Isabella Echeverri y Melissa Ortíz, jugadoras de la selección Colombia, el pasado 18 de febrero alzaron su voz, a través de un vídeo en la cuenta oficial de instagram de ambas deportistas, donde exponen ciertas irregularidades que se presentan en el mundo del fútbol femenino colombiano.
Dentro de su relato mencionan que les dan uniformes viejos y usados, no les garantizan vuelos internacionales, que la federación ha cortado a jugadoras por hablar, y otros factores que se suman a su denuncia pública.
Esta no es la primera vez en la que deportistas profesionales colombianas de fútbol dan a conocer las anomalías que se presentan, pues la volante del Atlético Huila, Yoreli Rincón, al ser coronada junto con sus compañeras campeonas de la Copa Libertadores el 2 de diciembre de 2018, aseguró en un video en sus redes sociales que el dinero que ganaron no se les entregaría a las jugadoras, sino a las directivas del equipo masculino. “Por ser campeonas nos ganamos 55 mil dólares, los cuales nunca van a llegar a nosotras lastimosamente. Eso llega al Huila masculino, que tiene un presidente diferente».
Yoreli Rincón, al haber declarado su inconformidad, generó una gran agitación en las directivas del Huila, que decidió que las jugadoras recibirían el doble de lo pactado: dos mil dólares, para no entrar en más discusiones. No sólo Yoreli fue quién sostuvo su desconcierto, sino todo el equipo, pues Liana Salazar, también jugadora del Atlético Huila, se unió a las declaraciones de Yoreli y aseguró: «No queremos que la juzguen solo a ella, todo el equipo la respalda a ella, a nuestro presidente que siempre está con nosotros. Somos un equipo y asimismo nosotros queremos estar juntas en todo».
La discriminación a la mujer no sólo se presenta en el mundo del fútbol, territorio que ha sido dominado desde sus diferentes niveles (dueños, seguidores, jugadores) por hombres, pues desde tiempos inmemorables, la existencia de la mujer ha sido rechazada y oprimida por una sociedad enceguecida por el egocentrismo del pensamiento del hombre en el espacio social, religioso, político, artístico, económico y laboral.
Ante la constante discriminación que se ha vivido y se vive frente al género femenino, las mujeres en tiempos pasados y actuales han puesto en pie de lucha la equidad que debe existir entre la mujer y el hombre en cualquier rol que cada ser asuma en la sociedad. El visibilizar dicha inconformidad ante el sistema y la sociedad, ha sido una tarea de empoderamiento, donde cada mujer se demuestra a sí misma y a quienes la rodean, que como féminas somos capaces de pensar, discutir, crear, reinventar y decidir sobre nosotras mismas y sobre situaciones de importancia sin ser relegadas y puestas en un nivel inferior de la balanza.
A nivel mundial el “feminismo” ha tenido mucha resonancia, pues la voz de las mujeres se ha alzado y se mantiene presente en la resistencia y lucha de la reivindicación de nuestros derechos. Sin embargo, es necesario aclarar que el ser feminista, es “es creer que todas las personas debemos tener las mismas oportunidades y los mismos derechos, sin importar nuestro género, nuestro sexo y nuestra raza” tal como lo define la feminista, filósofa y periodista colombiana, Catalina Ruíz – Navarro.
La toma de decisión de no callar las irregularidades que vive diariamente la mujer en los roles de la sociedad y de dejar el miedo a un lado, es un acto que se aplaude y que debe generar reflexión en todos las personas que son parte de esta, pues es necesario comprender que las capacidades intelectuales y físicas de ambos sexos y géneros deben ser aceptadas y evaluadas bajo las mismas condiciones.
Es hora de rechazar y derribar los pensamientos y acciones ligados al patriarcado que ha estado presente en la sociedad, ya es momento de que la equidad, la aceptación a la diferencia y el valor de los derechos de la mujer se reconozcan y se respeten, para que cada ser humano contemple la libertad y la felicidad de ser quien es.
“Me gustaría que cada vida humana fuese libertad pura y transparente”
Simone de Beauvoir