Autor: Daniel Muñoz González
Lo primero que deseo aclarar es que este no es ningún llamado a la violencia, ni mucho menos, es tan solo un análisis sobre la influencia que tienen algunos grupos de presión política a través de su principal herramienta: la protesta social. Y se realiza en razón de que se ha puesto de moda decir que toda marcha debe ser pacífica, y no nos hemos atrevido a preguntar siquiera, si efectivamente, la marcha pacífica sirve para algo o si realmente existe la marcha pacífica.
Hay un punto demasiado claro en este asunto, el ser humano es un animal egoísta, extendiéndonos un poco más, como diría Hobbes, el hombre es lobo del hombre,[1] y tan solo está interesado en su beneficio personal. Esto se puede observar desde lejanas épocas humanas; por ejemplo, en la transición de la esclavitud al feudalismo, donde, en teoría, en algo mejoró la situación social de los esclavos, pues ya no estaban condenados a la sujeción total de sus dueños y podrían tener cierta mejor posición. Sin embargo, este evento ocurrió tan solo para el mayor beneficio de los dueños de los esclavos, a quienes convenía más mantener a su subordinado vivo, que aniquilarlo rápidamente con trabajos extremadamente arduos.[2]
Así, podrían citarse muchos ejemplos en la historia que demuestran que el ser humano, traducido en sus sociedades, busca aprovecharse del prójimo para su beneficio personal, sin importarle nada en absoluto. Y es en este punto preciso donde aparece la protesta social, donde quien ha sido objeto de aprovechamientos y ha sido pasado por encima, se levanta con fuerza para cambiar el estado de las cosas.
Acercándonos un poco más a nuestra época, tenemos un paradigma de las sociedades actuales: la revolución francesa. Este evento, catalogado como fuente para el nacimiento de las democracias y la caída de los reinados, no fue para nada pacífico, pues incluso uno de sus eventos más importantes, fue la ejecución del Rey Luis XVI. Nada tranquilo aconteció por aquellos días, y díganme ustedes ¿Habría nacido la democracia si aquellos revolucionarios hubieran salido a manifestarse pacíficamente a las calles de París?
Vamos observando más y más ejemplos en la historia que demuestran una cosa: la marcha pacífica, en el fondo, no tiene ninguna influencia sobre el poder. Ningún cambio importante en la historia hubiera podido darse si no fuera por la lucha real de poderes enfrentándose para determinar cuál de todos podía más.
Suena bastante triste y cruel, pero es una realidad, desde nuestra misma naturaleza egoísta, que nos ha condenado a luchar por evitar que el prójimo se aproveche de los demás.
Acercándonos más al contexto colombiano también observamos realidades indiscutibles, entre ellas, nuestro país es uno de los países más desiguales del mundo, seguimos siendo uno de los más violentos en el mundo, el sexto más ignorante, y muchos otros puestos vergonzosos que no alcanzarían a enumerarse.
Así las cosas, podemos preguntarnos, ¿es acaso la protesta social una de las herramientas necesarias para luchar por mejorar el estado de las cosas? ¿La marcha pacífica demostraría el real poder del pueblo frente a quienes ahora ostentan los grandes poderes políticos y económicos de nuestra nación? Creo que la respuesta es bastante clara.
Siguiendo este panorama, podemos observar que existen muchos mecanismos de presión y de protesta distintos al camino de la violencia, por ejemplo, la marcha puede ser pacífica materialmente, pero económicamente ser agresiva.
Este es el caso concreto del paro camionero, donde materialmente no se presenta ninguna clase de violencia, pero con el mero hecho de parar la actividad laboral afectan directamente a grandes gremios económicos, y estos consecuentemente, presionarán a las autoridades a brindar soluciones rápidas, lo cual se traduce en muchos de los casos, en la concesión de las reclamaciones realizadas por los camioneros; de lo contrario, si estos trabajadores no tuvieran en sus manos ese elemento coactivo, no podrían ver auspiciadas sus condiciones.
Por ende, el elemento coactivo se puede visualizar de dos maneras: desde el punto de vista material, mediando la violencia; o desde un punto de vista económico, en el cual no existe violencia, pero sí una gran presión monetaria. Situaciones muy similares a las del derecho internacional, utilizadas por los países más poderosos para doblegar a sus contendores extranjeros.
Finalmente el tema es sobre la pugna de poderes, puede la presión manifestarse en términos de violencia material, o en términos de presión económica y social. También cabe analizar el elemento persistencia en el tiempo, quién tiene más capacidad de aguantar las condiciones desfavorables que acarrea para parte y parte la protesta social, y diversidad de elementos que pertenecen a la capacidad coactiva de los actores de poder dentro de una nación.
Con este recorrido, entendemos que incluso dentro de una democracia, donde se esperaría que todos busquemos el bienestar colectivo, cada quien busca su beneficio individual, y para lograrlo debe servirse del prójimo, pues sería imposible sostener una posición cómoda y favorable si no fuera por el trabajo que los demás realizan en favor de otros. Así, las grandes pasiones humanas se han enfrentado, tal vez desde nuestras épocas más lejanas, para reivindicar derechos y mejorar las condiciones de vida.
Esa es nuestra realidad, por ello, aunque nos genere desasosiego, la marcha pacífica en sí no existe, siempre presenta alguna clase de elemento coactivo, pues de lo contrario, no podría llamarse marcha, sino más bien agrupación social o dársele otra denominación.
Vuelvo y repito, no busco hacer un llamado a la violencia, pero sí a que entendamos que, a fin de cuentas, toda influencia política real debe tener un elemento que demuestre su poder decisiorio dentro de las sociedades, y que es un sueño, bastante lejano y cándido para esperar, que con una caminata pacífica de camisetas blancas vaya a mejorarse la situación de un país como el nuestro.
[1] El leviatán, 1651
[2] Ramírez, G. V. (2003). Aproximación a la economía política. Bogotá: Ecoe.