Expresidentes colombianos, con licencia para incordiar

Opina - Política

2017-04-21

Expresidentes colombianos, con licencia para incordiar

Los expresidentes colombianos son una desgracia para el país. Lo son casi siempre en el ejercicio del poder, y como exmandatarios insisten en incordiar, en “hacer pensar al país” o en contribuir a que la vida de sus compatriotas sea más infeliz de lo que fue cuando ellos pasaron por el palacio de Nariño. Véase la visita, encuentro en un pasillo o lo que fuera de Álvaro Uribe y Andrés Pastrana con Donald Trump, esto antes de la entrevista oficial prevista entre Juan Manuel Santos y el presidente norteamericano.

Al día siguiente de la fantasmagórica reunión con Trump, Uribe, de manera muy hábil, envía una carta “a las autoridades y al Congreso de Estados Unidos de América” con el memorial de agravios de siete puntos que todos le conocemos en Colombia: aumento de la producción de coca, impunidad para las Farc, reemplazo de la Constitución por el Acuerdo de Paz y aumento de la inseguridad. Más la situación de Venezuela, que hasta el colombiano más despistado conoce bien. Lo hace para que quede la impresión de que esto fue lo tratado con el presidente norteamericano, porque toda la prensa colombiana está hablando de ello.

Luego, según fuentes periodísticas norteamericanas, entre ellas CNN, supimos que aquello no fue reunión sino un encuentro casual en el club privado en donde el jefe de la Casa Blanca tiene ahora su segunda residencia. Incluso ponen en duda la presencia de Uribe, y dicen que lo de Pastrana no pasó de un saludo y algo más. Por supuesto, a los dos protagonistas colombianos de esta comedia de enredo les viene muy bien jugar al despiste y la ambigüedad.

Uribe y Pastrana no se ponen de acuerdo a la hora de decir a qué fueron a Florida. Pastrana agradece por Twitter a Donald Trump por la conversación “cordial y franca sobre los problemas y perspectivas de la región”. En tanto que para Álvaro Uribe –según reseña que se lee en El Tiempo–, se trató fundamentalmente de “un encuentro social”.

Y los interesados en pescar en río revuelto se lanzan al agua con caña, sedal y atarraya. Que ahora sí se enteró Trump de lo que pasa en Colombia, que ya va a ver Santos lo que es bueno, que hay que ver los contactos tan poderosos que tienen los dos expresidentes en Norteamérica… Y claro está, no podía faltar el apunte provinciano tratándose de la visita de un par de colombianos a uno rico y poderoso: que Trump recibió a la parejita en el mismo lugar donde el mandatario norteamericano recibió hace pocos días al líder chino, Xi Jinping. Como quien dice, para que no crean que porque el indio es pobre la maleta es de hojas.

La verdad es que la reunión, si es que la hubo, además de un grosería es una intromisión en las relaciones del país con la primera potencia del mundo, porque quien tiene hoy las riendas de la política exterior en Colombia es Juan Manuel Santos, por mucho que les moleste a estos dos caballeros. Y ellos se entrometen impúdicamente, como la cosa más normal del mundo. Un acto que avergonzaría a más de un político en un país serio.

Imagen cortesía de: Semana.com

Creo, pues, que debemos quedarnos a mitad de camino de las dos versiones y pensar que ni Trump se dedicó a debatir los problemas del hemisferio con Pastrana, pues al norteamericano no le importan ni las opiniones de sus asesores. Ni Uribe fue sólo a tomar whisky con el magnate presidente pues, como ha dicho repetidas veces, no le gustan este tipo de reuniones y no bebe porque, como declaró en reciente entrevista radiofónica, se pone muy peleador cuando ingiere alcohol (más de lo que es su estado natural). Habrá intentado decir algo y a lo mejor no ha podido. Es más, a lo mejor el encuentro no duró lo que dicen sus protagonistas ni tuvo la importancia que los dos expresidentes le quieren dar en Colombia.

Leo los análisis que se hacen de este asunto y me parece que la anécdota de un acto de mala educación ha sido elevada a categoría por el hecho de ser protagonizada por dos expresidentes. Por qué no se callarán. No contentos con dejar al país en la inopia, los expresidentes colombianos dejan hijos en turno para ocupar algún día su cargo, y siguen dando la murga durante los años que les quedan de vida.

Qué envidia da en este sentido un país como México. Si hay una nación en el mundo en donde el jefe del ejecutivo tiene poder es México. Aún en el caso de un personaje desprestigiado como Enrique Peña Nieto, el presidente mexicano está revestido de una aureola de mando única en el continente. Los presidentes de ese país no reciben a cualquiera, no van dando declaraciones todos los días como aquí. Incluso la escenografía de sus apariciones (hay una en particular que eriza la piel: el Grito) tienen una impronta de grandiosidad y de orgullo nacional.

Pues bien, cuando ese señor todopoderoso que es el presidente de México deja el cargo, se convierte en un cero a la izquierda. Termina dirigiendo una editorial, escribiendo sus memorias o atendiendo su rancho. Y siempre discreto y exquisito con quien está al mando del ejecutivo. En estos días le preguntaron al expresidente Carlos Salinas de Gortari por la baja popularidad de Peña Nieto y se limitó a responder con una pregunta: “¿Quién no la tiene en el mundo de hoy tan complicado?”.

A ver si un día los expresidentes colombianos aprenden de sus homólogos mexicanos.

 

Juan Restrepo
Soy periodista. Trabajé durante 35 años en Televisión Española (TVE) como corresponsal en Mexico, Roma, Bogotá y Manila.