El día de la Tierra lo celebramos quienes queremos conservar el planeta como está ahora, sin contaminarlo más, sin acabarlo de destruir. Por el contrario, procurando regresarlo a su estado de hace 10 siglos. Claro que los multibillonarios piensan otra cosa: Terminar de acaparar todas las riquezas contenidas en él y después irse a vivir a otro planeta, azul e inexistente, o recogerse todos, al fin y al cabo son unas mil personas, en el rincón que quede sano, con buen paisaje y agua pura, donde puedan cultivar lo estrictamente necesario para ellos, utilizando las semillas naturales que guardan en las zonas polares.
Los demás que muramos todos, envenenados o de hambre, pues la mayor parte de los continentes se convertirán en desiertos.
También a esa minoría les queda la alternativa de fundar ciudades dentro de los océanos, con todas las comodidades necesarias en un futuro cercano o de construir algo similar a lo que hacen en los Emiratos Árabes. Pero, mientras puedan no pararán de extraer, mediante cualquier método, hasta el último gramo de combustible fósil ni de inundar las áreas útiles con plantaciones de cultivos comerciales transgénicos; su único objetivo es la utilidad, la ganancia, el acaparamiento. En todo caso ese grupúsculo privilegiado se niega a compartir el planeta con los demás humanos.
¿Las iglesias para qué? Quizás por la necesidad que tenemos los humanos de acompañamiento, de socialización y de lúdica, las reuniones en los templos nos elevan la autoestima. Pero no veo necesario especular tanto acerca de un pasado desconocido y de un futuro incorpóreo aún más incierto.
No precisamos saber quién creó o cómo se creó el universo. Si algún ser muy poderoso lo hizo, él no requiere de adoración ni de rituales, ni nos va a castigar o premiar por ello. Los seres incorpóreos no hacen milagros ni hacen girar las ruletas en favor de alguien que lo imploró.
Me parece que lo que llamamos alma, no es otra cosa que una propiedad de la vida, una capacidad propia de algunos organismos vivos. Creer o no creer, he ahí el problema esencial. Los seres humanos no deberíamos plantearnos problemas insolubles, aún para nuestro limitado desarrollo intelectual. En ningún caso se requiere de templos, ni de sacramentos, ni de cultos y mucho menos de guerras de exterminio por un dios “verdadero”, sin haber comprobado primero su existencia.
Hay sectores sociales que no gustan del concepto lucha de clases en el capitalismo; ellos prefieren hablar de la convivencia armónica de la sociedad ¿No han escuchado a los candidatos Iván Duque y Sergio Fajardo? Son partidarios de una sociedad en la cual los trabajadores ignoren cómo son explotados, pues los quieren sumisos, obedientes, pasivos, que no se rebelen contra sus patronos, a quienes deben amar cual hermanitos de leche, así no hayan probado nunca ese alimento.
Según ellos, el capitalismo es el mejor sistema socioeconómico que se ha construido, que siempre tendrán que existir los ricos y los pobres, que los más beneficiados por la naturaleza tienen derecho a vivir mejor; no aceptan que la corrupción sea inherente al pensamiento capitalista, según el cual, no se pueden despreciar las oportunidades y esos inventos subjetivos y metafísicos, los valores humanos, como la ética, son cosas del pasado ya superadas por la competitividad neoliberal.
El crecimiento desmesurado de la población humana es una realidad que debemos cambiar. Es necesario aceptar algunas de las justificaciones de Robert Malthus, por ejemplo, que los recursos crecen en progresión aritmética mientras la población lo hace en progresión geométrica. Ahora debe invertirse esta situación, recurriendo a la razón humana: No es necesario superar la tasa del crecimiento cero de la población, es decir, basta con crecer a la tasa de reemplazamiento, o sea, dos hijos por pareja.
Y con todos los avances de la biología, la neurociencia y todas las ciencias, los seres humanos deben prolongar su vida paulatinamente, rebasando cada vez más la esperanza de vida al nacer. De igual manera, la producción de los recursos para vivir deberá intensificarse sin causar daños a la naturaleza. Además, con el descubrimiento de la inteligencia artificial, muchas actividades actuales van a ser desempeñadas por robots, entonces, ¿en qué se va a ocupar el excedente poblacional?
Problemas similares a estos, escogidos al azar, serán mencionados en otra oportunidad. En la solución pacífica de estos dilemas radica el pluralismo ideológico, filosófico y político.
Imagen cortesía de YouTube.