Iván Duque, ¿pastor o jefe de Estado?

Lo que no se sabe a ciencia cierta es si Duque es el presidente de todos los colombianos, o un pastor de la Iglesia Católica.

Opina - Política

2020-05-16

Iván Duque, ¿pastor o jefe de Estado?

Columnista:

Germán Ayala Osorio

 

Las creencias que en materia religiosa tengan los presidentes y sus ministros no deberían de ventilarse, públicamente, como si se tratara de un asunto de Estado. Cuando uno o varios de estos funcionarios fijan una postura, elevan una oración en un sentido u en otro, o piden la protección a una determinada deidad o figura religiosa, erosionan el carácter laico del Estado colombiano.

Eso de pedirle a la Virgen de Chiquinquirá protección para los colombianos convirtió a Duque en un pastor, lo que claramente entra en conflicto con su rol como jefe y máxima autoridad administrativa y política de un Estado pretendidamente laico. Lo que no se sabe a ciencia cierta es si Duque es el presidente de todos los colombianos, o un pastor de la Iglesia Católica.

En su momento, Duque Márquez señaló: “estamos próximos a una Semana Santa y yo sé que somos un país con libertad religiosa, pero cada uno en su espacio de fe, sea eclesiástico o puramente espiritual, debe hacer esa reflexión de lo que somos como sociedad y a dónde vamos. Esta mañana me desperté pidiéndole a esa patrona de Colombia —la Virgen de Chiquinquirá— que nos consagre como sociedad, que consagre a nuestras familias, a nuestros hijos, hermanos, abuelos, a nosotros, quienes tenemos responsabilidades, que nos dé salud para poder guiar los destinos de la nación, y créame, que esa patrona de Colombia nunca nos ha abandonado«.

Lo dicho por el jefe de Estado puede resultar para muchos un positivo acto de habla, en la medida en que reconoce la existencia de un Dios y de las figuras que tramitan ante esa deidad, las peticiones y deseos de los millones de creyentes en Colombia. Parece no haber nada de malo en lo expresado por Iván Duque. Por el contrario, pienso que estamos ante una declaración irrespetuosa con las otras comunidades religiosas, con los no creyentes, agnósticos, y los ateos.

Lo dicho por el presidente deviene, además, con la clara intención de sintonizarse con esos sectores sociales que a pesar de compartir sus creencias, desaprueban su desastroso manejo de las crisis sistémicas generadas por la pandemia y el consecuente confinamiento.

Apelar a la fe como una herramienta política y como instrumento de marketing político solo sirve para confirmar dos asuntos: el primero, que Duque y varios de sus ministros no han entendido que están al frente de un Estado laico, circunstancia que los obliga a comportarse en consecuencia. Y para el caso, los conmina a guardarse sus creencias y preferencias religiosas;  y el segundo asunto que se ratifica es el desespero de su equipo de comunicaciones y asesores, por tratar de mejorarle la imagen a un gobernante que en los casi dos años que lleva de administración, jamás se sintonizó con el país. Y es así, en la medida en que viene gobernando para sectores privilegiados, los mismos que coadyuvan a diario a mantener las condiciones de pobreza, exclusión y marginalidad en las que sobreviven millones de colombianos (creyentes, además).

Después de la petición que le hiciere Duque a la Virgen de Chiquinquirá, la ministra del Interior convocó a un “día de oración y reflexión por Colombia… que sirva como ayuda espiritual ante la actual emergencia sanitaria”.

En lugar de hacer un llamado a los agentes económicos y políticos comprometidos con el modelo agroextractivista (ganaderos, agroindustriales y minería a gran escala), cuyas prácticas devienen de tiempo atrás insostenibles, el Gobierno de Duque opta por tocar y mover las fibras más sensibles que se desprenden de la fe. Y todos sabemos que la fe, en tanto virtud, poco espacio deja para discutir y poner en cuestión las certezas sobre las cuales se sostiene.

El error, grave por demás, en el que incurre Duque, está en depositar las responsabilidades políticas en las Vírgenes de Chiquinquirá y de Fátima, con el fin de desprenderse de las que él debe asumir por estar al frente del Estado (bueno, en la medida en que funge como presidente, aunque hay dudas sobre quién gobierna realmente en Colombia; porque ya sabemos quiénes mandan).

Así entonces, solo queda recordarle a Iván Duque y a los millones de creyentes en Colombia, que siempre será un error y un riesgo hacer política de la mano de Dios. Y en lugar de insistir en buscar explicaciones en la fe, deberían de empezar por señalarle a la opinión pública que las pandemias hacen parte de un proceso coevolutivo del cual hacemos parte como seres humanos y que es un error insistir en tomar distancia de la naturaleza. Por todo lo anterior, me pregunto: ¿Duque es jefe de Estado o pastor?

 

 

( 2 ) Comentarios

  1. Duque debería recordar que se comprometió, y fue elegido para gobernar un país laico, como establece la CN. Que deje Ya, de acudir a la magia y al milagro, mientras reparte nuestros impuestos a los banqueros y magnates, en cambio de invertir en el pobre sistema de salud que nos agobia.

  2. Duque es un inepto que fue electo simplemente por imposición de un señor innombrable y de un grupo de poderosos que siempre han manajado este país a su acomodo!

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.