A pocos días de la posesión del presidente electo Iván Duque, recuerdo aquellas elecciones presidenciales del 15 de junio de 2014. Para muchos resultaba terrible tener que escoger entre los candidatos que más asemejaban a dos enfermedades terminales. Por un lado, el representante del Centro Democrático, Óscar Iván Zuluaga y de otro lado, Juan Manuel Santos, por el Partido de la U – Unidad Nacional. Al finalizar esa jornada, con 7’816.684 votos, quedándose con el 50.95% de la votación y con un 60% de abstencionismo electoral (el más alto en la historia reciente del país) con resignación y siendo detractor del mismo, acepté la reelección de Santos como presidente de la República. Esa tardé primó el refrán de que “más vale malo conocido que bueno por conocer”.
Es común que nos convirtamos en verdugos, por lo menos desde la palabra, de personajes que no son de nuestra simpatía, esto, es algo en extremo evidente, en la dinámica de los medios de difusión, y hoy con mayor impacto, en las redes sociales.
Personalmente, he sido una persona que ha demostrado sus intereses en cuanto a materia política respecta, por tal motivo diré que, jamás pensé manifestar lo que expresaré a continuación. Aunque no sea santista, reconociendo sus múltiples errores, y no menos importante, su marcadísima visión neoliberal, extrañaré a Santos, porque para mí, él hizo cosas que resultan de admirar. En primer lugar, el haber logrado la firma de un proceso de paz que resulta histórico para Colombia y en segundo lugar, por haber sido un presidente de ideas y no de recados.
No queriendo ser visto como el ‘mamerto’, el vago marihuanero, el ‘muchachito’ que quiere todo regalado y que aborrece al uribismo, decidí confrontar en mi mente dos periodos de tiempo. El primero comprendido entre el año 2002 y el 2010, y el segundo desde el 2010 hasta el presente, esto con el único propósito de encontrar algo virtuoso por reconocer al gobierno del mal llamado ‘presidente eterno’. Sin embargo, en mi retrospectivo viaje mental, acudieron recuerdos que más se asemejaban a cuentos de terror: falsos positivos, envenenamiento de campos por la aspersión de glifosato, paramilitarismo, amenazas a periodistas, chuzadas, nexos con sicarios de Pablo Escobar, bacrim, manipulación de testigos y asesinato de testigos, genocidios y masacres, EPS y muchas otras realidades truculentas y, como si se tratara de un buscador, en lo más recóndito de mi base de datos leí con claridad “sin coincidencias para esta búsqueda”.
Por el lado del gobierno Santos también hubo escándalos y sucesos lamentables, como el regalo de Isagén a la multinacional canadiense, nexos con Odebrecht, muerte por desnutrición de los niños en La Guajira y en El Chocó y muchas otras atrocidades más. Pero, sin justificar lo mencionado anteriormente, me quedo con las camas de los hospitales sin militares moribundos sobre ellas, con la efímera desaparición del glifosato sobre nuestros campos, con ‘Popeye’ tras las rejas, con el proceso de paz y dejación de armas por parte de las Farc, pero sobre todo, con la fugaz esperanza de haber tenido una de las mejores Colombia de toda su sanguinaria historia.
No obstante y, como lo dijo en su momento el militar y gobernante francés Napoleón Bonaparte, “aquél que no conoce su historia, está condenado a repetirla”. Como si el hecho de haber tenido dos periodos consecutivos de uribismo fuera poco, Colombia deberá enfrentar uno más. Nuestro futuro será incierto, con un Senado desequilibrado al mando del Centro Democrático, Con un Ernesto Macías —presidente del Congreso— el cual es más dudoso que todos sus títulos académicos. Con un Guillermo Botero —Ministro de Defensa— que nos piensa privar de la libertad de protesta. Con un Iván Duque —presidente de la República— sin experiencia, con especializaciones en ‘monerías’ y recados para ‘majestades’, ambas de la Universidad de Harvard. Con un Alberto Carrasquilla —Ministro de Hacienda— quien afirma que el paupérrimo salario mínimo de los colombianos es “ridículamente alto”. Con un acuerdo de paz que está próximo a su ruptura y con una Colombia que se encamina nuevamente a la guerra.
Todo esto se da en medio del masivo e impune asesinato de líderes sociales y defensores de los DDHH, del revuelo político en que se encuentra el expresidente Uribe, por la presunta financiación de grupos paramilitares y concierto para delinquir. Pero, como lo diría Willie Colón y Héctor Lavoe, “si lo meten preso, saldrá al otro día, porque un ‘socio’ suyo está en la Fiscalía… Alvarito alimaña, sí tiene maña, es malicia viva…”
Para no alargar más este asunto, y porque me siento moralmente impedido de seguir hablando de tan honorable ser, retomo el eje principal de esta columna, concluyo afirmando que mis memorias, políticamente hablando, no han sido muy gratas; entre la parapolítica, el proceso 8.000, el YouTuber sicario y muchas otras aberraciones, jamás pensé decirlo, pero Juan Manuel Santos (con todo y errores) será recordado como uno de los mejores presidentes de las últimas dos décadas en Colombia.
Es el mejor chiste que he leido en mi vida jaja creo que parare de rrir ppr 8 años,admiro tu buen sentido de humor o creo que acabo de leer la mas estúpido que un ser humano a escrito.