Columnista:
Arbey Jair Peña Peña
Como especie y sociedad tendemos a la búsqueda de progreso o bienestar, esto siempre amerita cambios y transformaciones, ya sea que nos refiramos a aspectos económicos, emocionales, de formación profesional, artísticos o deportivos, ese propósito de superación o de mejora no es posible si no se es consciente de que, para lograr resultados distintos es necesario dejar de ejecutar las mismas acciones. (parafraseando a Albert Einstein)
Pero a pesar de saber esto, cuando la voz de un joven se hace sentir nos encontramos con la que podría ser la primera y mayor piedra del camino, pues hay que admitir que, en nuestro país, al igual que en la mayoría de sociedades del mundo, aunque se deposita en los jóvenes la esperanza de un futuro mejor, es común notar que cuando expresan su punto de vista acerca de algunos de los distintos fenómenos sociales (conflicto armado, desigualdad, medio ambiente, economía), su opinión es desestimada o se le resta valor, y lo peor, se llega a poner en duda su capacidad a fin de comprender «correctamente» la realidad histórica y actual, desconociendo su facultad para sacar conclusiones y propuestas frente a los fenómenos y problemáticas sociales.
Ante tal panorama, es difícil sostener que para ellos (o nosotros) exista la democracia participativa, pues pareciera que la opinión de un joven es «bien recibida» por su familia o comunidad, solo cuando esta resulta ser consecuente a lo que su círculo social considera «correcto».
Entonces, los jóvenes quedan atrapados en un dilema, donde las únicas opciones son:
- Exponer sus propias ideas, esforzándose porque su voz y criterio sean respetados, pero a la vez quedando expuestos a ser juzgados como enemigos internos de la comunidad.
- Asumir sin mayor crítica y de manera pasiva las ideas de los otros, evitando así conflictos.
- Desligarse de los temas coyunturales y dejar de participar en espacios de toma de decisiones.
Podríamos decir que esto se puede explicar por la personalidad que ha venido construyendo cada joven, por factores familiares y hasta aspectos socioculturales que pueden motivar o restringir la participación y el liderazgo de los jóvenes en los diversos espacios; pero más allá de esto, lo que en realidad sucede es que para las mismas familias, comunidades y la sociedad en general cuando ese liderazgo y esa participación de sus jóvenes sirve a sus propios intereses, es decir, cuando se considera que tal participación sirve al alcance de las metas que las otras generaciones (adultos, adultos medios y adultos mayores) han definido como primordiales.
Solo entonces dicho papel de los jóvenes es bien recibido; en cambio, cuando ese ejercicio que hacen los jóvenes al cuestionar, discutir, tener otras perspectivas y proponer acciones alternativas parece poner en riesgo el alcance de esas metas para las otras generaciones, entonces de cierta manera los espacios se les van cerrando, y sencillamente, al no hacer parte de la toma de decisiones, tales decisiones no responden a esas ideas o propuestas señaladas por los jóvenes.
Para dar a entender un poco mejor esto, a continuación presentaré dos ejemplos sencillos:
- En cierta ocasión, tuve la oportunidad de apoyar el desarrollo de un par de debates que los estudiantes de colegios de dos municipios de la provincia de Soto Norte en Santander hicieron para conocer y discutir las propuestas de los candidatos a la alcaldía; en uno de estos espacios los estudiantes expresaron que no se sentían conformes con el hecho de que la única opción de formación complementaria que tenían durante sus últimos grados de bachillerato fuera enfocada en la joyería, mencionaron que consideraban pertinente explorar y brindar formación en otros campos, aunque reconocían que todo lo relacionado con el tratamiento de metales preciosos hacía parte de la tradición del territorio, no querían perder la oportunidad de formarse en otros campos igual de interesantes y rentables.
Ante esto, todos los candidatos presentes en dicho espacio expresaron que la orfebrería hacía parte de las alternativas económicas y que era una gran oportunidad para dar valor a la explotación del oro tradicional del territorio, y que por lo tanto, seguirían apoyando tales espacios de formación desde las aulas. La solicitud expuesta por los jóvenes ni siquiera fue discutida o puesta en consideración, pues lo único que los candidatos respondieron fue que esa línea de formación se mantendría por estar ligada a la tradición minera del territorio y por ser una oportunidad económica para las familias.
- Otro ejemplo o circunstancia que me ha llamado la atención y que pareciera que pasa desapercibida en muchas zonas de Colombia tiene que ver con el manejo de las redes sociales y la prensa en las regiones; me refiero al hecho de que cuando empiezan a existir desacuerdos entre las instituciones, las empresas y las comunidades de una región, parte de la estrategia de cada «bando», es lograr que más personas se sumen a su manera de leer la situación. Para ello, empiezan a utilizar las herramientas y medias de información de las cuales disponen; sin embargo, cada uno de los actores implícitos en tal conflicto posee distintos recursos (humanos y financieros) para hacer escuchar su voz, resultando que es cuestionable la parcialidad y la objetividad con la que se informan los acontecimientos en tales regiones.
Por tanto, este tipo de acciones no solo sirven para manipular la información, sino además son con el fin de crear tendencias de opinión acerca de temas coyunturales que aquellos grupos sociales y empresariales con mayor poder necesitan poner sobre la mesa a fin de que se plantee un panorama sesgado sobre las opciones y decisiones que deberían tomar los territorios frente a tales temas; con esto se logra que aquellos que piensen distinto sean tildados o señalados como «enemigos» de las comunidades, por lo cual, un joven se verá en la encrucijada anteriormente descrita.
Para explicar esto nos podemos valer de algo llamado interaccionismo simbólico, el cual dicta que «cuando los seres humanos interactuamos con otras personas, compartimos ideas y vamos construyendo nuestra propia perspectiva acerca los temas que nos interesan»; entonces, aquellas ideas, pensamientos, creencias y significados que consideramos propios, en realidad siempre devienen del proceso de socialización, esa interacción que tenemos con otras personas, ya sea de manera directa o a través de la música, el arte, el cine, la literatura, la prensa, las noticias, redes sociales, entre otros, herramientas usadas por algunas personas para trasmitir sus significados, ideas y experiencias.
Por tanto, en los ejemplos expuestos queda claro como el imaginario social o lo que las comunidades empiezan a ver como posibilidades está siendo influenciado por el papel y las acciones que llevan a cabo tanto las instituciones de Gobierno como las organizaciones empresariales, por lo que los jóvenes quedan en cierta manera entre la espada y la pared.
Entonces, ¿cómo pueden los jóvenes asumir y buscar garantías para su participación y liderazgo?
A fin de responder a esto es necesario que los jóvenes tengamos en cuenta las siguientes dos premisas:
1) De las etapas del ser humano, la adolescencia y la juventud son de las que mayores transformaciones implica, pues acontece gran parte del desarrollo biopsicosocial, aunque esto no sucede al azar: los jóvenes toman la decisión de fijar su atención en los temas que consideran interesantes e importantes, siendo allí donde empiezan a construir sus propios significados respecto a diversos temas, pero no solo a construirlos sino a analizarlos, discutirlos, compartirlos y seguramente redefinirlos en medio del compartir con otras personas, es decir, se convierten en autores de su propia perspectiva sobre la vida.
2) Todas las organizaciones sociales (empresas, comunidades, estados, entre otras) se entienden como un sistema, que a partir de la suma de sus partes y la sinergia entre estas se constituye como una unidad; por tanto, la misma naturaleza de la relación entre sus partes hace que cuando una o varias partes de un sistema son cambiadas o transformadas, el sistema completo se verá afectado.
Si un joven o un grupo de jóvenes toman la iniciativa de participar y liderar acciones deben tener la plena certeza que esto va a producir algún cambio, pues al hacer parte de ese sistema, sus acciones van a generar efectos en los coterráneos y será más fuerte en la medida que tales acciones empiezan a ser notadas por la comunidad; esto puede demorarse o ser más rápido de lo esperado, pero tarde o temprano ese territorio se dará cuenta de que ese potencial transformador de los jóvenes debería ser aprovechado y no menospreciado, lo que es realmente determinante en el crecimiento y desarrollo de una comunidad.
Finalmente, es necesario destacar o presentar una alternativa, porque a pesar de lo difícil que pueda resultar ganarse tales espacios de participación, hoy en día son los jóvenes los dueños de las redes sociales, pues tenemos la capacidad de marcar tendencias, de llegar a más personas y trasmitir mensajes con gran impacto, así que para hacer sentir su voz y que su participación se haga efectiva en la toma de decisiones es necesario que nos empoderemos de los temas que nos interesan y nos parecen importantes para discutir; para que entonces, al hacer el uso de las redes sociales y los canales alternativos, nos garanticemos dicha participación… o podamos esperar a que quienes han debido garantizarla hace tantos años ahora si lo hagan.
Existe un amplio espectro de temas que pueden ser revisados, cuestionados y analizados por un grupo de jóvenes que se empoderen y se crean el cuento en relación con su derecho y deber de ser esos actores dinamizadores y transformadores, es decir, que como partes del sistema, cambios y transformaciones en su ejercicio de ciudadanos, obligará (por inercia) a que el sistema sociocultural les dé el lugar y el papel que por derecho tienen.
Fotografía: Camilo Moreno