Autor: Cristian Prieto Ávila
Hace 80 años Francisco Franco anunció la terminación de la Guerra Civil española e inició una dictadura de cuatro décadas. Algunos celebran y otros guardan silencio.
Ante las heridas del conflicto, que continúan abiertas en la memoria de los españoles, el pasado emerge como la sombra de una violencia impune que silenció a medio millón de muertos y a más de 200.000 exiliados.
El año pasado el Gobierno de Pedro Sánchez anunció que exhumaría los restos de Franco, que reposan en el Valle de los Caídos bajo la cruz más grande del mundo. Lo que generó inconformidad y, a su vez, un aire de esperanza. En junio el Tribunal Supremo español suspendió la exhumación.
El dictador no fue un santo, ni hizo milagros, pero aún tiene fieles creyentes que lo protegen y víctimas de su régimen que imploran justicia. Su aparición aún interviene en la realidad nacional. El partido Vox, su herencia de extrema derecha, cobra cada vez más fuerza por la creciente crisis económica.
¿Por qué Francisco Franco cambió el rumbo histórico español?
De 1931 a 1939 el Frente Popular, liderado por asociaciones políticas de izquierda que fueron elegidas por voto, reformó a España y atacó los intereses de las élites económicas.
Expropió latifundios a los terratenientes en el sur del país, mejoró las condiciones para los trabajadores, separó el Estado de la Iglesia e intentó modernizar la estructura militar para evitar su corrupción. Como resultado surgieron dos bandos opuestos.
Por un lado, los republicanos conformados por comunistas, anarquistas y demócratas; con apoyo de campesinos, obreros, el Ejército peninsular y la Unión Soviética. Por el otro, los sublevados en cabeza de Franco, apoyados por banqueros, industriales, terratenientes, la Iglesia católica y, más adelante, por Hitler y Mussolini.
En 1936 Franco dio un golpe de Estado fallido al Gobierno del Frente Popular. Inició, con el enfrentamiento de los bandos, la Guerra Civil Española. Con torturas, encarcelamientos, persecuciones, asesinatos, extorsiones, desapariciones forzadas y silencio, mucho silencio, comenzó la dictadura franquista en 1939.
Respaldados por la Iglesia, en las misas los cánticos religiosos combinaron sus letras con discursos patrióticos cargados de odio. En las calles, vigilados por grupos paramilitares, policías y militares, los españoles escapaban, asustados, de cualquier persona, bala o grito.
La dictadura de Franco aumentó la represión para evitar que la oposición o cualquiera que pensara diferente, consolidara su fuerza política en un futuro. Su proyecto dejó un aproximado de 114.000 desaparecidos forzados, que nadie volvió a ver.
¿Cómo terminó España refugiada en la impunidad?
En 1975 murió Franco y con él su represión. No su movimiento social, ni tampoco sus instituciones o ideología. Dos años después, con la excusa de evitar la división entre los españoles, las fuerzas políticas firmaron un pacto de reconciliación que ocultó el pasado y aceptó, con impunidad, la violencia de la dictadura. Lo que permitió celebrar unas elecciones democráticas.
El acuerdo fue considerado un éxito a nivel mundial. Sin considerar que regresó la participación a costa del olvido, que la sociedad tenía miedo y padecía traumas, que anhelaba justicia y saber la verdad.
El pacto impidió utilizar la Guerra Civil o la dictadura como objeto de “confrontación política” o, en otras palabras, que el Estado investigara lo que sucedió.
Además, con la Ley de Amnistía que impidió perseguir a los que abusaron el poder, el perdón que nunca fue concedido por las víctimas, permitió una transición a la democracia sustentada en la amnesia.
De acuerdo con Lina Villanueva, doctora en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales:
“Se igualó, al mismo nivel, la culpa con la inocencia y la historia española quedó cargada de impunidad, con problemas sin resolver y vicios sometidos a un olvido público. Dicho pacto dificultó aceptar su memoria y enfrentar el pasado”.
Ni la Monarquía, el Ejército o la Iglesia; ni las fuerzas que apoyaron el golpe militar o la dictadura, pidieron disculpas. No hubo reconocimiento y, mucho menos, reparación de las víctimas, las heridas no cicatrizaron y el duelo histórico no ha tenido lugar, con el fin de mantener a flote la democracia.
Los españoles continúan enfrentados con una falsa memoria que fue impuesta por los vencedores. Luchan por una supuesta reconciliación que, con un falso acuerdo, paralizó la verdad, debilitó la resistencia y volvió vigente la herencia del franquismo. Entre 1978 y 1982 hubo 484 muertes ocasionadas por grupos de extrema derecha.
El olvido pacifica la tiranía
La imposibilidad de condenar el franquismo y abatir sus símbolos de guerra, a lo largo de la historia, fue una evasiva constante para no herir sensibilidades y retornar al terror. Hasta 1999, en el 60 aniversario de la finalización de la Guerra Civil, el Parlamento debatió la condena del golpe de Estado de 1936 que no triunfó por la oposición del Partido Popular.
La democracia tuvo que esperar hasta 2002, veintisiete años después de la muerte de Franco, para que los partidos aprobaran una resolución que sancionaba el uso de la violencia para imponer convicciones ideológicas. Es decir, a las dictaduras del mundo, esas que suceden en algún lugar, para no aludir a la franquista.
Al parecer, sobre cualquier injusticia o daño causado, debe permanecer un país en paz, que no puede recordar ni hablar, para que la democracia prevalezca. El Código Penal no reconoce los crímenes de la dictadura porque prescribieron con la Ley de Amnistía. Los jueces no persiguen a los presuntos asesinos porque hacerlo “excede sus competencias” y un largo etcétera.
Entonces, a pesar de que han sido recuperados más de 4000 restos humanos de fosas comunes, que son pruebas irrefutables de una matanza que no puede nombrarse, la justicia, que debería proteger los derechos humanos, no ocupa un lugar prioritario en la discusión. Por lo tanto, los daños de la Guerra Civil y la dictadura tampoco.
Según Juan Montero, profesor de la Universidad de Burgos:
“Con la caída progresiva de la izquierda en España, no creo que haya una pronta condena al franquismo porque las instituciones estatales, en su función de controlar y equilibrar los poderes políticos, son un sucesor casi directo de la dictadura y las élites económicas su mayor beneficiario”.
Lo que parece una indiferencia generalizada o un olvido enmascarado, que tensiona a los españoles con un temor que persiste; seguirá con la protección de la cruz más grande del mundo que cuida la tumba del queridísimo Francisco Franco y al silencio heredado por los españoles, que callan, ante el eterno retorno del dictador en su agotada democracia.
Foto cortesía de: ABC