Columnista:
Norvey Echeverry Orozco
Existen días en los que las redes sociales y las noticias colombianas permanecen en total calma, como esa marea que golpea suavemente las costas de Barranquilla y no logra traspasar con sus olas las avenidas cercanas a la playa; pero, así como hoy y ayer y antier, de repente, estallan fuertes como uno de los peores huracanes, pasando los rompeolas y las avenidas, tumbando postes y tejados, dejando al descubierto conductas que deben ser investigadas por la justicia y rechazadas por la sociedad entera. Esas conductas, que llegan a la prensa, involucran a militares, alcaldes y directores de cine. En un país que alcanza el 90 % de impunidad en casos de violencia sexual, denunciar y alzar la voz es de mujeres valientes que se han cansado de sufrir en silencio. No solo se ven enfrentadas a relaciones de poder, las cuales las pueden dejar sin el empleo del jefe que las abusa o con fuertes moretones de sus maridos borrachos, sino también acribilladas ante una sociedad machista que las revictimiza, justificando lo que les sucedió por la forma en que se visten, por andar solas, o por la hora en que salen a las calles. Ningún acto de abuso sexual y violencia contra las mujeres es justificable. Ninguno.
¿Con qué noticias llega el huracán? Casos de abusos sexuales que se convierten en escándalos. Todos ellos hombres, todos con poder sobre sus víctimas. Estudios sobre el tema, han evidenciado que la mayoría de abusadores sexuales son hombres, en un rango que va desde el 80 hasta el 95 % de los casos. Siete militares —que están para proteger y no para violar a las niñas colombianas—, del Batallón San Mateo, abusaron, supuestamente, de una menor de once años perteneciente al resguardo indígena Embera Chamí en el departamento de Risaralda. Daniel Quintero Calle, alcalde de Medellín, es acusado por dos mujeres, de haber abusado, supuestamente, de ellas. Ciro Guerra, director de películas tan reconocidas como El abrazo de la serpiente —nominada al Óscar— y Pájaros de verano, es acusado, supuestamente, de cometer abusos sexuales contra ocho mujeres en los festivales de cine de Cannes, Nueva York y Cartagena. Todo estalla, todo lo eleva el viento, todo queda al descubierto. En los párrafos he utilizado el supuestamente, porque todos son supuestos hasta que la justicia demuestre lo contrario. Ese supuestamente, no resta credibilidad a las versiones que dieron las mujeres víctimas, las cuales tienen todo el derecho de acusar públicamente a sus victimarios.
Felicinda, hermana de la menor abusada en Risaralda, comentó en una entrevista concedida a la Revista Semana: “Lo que pasa es que mi hermanita, el domingo por la tarde, se fue a traer unas guayabas para hacer un jugo y desapareció como a las cinco de la tarde. Comenzamos nosotros a buscarla a ella y nadie nos dio información. Quedó desaparecida toda la noche, hasta las diez de la mañana. En la mañana nosotros fuimos a buscar a Guarato y hasta Agüita y allá tampoco nos dieron información de nada… Después ya venimos para la casa. Ya como a las diez de la mañana fuimos a buscar otra vez y la encontramos ahí en el potrero llorando juntico a la quebrada, la encontramos llorando ahí. Y dijo que a ella la habían violado varias personas, los soldados”.
En el caso del alcalde de Medellín, difundido en una columna de opinión del periódico El Espectador, se comentó sobre el primer caso, denunciado por una mujer, de forma anónima, a través de Twitter: “Primero, dijo que estaban tomando con varias personas y que, ya borracha, se quedó dormida. Segundo, aseguró que cuando despertó Quintero estaba montado encima, masturbándose. Tercero, que ella le pidió que se quitara, que parara, que no quería, pero él siguió hasta que terminó”. El segundo caso que involucra a Quintero Calle, de una mujer llamada Ana María Roldán, fue descrito así: el alcalde de Medellín la había acosado cuando ella trabajaba en un bar, cuatro años atrás. “Escribió —en la publicación hecha en su cuenta de Instagram, eliminada al día siguiente— que no era un secreto entre sus amigos (los de ella) toda esta situación”. El caso del reconocido director de cine, Ciro Guerra, hecho público por el medio feminista Volcánicas, relata en su reportaje los abusos de los que fueron víctimas ocho mujeres: Beatriz, Daniela, Eliana, Carolina, Fabiana, Teresa, Gabriela y Adriana. Todos ellos, como lo relata el artículo, con: “Un patrón que incluye incómodas conversaciones de índole sexual, invitaciones a su hotel u apartamento, el uso de la fuerza para tocarlas sexualmente, besarlas y, en un caso, abusar sexualmente, a pesar de que ellas le dicen ‘NO’ de forma clara, directa y reiterada”.
¿Hasta cuándo las mujeres en Colombia van a ser víctimas de sus abusadores, hasta cuándo no van a poder salir tranquilas a la calle sin ser asediadas por piropos asquerosos, hasta cuándo no se van a poder vestir como se sientan cómodas y les dé la gana? Más allá de una cadena perpetua de la libertad para los abusadores, se debe trabajar en cómo no dejar morir el 90 % de los casos en la impunidad.