El llamado a una Asamblea Nacional Constituyente se plantea como una salida a la difícil encrucijada en la que nos metió el triunfo del NO en el plebiscito del 02 de octubre. Con todo y los riesgos que implica abrir ese escenario político, el problema ahora no está en el mecanismo mismo sino a quién le corresponderá hacer el llamado.
El resultado del domingo, a pesar de la estrecha diferencia, reduce la capacidad de maniobra del presidente Santos para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Y aunque hay tiempo para convocarla, es posible que el latifundista y senador de la República, Álvaro Uribe Vélez exija, en su calidad de triunfante opositor al fin del conflicto, que dicha convocatoria se aplace para el 2018.
El ex presidente y ganadero podría esperar las elecciones de 2018 por cuanto sabe que las precandidaturas de Vargas Lleras y de Ordóñez Maldonado tomarán fuerza gracias a quienes votaron NO al plebiscito. Así entonces, Uribe Vélez podrá extender la incertidumbre política hasta las próximas elecciones, con el firme propósito de “regresar” al Estado, así sea en cuerpo ajeno. La pregunta es: ¿hasta cuándo la cúpula de las Farc está dispuesta a esperar? ¿hasta dónde aceptarán renegociar y cómo manejarán las incertidumbres en una tropa que ya se preparaba para desmovilizarse?
Si bien el triunfo del NO resulta catastrófico para el gobierno de Santos y los seis millones de colombianos que le apostaron al SÍ, los líderes del Establecimiento sabrán encontrar la salida política que mantenga el orden del Régimen, así esta termine por desconocer o afectar las aspiraciones de aquellos que votaron por el SÍ, como de quienes optaron por decir NO al plebiscito.
Por ahora los negociadores de las Farc y del Gobierno deberán pronunciarse sobre el destino del proceso de paz y del Acuerdo Final. Bien podrían anunciar el congelamiento del proceso de desmovilización y desarme de las estructuras farianas, sobre la base de que habría un nuevo escenario de negociación política llamado Asamblea Nacional Constituyente; o por el contrario, podrían anunciar el regreso de las Farc a la dinámica de la guerra, previo rechazo de una renegociación que resulte adversa a los intereses de la cúpula de esa guerrilla.
El triunfo del NO obligará al Establecimiento a tomar medidas con el firme propósito de mantener la institucionalidad, independientemente de las aspiraciones de los sectores de poder que se expresaron el 02 de octubre.
Quienes votaron por el NO, parecen desconocer las lógicas con las que opera el Régimen. El voto emotivo de aquellos que negaron la posibilidad de refrendar el Acuerdo Final, sin duda afecta al Gobierno de Santos, al tiempo que abre la posibilidad para que los sectores más retardatarios del país aprovechen la coyuntura para hacer que el país retroceda en materia de derechos y libertades.
Los votantes del NO, anclados en un sempiterno odio a las Farc, deben saber que le otorgaron una inmerecida y peligrosa legitimidad al latifundista Álvaro Uribe Vélez, quien claramente lidera un proyecto social y cultural de corte neoconservador y un proyecto político y económico de carácter neoliberal que el país padeció entre 2002 y 2010. Lo anterior, sin contar las violaciones a los derechos humanos (Falsos Positivos) y el debilitamiento institucional por cuenta de la aplicación de la Política de Seguridad Democrática y su carácter mesiánico.
No será un mejor país el que resulte de ese pacto político del que habló el Presidente, en medio de la tristeza por el resultado del plebiscito. Por el contrario, con el triunfo del SÍ, el país bien podría haber caminado hacia una urgente reconciliación y el redireccionamiento de un modelo económico y político cuyos objetivos claramente están enfocados en satisfacer las necesidades de unos pocos, en asegurar la depredación ambiental de amplias zonas y un efectivo debilitamiento de la seguridad alimentaria que hasta hoy garantizan nuestros campesinos.
Publicada el: 5 Oct de 2016