Terminada la rueda de prensa que daba inicio oficial a los diálogos de paz entre el Gobierno Nacional y la antes guerrilla de las FARC-EP, el 17 de octubre del 2012 en Oslo, algunos periodistas se acercaron a los delegados insurgentes Iván Márquez y Jesús Santrich preguntándoles si estaban dispuestos a pedir perdón a las víctimas del conflicto, a lo que el comandante del entonces Bloque Caribe respondió con un “quizás, quizás, quizás…”.
Este episodio dio inicio a la construcción mediática de un Santrich arrogante, guerrerista e indiferente con el dolor producido por el conflicto armado. Sin embargo, las jornadas de trabajo transcurrieron en la capital de la más grande de las Antillas del Caribe, logrando así que los acuerdos tuvieran como uno de sus ejes centrales a las víctimas.
Curiosamente uno de los arquitectos principales de tales acuerdos fue Jesús Santrich (Seuxis Hernández como es su nombre de pila), reconocido incluso por los delegados del Gobierno Santos.
A pesar del tortuoso proceso, los Acuerdos de La Habana se refrendaron y entraron al bloque de constitucionalidad. No obstante, su implementación ha ido a paso lento, hecho agravado con más de un centenar de exguerrilleros asesinados, sumando que en el camino se han modificado, o pretendido modificar, algunos elementos claves como lo es la Jurisdicción Especial para la Paz – JEP.
A la JEP, el fascismo encarnado en el uribismo y sus aliados, ha pretendido a como dé lugar quitarle todo matiz de legitimidad. Para ello no han dudado en usar con toda fuerza los medios e instituciones que estén bajo sus dominios.
La Fiscalía General de la Nación es una de esas trincheras desde donde más se dispara en contra de los acuerdos y en particular de la JEP, pero el golpe más contundente fue la sorpresiva captura de Jesús Santrich bajo el cargo de narcotráfico.
El boom en los medios no se hizo esperar y el juicio mediático contra Santrich no dio tregua. Pasó más de un año desde su captura y las pruebas contundentes a la JEP jamás llegaron, eso pese a que se aceptaron excusas ridículas, como la demora en una carta vía postal, y este tribunal transitorio se acordó del debido proceso y dictó la libertad para el dirigente del partido Farc.
Luego de un segundo show, que incluyó el capítulo de la recaptura, a Santrich lo cobijó su investidura de congresista y una vez más retornó a la libertad, se posicionó como representante a la Cámara por el Atlántico, ha ido a La Guajira y Cesar bajo la sospecha de que “se iba a volar”, lo han llamado periodistas para juzgarlo, le han torpedeado sus funciones parlamentarias cuando sus colegas han levantado sesión o han recriminado su presencia con carteles. Pese a todo ahí está el hombre.
Como dijo Fidel: “la historia me absolverá”. Que la JEP y la Corte Suprema de Justicia sean las que hablen sobre el caso de Jesús Santrich, pero más allá de lo que se diga respecto a su situación jurídica queda claro, a mí parecer, que ha demostrado que, más que arrogancia tiene humildad, ratificado con la voluntaria solicitud de perdón por aquel equivocado comentario de hace 7 años.
Ojalá esto sirva de inspiración a los que vemos con dolor y mucho terror la manera como el régimen Uribe-Duque hace trizas los acuerdos porque “…Soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie”.
Foto cortesía de: El Espectador