en una discusión, o simplemente dar nuestra opinión y no respetar la de los demás. Basta con ver a unos hinchas de diferentes equipos discutiendo, o como se han acostumbrado últimamente, peleando. Nos cuesta un poco aquello de la tolerancia y si nos tocan el fútbol, la política o la religión, y más nos cuesta no reaccionar de una forma airada. Y no es raro, nos parecemos a quienes seguimos y la verdad, acá modelos a seguir hay muchos, pero escogemos como ejemplo de vida a lo peorcito.
Es difícil poner a varios de nosotros de acuerdo y eso no solo pasa aquí, pasa en cualquier parte del mundo. Un honorable político no nos puede tener a todos contentos, tal y como pasa con nuestro presidente actual, al que muchos llaman bobo, pero que en su vitrina tiene un Nobel de Paz. Presidente que tuvimos que elegir como la opción menos peor de los comicios anteriores, ¿lo recuerdan? Cuando por pereza, todo un grupo de indignados creía que el otro iba a votar y así sucesivamente, hasta que quedaron las dos peores opciones en la segunda vuelta.
Sí, somos un país en el que todos estamos enterados de lo que pasa en política. Sí, somos un país con una cantidad de jóvenes considerable y que si se unen, es capaz de cambiarlo. Pero nos dormimos pensando que el otro va a tomar la iniciativa, que va a hacer lo que debemos hacer en conjunto y nos decimos a nosotros mismos, cada uno: “uno más, uno menos, qué más da…somos mayoría”.
Y resulta que esa mayoría que creemos ser, se queda toda en casa, detrás de una pantalla. O ¿por qué creen que fallaron todos los pronósticos del plebiscito? Bueno… a parte de la estrategia tramposa de la que no vamos a hablar aquí.
No dudamos en indignarnos por cosas que de verdad merecen la pena y nos volcamos a las redes sociales a dar nuestra opinión, ya sea errada o acertada, pero ahí estamos presentes, opinando. ¿Por qué no hacemos eso con el voto?
¿Qué se debería hacer para motivarnos a salir a votar, tal como no lo hicimos por estas fechas en el 2014 y tal como no lo hicimos con el plebiscito? Algo se debe hacer para trabajar la unión de la juventud en Colombia. Está demostrado que cuando los jóvenes se unen, vienen los cambios; no solo a nivel político, sino a nivel cultural, lo que es más importante aún, teniendo en cuenta la diversidad tan rica que tiene el país en los diferentes campos. Colores, ritmos, sabores…
Estamos pecando en unión y en acción a los que hace tiempo se nos dijo que éramos el futuro de la nación y no debemos ser representantes de una indignación aperezada. Afortunadamente somos una generación más informada y con más opciones, aunque la sociedad política nos haga creer desde hace años que solo hay dos. Demostremos que somos el presente y que podemos gritar con una sola voz. No nos quedemos lamentando lo que no fue, detrás de la pantalla en la que estamos leyendo esto. ¡Debemos creer y crear un país mejor!