A los que no han tenido la oportunidad de leer Cien años de soledad, les aconsejo que lo hagan. Acercarse a la obra que le dio a Gabriel García Márquez el premio Nobel en 1982 no es solamente una honra a la memoria de este gran escritor colombiano, es también adentrarnos en una especie de karma que Gabo anticipó con realismo mágico en su obra.
A través de la familia de los Buendía y de la significación de un lugar como Macondo, se esconde un reflejo de Colombia y su eterno retorno a varias tragedias y algunos chistes mal contados que han convertido a la política en un circo y al territorio en un campo de lamentos y peripecias para la población.
La estirpe de los Buendía, que bien puede representar a los colombianos en general, nos presenta una sentencia que traspasa la novela y recorre los confines de nuestro país, logrando que todos los ciudadanos se hagan partícipes de una u otra forma, de diversos acontecimientos que, infortunadamente, se repiten como si estuviéramos condenados a vivir en un tiempo cíclico y en un espacio habitado por mentes similares.
Pero para ejemplificar mejor la analogía que estamos exponiendo acá, hablaremos de 3 escenarios concretos que tienen su similitud y se acercan, obviando algunos elementos, a los destinos trágicos de los griegos que resultaban ineludibles para algunos y que en nuestro caso, resultan imposibles de evitar para casi todos en el país.
Hablemos primero de la “inocencia” y la supuesta transparencia de nuestros políticos cuando se les informa sobre escándalos de corrupción en sus gobiernos: Recientemente se ha agudizado la polémica de uno de los mayores casos de corrupción en todas sus presentaciones en Latinoamérica: El caso Odebrecht.
En colombia, específicamente hablando, se dieron a conocer varias investigaciones donde se confirma que hubo una financiación a la campaña presidencial de Juan Manuel Santos en el 2014 por parte de la multinacional brasilera. Tras darse a conocer esta información, nuestro “honorable” presidente sale a decir a la opinión pública que “se acaba de enterar” de lo ocurrido hace 7 años, como si él no estuviera al tanto de todo lo que sucedía con su gestión para ser elegido. Esto entonces nos recuerda el famoso “Proceso 8000” que refiere a la infiltración de dineros por parte del narcotráfico a la campaña presidencial de Ernesto Samper quien salió elegido en 1994. La frase de Samper “Si hubo filtración fue a mis espaldas” para negar sus vínculos con el narcotráfico y el “me acabo de enterar” de Santos nos habla de un nuevo chiste mal contado, de la repetición de una política que sigue enredada con dineros ilegales, con artimañas para lograr objetivos particulares, con personajes que tienen el cinismo de ignorar sus estrategias y vernos nuevamente como aquellos que tragamos entero o que sabemos de las mentiras pero no hacemos nada para cambiarlas.
Hablemos también de la persecución a los líderes sociales y a algunos dirigentes de izquierda en Colombia. Es lamentable que con el exterminio político del partido Unión Patriótica en las dos últimas décadas del siglo XX no nos haya bastado para fomentar la tolerancia ante quienes piensan diferente. No nos bastó con conocer la violencia y las amenazas que rodearon la participación política al acabar con miles de personas (y exiliar otras cuantas) que apostaban por darle un giro al país desde el sector de la izquierda. No bastó con eso y parece que no basta reconocer que actualmente, más concretamente entre 2016 y 2017 han sido asesinados más de 100 líderes sociales en el país.
¿Por qué repetir la violencia y no evitar nuevas tragedias? ¿Cómo hacerle saber al gobierno que los procesos de paz exigen garantías de seguridad y participación para las personas que vienen de dejar las armas para apostarle al cambio desde las ideas y el diálogo? ¿Cómo hacer para reconocer que podemos evitar muchas pérdidas y tristezas si nos enfocamos en ser responsables con nuestra comunidad y generar ese mismo principio en las autoridades?
Un tercer caso se nos da ahora con la reciente inundación en Mocoa donde 17 barrios fueron afectados por el desbordamiento de 3 ríos. ¿Recuerdan ustedes la tragedia de Armero en 1985? Pues así como sucedió en aquella ocasión, lo acontecido recientemente se hubiera podido evitar si las autoridades locales no se hubieran hecho los de “los oídos sordos y la vista gorda” y hubieran mejorado el sistema de planeación de la población, el sistema de prevención y detección de riesgos y el Plan de Ordenamiento Territorial. Tanto en Armero como en Mocoa se anticipó desde meses antes que los habitantes estaban en riesgo de sufrir una tragedia provocada por un fenómeno natural que bien se pudo haber generado por la mano destructora del ser humano y la prepotencia del mismo para ignorar la fuerza con que la naturaleza nos hace pagar nuestros errores.
Quisiera que de verdad nuestra estirpe como colombianos y como reflejo de los Buendía nos hiciera reconocer que en el tiempo cíclico nuestro hay eventos que se repiten para bien; pero por desgracia hemos ignorado nuestra historia, hemos pasado por alto nuestros errores y dejamos que los otros y no nosotros realicemos acciones responsables y solidarias para todos.
Así que la invitación para esta columna es a denunciar los actos violentos, a protestar pacíficamente, a elegir mejor a nuestros gobernantes para no repetir nuestras fallas y a divulgar y apoyar a las personas damnificadas por fenómenos naturales. Así no solo podremos eludir un destino trágico sino que podremos ser responsables del cambio y no de la prolongación del mal que nos persigue incesantemente.