«Guerrilleros mataremos, su sangre beberemos, sus mujeres violaremos, sus hijos quemaremos», cantan los militares mientras trotan

Entendí que nosotros éramos un peón, nosotros no somos nada para esa institución de mierda. Me acuerdo esos tiempos en el Ejército, si no hacíamos caso o decíamos que no, el superior nos decía: «Espere y mañana arreglamos».

Infórmate - Informativo

2021-06-09

«Guerrilleros mataremos, su sangre beberemos, sus mujeres violaremos, sus hijos quemaremos», cantan los militares mientras trotan

Columnista:

Laura Preciado 

 

De chivos expiatorios sirven los cientos y cientos de jóvenes que forman las filas del Ejército Nacional de Colombia. La mayoría, ante la difícil situación para poder acceder a la universidad o de conseguir un trabajo estable se ven atraídos por la icónica frase de «servirle a su país» y jurarle lealtad a su bandera. Todo comienza desde el servicio militar obligatorio en donde tienen la opción de seguir la profesión militar o policial. Se sumergen en la milicia, manejan armas sofisticadas y de alto calibre y desean ser esos «héroes», bondadosos, que tanto muestran en algunos partidos políticos y en las novelas, como ejemplos a seguir, y básicamente, ciudadanos de bien. Lo que no saben, es que no son más que peones y se encargarán de defender los intereses, no del pueblo, sino de la clase gobernante. 

A estos militares se les adoctrina para ser «una fuerza letal de combate que entra a matar», como dijo la senadora María Fernanda Cabal. En efecto, no son damas rosadas. Se les educa en el arte de la guerra sucia, la manipulación, la seducción, la persuasión y la mentira. 

En los trotes del día, estos jóvenes cantan animaciones perturbadoras que al pasar del tiempo, formaban gran parte de la cultura del soldado. De ahí que celebren la muerte de guerrilleros y de personas que no van con su ideología. Hasta el día de hoy se siguen manteniendo, a pesar de que la extrema derecha lo niegue. Estos cantos son violentos, misóginos, machistas y aunque algunos medios de comunicación han registrado la manera en la que son entrenados, nadie dice nada. 

La tortura física y psicológica también hace parte de este proceso. Un ayudante de la primera línea, de 28 años, en el Portal de la Resistencia afirma en un relato:

Yo era alguien que pertenecía al Ejército Nacional y ahora estoy aquí porque no tengo oportunidades, soy escolta y no encuentro trabajo… yo quiero un mejor futuro.

Entendí que nosotros éramos un peón, nosotros no somos nada para esa institución de mierda. Me acuerdo esos tiempos en el Ejército, si no hacíamos caso o decíamos que no, el superior nos decía: «Espere y mañana arreglamos». Al día siguiente nos tenían a todos en bola, nos ponían espuma alrededor del cuerpo para que no nos salieran morados y nos agarraban a pata o lo que encontraran a la mano. Allá por uno pagan todos, pero nosotros los pobres… porque ellos todo lo tenían en bandeja de oro. 

Cuando nos dieron la bienvenida en el Ejército, el primer día, a todos nos dieron un sándwich y un jugo. Salimos todos felices de la nada y nos comenzaron a tirar lo que yo pensaba eran bolsas de agua… pero de un momento a otro por el olor, nos dimos cuenta de que eran orines. Desde ahí empieza el calvario de uno, por eso me salí y ahora estoy aquí, porque quiero que todos ustedes tengan las oportunidades que yo nunca tuve. 

Muchos desconocen la existencia de grupos subversivos, sus motivos, sus objetivos, desconocen cómo funciona la economía y la lucha de clases de las que ellos, por sus familias también hacen parte. Lo único que saben es a quién deben apoyar en la guerra: a sus superiores y a la clase gobernante porque «ellos pagan bueno», están a favor del fascismo, son terratenientes, muchos, paramilitares y son anticomunistas. 

También cuando llegábamos a los campamentos de coca, por allá en la selva nos decían «Acá sabemos que a todos les gusta». «Tienen cinco segundos para recoger lo que les quepa en las manos» ¡Claro! Todos nos mandábamos como idiotas a coger una panela o dos de coca y pum, quemaban todo eso, fotos y ya. Decían que había tales kilos en el sitio. Obviamente, sin contar los que nosotros nos guardamos. Cuando necesitábamos desaparecer gente, llamábamos a las AUC, así como amigos. Les pasábamos los cuerpos, motosierra y pa’l río. Yo ni podía dormir, andaba todo el tiempo cansado, asustado, sin ganas de nada… Yo me decía a mí mismo «¿Cómo hago para llegar a la casa a abrazar a mi cucha?» Afirma otro joven ayudante de la primera línea en el Portal de la Resistencia. 

Frente a estos actos hay silencio de todos los que conforman esta gloriosa institución. El silencio criminal ante estas situaciones los convierte a todos en cómplices y partícipes de numerosas violaciones a DD. HH., líderes sociales, desmovilizados indígenas y campesinos. Ahí entran también las numerosas estructuras criminales que se gestaron al interior del Ejército. Desde sus oficinas, los altos mandos asignaban grupos para cada tarea. Por ejemplo, la protección a grupos paramilitares y ayudantes para dejar pasar grandes cantidades de droga derivadas del narcotráfico. Toda una red de apoyo. 

El adoctrinamiento que reciben en batallones se evidencia cuando salen a zonas alejadas de las grandes ciudades, zonas rurales y automáticamente todos se convierten en sus enemigos. La idea es desaparecer cuerpos, asesinar a personas inocentes y básicamente, «hacer muñecos» como en la época de la seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Una pequeña muestra de lo que sucede al interior de estas organizaciones se ve en el actuar del Esmad en el marco del Paro Nacional 2021, donde han violentado DD. HH., y no se ha tomado ninguna acción concreta por parte del Gobierno o casi Gobierno de Iván Duque. 

El odio no se forma de la noche a la mañana y es un proceso en el que no solo las fuerzas militares están implicadas, sino también partidos políticos, comunidades religiosas, instituciones educativas, hogares, que se han encargado de imponer a los colombianos «modelos a seguir» de lo que ellos suponen es un ciudadano de bien. Estos pensamientos, se trasladan hoy con la ayuda de la globalización, espacios como las redes sociales y comunidades nativas digitales. 

Estos casos, no son aislados. Esta violencia es el resultado del adoctrinamiento magistral que se practica en esta institución, porque los que se suponen deben cuidar al pueblo, los está matando. Ninguna persona reclutada escapa de esta formación y lo que hoy hacen, si no hay una reestructuración, lo seguirán haciendo mañana. 

 

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Laura Preciado
Creyente de que el amor puede cambiar el mundo. Periodista, feminista y mujer en deconstrucción.