Ir por la calle, caminar, llegar al trabajo (si se tiene uno), cumplir la jornada laboral, no tener suerte con el servicio público de transporte, esperar, caminar, llegar a casa; despertar muy temprano, casi cuando el sol aún no ha logrado aparecer, tomarse un café, irse a la parcela, echarle de comer a los cerdos, moler maíz o desenterrar la yuca; despertar e iniciar la jornada alistando a los hijos para el colegio, irse corriendo a la casa de la patrona a hacerle el desayuno y atender a sus hijos; madrugar a abrir el negocio de empanadas y arepas de huevo en una esquina del Caribe, llegar a la orilla con pescado fresco luego de una larga faena en el mar bajo la luz de la luna.
Vidas, caminando calles o trochas, cruzando ríos o avenidas, cada una en su interior comparten la misma perplejidad, agotamiento o resentimiento; algunos expresan conformismo o resignación pero en el fondo todas esperan el milagro, el golpe de suerte que les cambie la vida, albergan la esperanza de una oportunidad, ¡UNA! que les permita tener una vida mejor.
Los golpes de suerte, existen, una vez en un millón alguien se gana la lotería, o encuentra la estabilidad laboral que desea en un lugar que le permitirá crecer personal y profesionalmente. En el caso de los que viven en el campo, los golpes de suerte son golpes de dolor, lejanos o amargos.
Sentarse a esperar con FE que todo cambiará, llega el nuevo año y como un mantra repetimos: ¡Este año cambiará mi vida para bien!, le tenemos más fe a la suerte que a lo que podamos hacer nosotros para cambiar nuestras realidades; es como saber que la muerte llega en cualquier momento pero esperar que por milagro, salgamos vivos de ella. Soportamos todo, soportamos el dolor, el despojo, el sistema de salud, el desempleo, y como si fuera poco, debemos soportarlo sonrientes y con positivismo. ¿Cuánto más estaremos dispuestos a soportar? ¿Cuánto más a esperar?
Hablamos de política con desprecio o ni siquiera hablamos de política; el golpe de suerte es posible, recuperar la política, la más lejana de las utopías, ganarse la lotería es posible, tener un sistema de salud digno, ¿Para qué pensarlo? Soy un héroe cuando pienso en lo que soy capaz de hacer con lo poco que tengo en mi vida, pensar en colectivo es un suicidio colectivo. Miramos la política como se mira algo que no me pertenece y que no quiero tocar, la miramos desde abajo y con asco, como si no tuviera nada que ver con nuestras vidas.
¡Qué los políticos hagan lo que quieran, mañana igual debo levantarme a trabajar! Mi trabajo, la escuela de mis hijos, el bus en el que me transporto, la calle por la que camino a diario, la posibilidad de que mis hijos ingresen a la educación superior, NADA, nada depende de la política, mi vida depende de mí.
Recuperar la política no está dentro de lo posible, muchas veces ni siquiera es percibido como una urgencia en este tiempo en el que ningún abuso, por grave que sea, nos sorprende. El robo de la plata de la salud, el chantaje y las amenazas para ganarte la posibilidad de un empleo digno, la mezquindad de un alcalde/sa o gobernador/a que elige a los merecedores de los beneficios ciudadanos de acuerdo al número de veces que hayan hablado bien de su gestión, el alza en el pasaje de bus o en el mercado. Sin darnos cuenta, lo imposible resulta ser lo más real, lo que palpamos, caminamos o soportamos, lo imposible es lo que nos toca a diario, la posibilidad de cambiarlo está en nuestra capacidad de percibirlo y concebir cambios de mentalidades.
El camino fácil es caminar dispersos, pensando en el “yo de mi yo”, en cómo yo seré mejor, cuánto merezco por cumplir las normas, pagar impuestos y aplaudir sonriente cuando sea necesario, cuánto estoy dispuesto a entregar de la vida de los demás para ganarme un poco de dignidad. El camino difícil es construir el nosotros, dejar de pensar en ganarme la lotería para pensar en empleo digno para todas y todos, dejar de posar ante el verdugo de nuestros destinos para empezar a reclamarle por su mal gobierno, dejar de caminar detrás de aquel autoritario dueño de la palabra, para caminar detrás de un sueño colectivo. Es más posible recuperar la política que alinear los astros y estrellas para que nuestra vida sea el sueño que siempre hemos deseado.
Hacer que nuestra vida sea lo que queremos que sea, empieza con asumir que la política es tan nuestra como nuestra casa o la ilusión de una para el caso de muchos. Cada vez que elegimos mal, estamos eligiendo a nuestro verdugo, fue la frase que soltó un campesino en La Guajira desesperanzado por el hundimiento de las curules para las víctimas o circunscripciones especiales de PAZ.
Hemos estado eligiendo a nuestros verdugos una y otra vez, perplejos e inmóviles, cargamos sobre nuestros hombros las columnas que los sostienen en el poder, las cargamos anestesiados para seguir caminando con el dolor en pausa, nos inyectan la anestesia con una sonrisa y una palmada en la espalda y así vamos postergando nuestros deseos de cambio ante la inmediatez de la supervivencia diaria.
Nos cuesta pensar en colectivo porque estamos aturdidos por la desconfianza, va siendo momento de revaluar nuestra confianza. Confiamos en la suerte porque no depende de otro semejante y confiamos en el verdugo que una vez cada 4 años llega a sonreírnos sonando convincente, pero desconfiamos del compromiso del que como nosotros camina la vida desde abajo, desde la periferia, desde las veredas o desde las ciudades; desconfiamos de la gente real y decente para confiar en un disfraz de candidato, si de época electoral se trata.
El llamado urgente es a la decisión de recuperar la política, construir un objetivo colectivo, nuestro y propio, ver en la política la opción de transformar nuestras realidades, verla cercana y nuestra, parar la anestesia y sentir el dolor ajeno como propio, movernos para avanzar, recuperar la confianza en la gente real, decidir, incidir, construir sueños colectivos, devolverle el poder a la gente, hacer de lo imposible una posibilidad.
Es muy importante votar. Es mucho más importante votar por un buen CONGRESO. En el Senado y la Cámara es donde se preparan las leyes que después debemos cumplir. Por eso es importante votar, pero hacerlo por los honestos, no por los corruptos que llevan más de 60 años devengando de nuestros impuestos y poniéndose el salario que quieren sin que sus labores se vean en nada. Es el único cargo de la nación en donde se elige a una persona para que haga incluso algo distinto para lo cual se eligió, o que defienda intereses contrarios a la persona que le dio el voto. En mi caso, siento que perdí mi voto al pensar que el Sr. Rodrigo Lara era una persona honesta y que defendería mis intereses. Hoy veo que es solo renovar en personas la misma corruptela de siempre. Por eso es importantísimo votar, pero hacerlo defendiendo nuestros intereses, no los de el estamento que es el más desigual e inequitativo de América Latina.
Definitivamente los que asumimos cierto liderazgo nos organizamos como sociedad civil , aparece la época electoral y hasta hay llega el proceso , se rompe por intereses personales , y los politiquero nos compran y nos usan desaparecen y nuevamente retoman o reaparecen 4 años después , tu artículo muy bueno e interesante es la realidad y coincide con nuestro mal .
Es un articulo reflexivo del que hacer diario de la mayoría de los Colombianos, a demás también refleja su sufrimiento en la lucha diaria por la supervivencia.
Nos muestra lo lejos que esta la política actual del pueblo pero también llama a que la política imposible sea posible para todos los Colombianos y mas posible aun para las clases mas necesitadas..
Felicitaciones a la orejaroja por esta clase de artículos que llevan el sentir del pueblo.